EnglishDurante los años 1950, en Estados Unidos, la revista conservadora National Review, bajo la dirección de William F. Buckley Jr. y Frank Meyer, desarrolló una idea que cambiaría al liberalismo y a la derecha conservadora para siempre: el fusionismo. Este es una síntesis filosófica y política de los valores conservadores y de la política económica liberal. Una alianza entre liberalismo y derecha.
Antes del desarrollo de esta idea, el liberalismo y la derecha eran dos tradiciones ideológicas marcadamente separadas, y en ocasiones, hasta rivales. ¿Por qué una tradición centrada en la conservación de las tradiciones, el republicanismo y la defensa de la civilización occidental por sobre otros sistemas de valores formaría una alianza con un grupo que tiene como valores principales el defender a la libertad como el principal valor político, haciendo énfasis en la voluntariedad de las relaciones humanas?
Estas corrientes de pensamiento aparentemente dispares terminaron por formar una alianza debido a la existencia del comunismo soviético, después de la Segunda Guerra Mundial. Para la década de 1950, el comunismo no solo amenazaba con expandirse por todo el mundo, sino que ya había sido responsable de terribles genocidios y atropellos a la libertad individual. Los liberales y los conservadores se unieron bajo la bandera del fusionismo, y dominaron el escenario político occidental durante la Guerra Fría.
Figuras producto de esta alianza, tales como Barry Goldwater, Margaret Thatcher y Ronald Reagan finalmente derrotaron al monstruo soviético, que terminó colapsando principalmente bajo su propio peso.
En Estados Unidos, los liberales están ahora separados en gran medida ideológicamente de la derecha, y cuentan con sus propias instituciones. Si bien aún están saliendo del fusionismo, ya cuentan con think tanks, universidades, medios de comunicación y partidos políticos que han roto los vínculos con el conservadurismo.
Al aliarnos con la derecha, hemos comprometido esos mismos valores liberales que buscábamos defender
En América Latina heredamos esta tradición fusionista. Pero como la amenaza del comunismo ya no existe, hemos decidido luchar contra lo que más se le parece: el socialismo. Pensando que este representaba la misma amenaza al mundo civilizado que el comunismo, o tal vez influenciados por los liberales de los tiempos del fusionismo en Estados Unidos, los liberales nos unimos a la derecha en una alianza que tenía como objetivo una cruzada contra el socialismo.
Los valores liberales no coinciden con muchos valores socialistas y efectivamente, el socialismo en América Latina muchas veces ha resultado en subdesarrollo, falta de respeto a los derechos humanos y miseria. Sin embargo, al aliarnos con la derecha, hemos comprometido esos mismos valores liberales que buscábamos defender.
Al entrar en esta alianza hemos apoyado a dictadores, como es el caso con Pinochet o Fujimori; hemos ignorado atropellos contra los derechos humanos, como en los tiempos de “pacificación” de Fujimori o Uribe; hemos perdido políticamente como cuando los liberales se aliaron con partidos tradicionales de derecha en Perú, con el Frente Democrático; y hemos llegado hasta a reivindicar dictadores como Pérez Jiménez en Venezuela o Batista en Cuba con tal de atacar a dictadores socialistas.
No hemos ganado nada con esto. Solo hemos conseguido que se nos meta en el mismo saco que la derecha conservadora. Nos dedicamos más a atacar al socialismo que a desarrollar nuestras propias instituciones e ideas. Esto no solo ha dañado la imagen del movimiento, sino que lo ha alienado. La izquierda socialista no debería de ser el enemigo número uno. Tampoco la derecha.
En lugar de combatir contra uno e identificarnos con otro deberíamos de romper con esas ataduras ideológicas y dejar de etiquetarnos como antiizquierdistas o derechistas. Es hora de comenzar a desarrollar instituciones propias y empezar a definirnos como lo que somos: liberales.