En un mundo en que la inflación alta dejó de ser un problema, la inflación en Argentina se trata de la principal preocupación de la población. A nivel continental, solo nuestro país y Venezuela muestran tasas de inflación superiores al 20%, con la particularidad de que ese ritmo de aumentos viene sosteniéndose hace ya diez años.
Por este motivo, y en paralelo con el cumplimiento de los tres primeros meses del nuevo Gobierno, el periódico económico de Buenos Aires, El Cronista Comercial, le pidió a expertos analistas su opinión y consejo acerca de cómo bajar la inflación.
Si bien entre estos diez análisis podemos encontrar acertadas ópticas relacionadas con el desequilibrio presupuestario y la descontrolada emisión monetaria que deteriora el poder de compra del dinero, lo cierto es que también aparecieron entre los “consejos” algunos diagnósticos incorrectos seguidos de propuestas sencillamente disparatadas. En este sentido, se tratan de consejos acerca de cómo no bajar la inflación.
Analicemos algunos de ellos.
El economista Agustín D’Atellis, miembro de la agrupación la “graN maKro” (N y K en mayúsculas en honor a Néstor Kirchner), sugirió que:
… la libertad de mercado en la formación de precios conduce a una dinámica inflacionaria creciente, en detrimento del poder adquisitivo de los salarios.
La afirmación es, a todas luces, falsa. En el cuadro de abajo se observa a los países más libres del mundo en términos económicos. Es decir, aquéllos donde la libertad de mercado “forma precios”, como diría Agustín D’Atellis.
Lo que se extrae del análisis es lo contrario a lo que dice el analista. Allí donde existe libertad de mercado, la inflación no es alta, sino considerablemente reducida, con un promedio de 1,8% anual. Es decir, nada menos que 94% inferior a la que tuvo Argentina en el mismo año.
La inflación, consecuentemente, no es un problema del mercado libre.
Otro que dio su opinión fue Roberto Feletti, contador público, diputado y exsecretario de Política Económica del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. En línea con lo anterior, Feletti aseguró:
La política antiinflacionaria efectiva es aquella que combina regulación de mercados, esencialmente en aquéllos bienes de oferta monopólica y demanda rígida, con acuerdos de precios y salarios.
El problema de este análisis es que confunde los precios altos que pueda poner una empresa, con la inflación. Es decir, si un monopolio establece que el precio para su producto será de US$100, pero ese precio se mantiene por 10 años, ¿quién podría hablar de inflación? Dado que se trata de un monopolio, probablemente coincidamos que el precio será alto, pero precios altos no es lo mismo que inflación, por lo que controlar los precios de los monopolios no constituye de ninguna manera una “política antiinflacionaria”.
También dio su opinión Mercedes Marcó del Pont, expresidenta del Banco Central de Argentina entre 2010 y 2013. Para la economista con posgrado en la Universidad de Yale, “la decisión del BCRA de reducir al mínimo sus intervenciones [en el mercado de cambios] con el objeto de promover la libre flotación no parece consistente con su objetivo de controlar la inflación”.
Según esta visión, un tipo de cambio libre y definido por el mercado con un Banco Central con metas de inflación es una pésima idea. Sin embargo, es lo que hace una buena cantidad de países en la región como Perú, Colombia, Chile e incluso Brasil.
En todos estos países la autoridad monetaria deja flotar el tipo de cambio y se preocupa por mantener a la inflación en un nivel predeterminado. En este contexto, y para sorpresa de Marcó del Pont, pueden sostener un tipo de cambio libre con una inflación muy baja en comparación con la de Argentina o la de Venezuela, quienes optaron por el control de cambios como estrategia antiinflacionaria.
En nuestro país abundan los errores de diagnóstico en cuanto al fenómeno inflacionario. Que la culpa es de los comerciantes, que es del mercado libre, o que el responsable es el dólar. Elementos como el gasto público desbordado o una alocada emisión monetaria nunca forman parte del análisis de estos especialistas.
No extraña entonces que, a la hora de ofrecer respuestas, solo aconsejen hacer todo lo que ya ha fracasado en múltiples ocasiones en el pasado.
Así que tengamos una cosa clara: si seguimos sus recetas, repetiremos los errores del pasado y, para colmo, no bajará la inflación. Lo mejor que puede hacer el nuevo Gobierno es hacer oídos sordos a este tipo de recomendaciones.