Pedro Picapiedra opera su grúa-dinosaurio cuando suena el timbre que indica que su horario laboral terminó. Al escuchar, festeja y sale corriendo a buscar el troncomóvil para dirigirse a su casa. Segundos después, toda su familia sube al vehículo. La primera en salir es Vilma, su esposa, quien realiza las tareas del hogar y a la que siempre saluda con el clásico “Vilma, ¡llegué!”.
La imagen descrita es la cortina de arranque de la famosísima serie animada “Los Picapiedra”, creada en la década de los años 60 por William Hanna y Joseph Barbera, pero cuyos espectadores abarcan a varias generaciones. En Los Picapiedra, el formato familiar es lo que podríamos llamar “tradicional”, con el “Jefe de Hogar” trabajando fuera de la casa, mientras que la esposa se dedica full time a las tareas domésticas.
En la actualidad, esta situación ya no es la característica exclusiva de todos los hogares pero, en promedio, algo así sigue sucediendo.
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De acuerdo con un estudio del Global Home Index sobre 20 países del mundo, en promedio los hombres dedican 11 horas semanales a las tareas del hogar, mientras que las mujeres dedican 17, un 51,0 % más.
En el desagregado de países, las horas dedicadas van desde 6 en Italia para los hombres, hasta 23 en Argentina para las mujeres. Siempre, en todos los países, los hombres dedican menos horas que la mujer al trabajo doméstico.
A menudo, cuando se analizan estos datos suele creerse que manifiestan una situación injusta hacia la mujer. Una discriminación en los mercados laborales, que haría que las mujeres quedaran confinadas al hogar, como Vilma de los Picapiedra.
El propio Global Home Index, de hecho, sugiere que los datos “han sido interpretados como manifestaciones concretas de desigualdades entre ellos (hombres y mujeres) y como una situación de desventaja para la mujer y para su realización profesional”. Cuando se observan datos sobre salarios promedio, las conclusiones suelen ser similares: la discriminación contra la mujer es un hecho.
La economía de una familia
La anterior es una interpretación de los datos. Sin embargo, no es la única posible. Es que un sencillo análisis económico podría echar a la luz acerca de por qué las mujeres son las qué más horas al hogar le están dedicando.
Si pensamos en un matrimonio como un equipo de trabajo, podemos ver que para ambos será más conveniente especializarse en aquello que hacen mejor. En ese marco, es posible que la mujer tenga una ventaja comparativa respecto del hombre en las tareas del hogar.
Beneficio Aportado por trabajar en el hogar | Beneficio aportado por trabajar fuera del hogar | |
Hombre | 5 | 10 |
Mujer | 10 | 10 |
En el cuadro anterior se muestra el beneficio que tanto el hombre como la mujer pueden aportar al “equipo familiar” especializándose en tareas dentro y fuera del hogar. Dado el ejemplo, si la mujer dedica todo su tiempo al hogar, mientras el hombre lo hace a trabajar fuera del mismo, entonces el beneficio para el equipo será de 20.
Si se especializaran al revés, entonces el hombre aportaría 5, mientras la mujer aportaría 10, lo que resultaría en un beneficio global menor, de 15 puntos.
Nótese que, en este caso, ambos son igualmente eficientes trabajando fuera del hogar. Es decir, que asumimos que el salario que se les paga es idéntico. Sin embargo, la mujer cuenta con una ventaja comparativa en el trabajo doméstico.
Si este caso se repitiera en la mayoría de las familias, entonces sería una decisión económicamente racional que las mujeres dediquen más horas al trabajo doméstico que los hombres. Es decir, no estaríamos frente a un problema de discriminación, sino de administración económica eficiente.
El capitalismo libera a la mujer
Lo anterior no es más que llevar el análisis de David Ricardo al nivel familiar. Sin embargo, las realidades concretas van cambiando con el tiempo y, más todavía, conforme avanza la economía de mercado.
En su trabajo “El Capitalismo y La Familia”, Steven Horwitz explica detalladamente cómo los avances tecnológicos crearon un sinnúmero de dispositivos que permitieron ahorrar tiempo de horas de producción hogareña, mientras el crecimiento económico elevó la demanda de mano de obra, sumando cada vez más mujeres al mercado laboral.
Esta situación es reconocida por la economista Mercedes D’Alessandro, quien en su obra “Economía Feminista”, sostiene que “en los años sesenta, solo 2 de cada 10 mujeres trabajaban fuera del hogar” pero que “hoy son casi 7 de cada 10”.
Es decir, hoy en día son muchas más las mujeres que trabajan en el mercado y compiten codo a codo con los hombres en pie de igualdad.
Así, en la medida que esta situación siga su curso, es probable que en muchas familias vaya modificándose la matriz de más arriba y que la ventaja comparativa de la mujer en el hogar ya no sea tan grande, o que incluso el hombre sea el que mayores ventajas tenga en ese campo.
Llegado ese momento, la decisión racional será que la mujer dedique más horas al trabajo fuera del hogar, invirtiendo la situación actual.
La economía es un proceso abierto y en permanente cambio, resultado de millones de decisiones individuales. Así, es poco lo que pueden aportar datos estáticos y agregados sobre horas trabajadas en el hogar.
Es preciso remarcar este punto, ya que las decisiones que se toman para solucionar las supuestas injusticias pueden ser remedios peores que la enfermedad.