Hace algunas semanas el Ministro de Hacienda de Argentina, Nicolás Dujovne, afirmó que en el país se venía un período de 20 años de crecimiento.
La afirmación es osada y se vuelve temeraria por estas latitudes, donde las crisis económicas ocurren, en promedio, cada cinco años. A diferencia de Australia, que no ha mostrado una sola caída de su producción en los últimos 25 años, los argentinos difícilmente tienen memoria de algún período de tan prolongado avance económico.
No es para menos. En la figura 1 puede verse que jamás, desde 1810, el país tuvo un período de crecimiento que se extendiera por 20 años consecutivos. De hecho, los dos períodos en que la economía avanzó por más años sin enfrentar una caída se produjeron antes de 1873.
Como para acordarse…
Figura 1.
En el mismo cuadro también podemos ver cuáles fueron los períodos de “mejor” crecimiento, dentro de los de mayor duración, en la historia. Ese dato se extrae de la columna “Crecimiento per cápita anual”, que muestra el avance de la producción dividido por la cantidad de habitantes.
El PBI per cápita es la medida de bienestar por excelencia en un país. Si aumenta la producción, pero aumenta más la cantidad de habitantes, entonces habrá menos bienes y servicios por persona que antes, por lo que no podríamos decir que esa sociedad ha mejorado.
Por el contrario, cuando la cantidad de bienes y servicios que produce la economía supera el crecimiento poblacional, entonces hay más a disposición de la gente. En estos casos decimos que el nivel de vida mejoró.
Al mirar los datos, se observa que de los tres mejores períodos de crecimiento anual per cápita, dos de ellos se encuentran entre los años 1880 y 1913. Es decir, que el período de mayor avance de la prosperidad en Argentina se dio entre esos años.
De acuerdo con el economista Carlos Díaz Alejandro:
“En 1880 Argentina era aún un país atrasado y poco poblado. Tanto comparado con su propia evolución anterior y posterior, como con lo que sucedió en el resto del mundo durante el mismo período, el crecimiento experimentado entre 1880 y 1913 puede calificarse, sin lugar a dudas, de extraordinario”.
¿Qué pasó entonces?
Como he indicado en otro lugar, entre 1880 y 1913 el tamaño del Estado se mantuvo acotado (con un gasto que no superó el 9 % del PBI), mientras que el comercio era completamente libre con todas las naciones, así como la inmigración.
Otro dato interesante es que, durante dicho período, casi no existió inflación, por lo que el poder de compra de la moneda se mantuvo constante, generando condiciones de estabilidad.
Algunos sugieren que nuestro gran crecimiento se debió solamente a nuestro vínculo comercial con Inglaterra, país al que le exportábamos principalmente carne. Sin embargo, no solo se necesitan recursos naturales para desarrollar un buen comercio, sino trabajo y capital. Y eso fue lo que recibió Argentina del extranjero: grandes oleadas migratorias e inversiones para desarrollar la industria.
El aluvión de inversión no fue casual. El marco de normas era predecible porque estaba en vigencia la Constitución de 1853, diseñada por Juan Bautista Alberdi, quien se había inspirado en la carta magna de los Estados Unidos. Dicha “ley de leyes” era profundamente liberal y estaba pensada para limitar el poder del estado y garantizar la libertad de comercio y contratación dentro de las fronteras, así como la libre inmigración y el libre intercambio hacia fuera de estas.
Así, el período de mayor y mejor crecimiento económico de Argentina es coincidente (y podríamos decir, consecuencia de) con un marco de normas liberales, que protegían la propiedad privada y la libertad de los individuos.
Comprender esto nos ayuda en dos sentidos.
En primer lugar, responde la pregunta acerca de qué ejemplos existen de modelos liberales exitosos en la historia. Sin duda, Argentina fue uno de ellos. La segunda, que si queremos tener un crecimiento prolongado y de buena calidad, podríamos aprovechar las lecciones que se desprenden de nuestra propia historia.