EnglishDesde el pasado 1 de enero, un grupo de seis ciudadanos cubanos se encuentra en el aeropuerto de Bogotá, solicitando refugio al gobierno colombiano. Al principio, el Ministerio de Relaciones Exteriores negó cualquier posibilidad de conceder tal reconocimiento pero, ante la negativa de los viajeros de regresar a su país, se les otorgó un salvoconducto para que adelanten el proceso.
Por ahora no se sabe en qué va a terminar esta situación. Lo que sí es de conocimiento público es la actitud de las autoridades colombianas frente a unos individuos que han manifestado no solo su deseo por permanecer en Colombia, sino su temor por regresar a su país de origen.
Dos tecnicismos jurídicos han respaldado la decisión inicial del gobierno colombiano. Por un lado, se afirmó que los cubanos no podían ser sujetos del reconocimiento de refugio debido a que no habían ingresado al país de manera oficial, sino que se encontraban en zona de tránsito. Por el otro, según el cónsul cubano en Bogotá, estos ciudadanos no cumplen con los requisitos para recibir el estatus de refugiados. El salvoconducto otorgado soluciona el primer problema. El del cumplimiento de los requisitos, lo definirán las autoridades pertinentes.
La incomodidad que este hecho está generando en el gobierno colombiano tiene poco que ver con los detalles técnicos y mucho con cuestiones políticas. Los intentos desesperados del Ministerio de Relaciones Exteriores por negar la solicitud de refugio es una demostración más del grado de dependencia en el que la política exterior colombiana se encuentra frente a la relación con Cuba y Venezuela como resultado del proceso de paz en curso.
Desde que el presidente Juan Manuel Santos anunció las negociaciones, surgió la idea según la cual la guerrilla de las FARC decidió negociar por las gestiones adelantadas por los gobiernos venezolano y cubano. Así, éstos se convirtieron en actores centrales en la permanencia y buen término de las negociaciones.
Por ello, la política exterior colombiana quedó presa de la relación con esos países. El año pasado, la reunión entre el presidente Juan Manuel Santos y el líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles, fue interpretada como una amenaza a la paz negociada. Lo mismo sucede hoy con el caso de los seis cubanos.
Sin embargo, a pesar de esta perspectiva sobre la dependencia, la verdad es otra. Cuba fue un apoyo importante en el aspecto logístico, debido a que este país sirve como sede de las negociaciones. Venezuela, por su parte, pudo haber servido para acercar a las partes y para haberle dado confianza a la guerrilla de las FARC de sentarse en la mesa.
Pero no más.
La guerrilla de las FARC se sentó a negociar a pesar de su dogmatismo marxista y de su convicción sobre la necesidad de implementar un modelo comunista en Colombia. Decidió adelantar el proceso de paz a pesar de contar con recursos que obtiene de su participación en negocios como los del narcotráfico, la extorsión, el secuestro, entre otros.
¿Por qué? Lo hizo porque perdió su capacidad ofensiva, como resultado del Plan Colombia. Lo hizo porque perdió presencia territorial. Lo hizo porque se vio aislada internacionalmente al ser catalogada como grupo terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea. Es decir, la negociación se dio porque, en los cálculos de la guerrilla, se hizo evidente la imposibilidad de obtener la victoria y de persistir en la opción armada, sufrirían poco a poco su derrota. Como es evidente, en ninguno de estos cálculos tuvieron nada que ver ni Cuba ni Venezuela.
Por lo anterior, negarles a unos ciudadanos cubanos la oportunidad de tener una mejor vida no puede ser considerado como una forma de asegurar el proceso de paz. Y no solo eso: la actitud del gobierno colombiano puede considerarse como una demostración de una odiosa jerarquización de los seres humanos. En el pasado, Colombia otorgó asilo a personajes de la talla de Haya de la Torre, Alan García y Pedro Carmona. Así que deja un mal sabor que cuando los que lo solicitan son personas del común, no reciban un trato similar.
En el mismo sentido, el gobierno está muy dispuesto a hacer gestos humanitarios con la guerrilla, ¿por qué no hacerlos con ciudadanos que al parecer no han cometido delitos, pero que sí han sido víctimas de un régimen totalitario?
En consecuencia, el gobierno colombiano debería abandonar sus temores sobre si sus decisiones pueden molestar a Venezuela o a Cuba. Más bien, ya que se habla tanto de reconciliación nacional, de postconflicto y de tener gestos humanitarios, esta es una excelente oportunidad de hacerlo con unos individuos cuya única intención es reconstruir sus vidas lejos de la pobreza, la represión y el temor constantes que nos brindan las utopías comunistas.