EnglishGran parte del análisis que se ha hecho sobre la grave situación que se vive en Venezuela se ha concentrado en la figura de Nicolás Maduro – su incapacidad para gobernar o su bajo nivel educativo, por ejemplo. Sin embargo, la coyuntura venezolana no se debe a la persona, sino a las ideas en las que esta sociedad cree.
Una forma de demostrarlo es a través de una entrevista que apareció hace pocos días, realizada a una de las representantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en la mesa de negociación que está teniendo lugar con el gobierno colombiano en La Habana, representante conocida como “Alexandra”.
A diferencia del presidente venezolano, la joven entrevistada es holandesa. Parece ser una persona inofensiva, preocupada por las causas sociales y, según sus afirmaciones, tiene además un alto nivel educativo.
Sin embargo, así como sucede en Venezuela con los defensores del Socialismo del Siglo XXI, ella justifica la existencia de la guerrilla como resultado de la desigualdad que existe en Colombia. Ignora la entrevistada que, tal vez, en el momento de la creación de las FARC (1964) hubiera podido existir una influencia directa de la Revolución Cubana de 1959, por ejemplo.
Pero, además, hace gala de un simplismo aterrador. Explica su decisión de pertenecer a un grupo en armas como resultado de la supuesta imposibilidad de trabajar desde la legalidad en reducir la situación que la preocupa – la desigualdad – ya que, según ella, todo el que piense diferente en Colombia es asesinado, encarcelado o perseguido. Además de ser esto falso, con su sola afirmación desconoce el trabajo de miles de personas que, sin el uso de las armas, se preocupan por los derechos humanos o defienden ideas semejantes a la suyas dentro del juego democrático.
“Alexandra” pretende transmitir una imagen de la guerrilla salvadora. Por ello, no reconoce las atrocidades que ésta ha cometido, sino que las considera simples errores. Es más, hace referencia a este grupo ilegal como uno preocupado por la educación de sus combatientes. Como si para eso fuera necesario armarse. Como si la “educación” fuera algo positivo en sí mismo, sin tener en cuenta el tipo de conocimientos que se imparten y la utilidad que se les da. Como si el aprender a leer o a escribir no pudiera hacerse por otros medios, sin necesidad de crear un grupo que asesina, pone bombas y les roba las tierras a los campesinos que dice proteger – y educar.
El afán por lavar la imagen de la guerrilla es lo más notorio de la entrevista. Esto se debe a que, según ella – y al igual que sostiene el régimen venezolano – los medios de comunicación son sesgados. Se sienten víctimas de supuestos ataques desde todos los frentes pero, en realidad, solo toleran que digan lo que ellos quisieran escuchar. Para ellos la única objetividad posible es la adulación y el ocultamiento de sus métodos empobrecedores y violentos. No entienden que sociedades liberales, como la estadounidense, a pesar de las críticas de muchos medios, no solo los tolera sino que a través de las críticas, pueden mejorar.
En realidad, lo que se refleja es la paranoia de la que dependen. Paranoia que también se ve en el papel que, según ella, ha jugado el ámbito internacional en el conflicto colombiano: la respuesta de las fuerzas militares colombianas no se debe a la amenaza que plantea la guerrilla, sino a la intervención de los Estados Unidos o de las multinacionales (!). Pero, además, poco le importa la contradicción que implica criticar la intervención de los Estados Unidos, pero considerar en paralelo que está bien que ella misma, una ciudadana holandesa, haya decidido alzarse en armas, no en su país sino en Colombia.
Por otro lado, refleja el núcleo de la visión estatista: el Estado es un ente superior, con capacidad de pensar o de sentir y cuya razón de ser es una no definida ilusión de “soberanía”. Por esto, la joven holandesa afirma que el Estado colombiano no “tiene sentimientos de soberanía”, ni de “amor por su gente”, ni quiere “compartir su bienestar con la gente de Colombia”. Ignora esta guerrillera que la empatía es un sentimiento que se genera entre individuos y que el bienestar es algo que les pertenece a ellos y no a una organización como el Estado.
Se podría afirmar que la visión de “Alexandra” encarna la actitud condescendiente, de superioridad, que tienen los europeos cuando analizan la situación de países, para ellos, folclóricos, como Colombia. Puede ser. Sin embargo, tienen más que ver las ideas en las que esta joven cree y las conclusiones que éstas conllevan. Por esto los colombianos tenemos que defender la necesidad de llegar a un acuerdo de paz, pero también velar porque nunca lleguen al poder ideas que, como en nuestra vecina Venezuela, no solo demuestran su inefectividad, sino la perpetuación de la pobreza, de la desigualdad y de más conflicto.