EnglishLa crisis en la frontera entre Venezuela y Colombia continúa. Para enfrentarla, el gobierno colombiano acudió a escenarios multilaterales en busca de presentar los excesos cometidos por el gobierno venezolano.
No obstante, esta estrategia ha fallado. En un principio, se pensó en Unasur como el escenario más adecuado, aunque era de esperar que no fuese efectivo.
Primero, porque esta es una organización creada por iniciativa del Gobierno venezolano, en particular; y de los Gobiernos del Socialismo del Siglo XXI, en general. Segundo, porque, debido a lo anterior, el objetivo de la organización no es siquiera parecer neutral, ni ayudar a resolver problemas, sino servir de instrumento internacional de esos Gobiernos.
Tercero, porque el actual secretario general de la organización, Ernesto Samper Pizano, a pesar de ser colombiano, tiene un pasado de cercanía con la izquierda marxista y populista latinoamericana. De allí sus declaraciones apoyando los excesos del régimen venezolano.
Era obvio que Unasur no era el espacio. En consecuencia, la diplomacia colombiana acudió a la Organización de Estados Americanos (OEA), a pesar de la profunda crisis de legitimidad que ha dejado casi en la irrelevancia a esta organización en la región latinoamericana.
No obstante esa irrelevancia, se hizo la votación para abrir la posibilidad de adelantar un debate entre ministros de relaciones exteriores sobre lo que está sucediendo. El resultado fue una derrota agridulce para la diplomacia colombiana. Es dulce en tanto se obtuvieron 17 de los 18 votos necesarios. Es agria porque, en últimas, fue una derrota.
La política de tratar de no molestar al régimen de Venezuela abrió la posibilidad para todo tipo de abusos por su parte y no generó ningún beneficio para Colombia
Ahora se está contemplando la posibilidad de llevar el tema a la Organización de Naciones Unidas (ONU). Es decir, pareciera que la lógica de la diplomacia colombiana fuera algo como: “si en el plano regional es irrelevante lo que está pasando, acudamos al plano global”.
Seguramente, países como China o Rusia, aliados de Venezuela, sí aceptarán la discusión de los problemas. Seguramente, la situación de emergencia humanitaria en la frontera logrará eclipsar crisis semejantes en Siria, en países de África subsahariana, o la grave situación generada por el Estado Islámico.
Es desafortunado lo que sucedió con la votación. Pero el análisis sobre la dinámica “electoral” al interior de las organizaciones internacionales no debe ser el objeto de la discusión. Tampoco lo debe ser la efectividad —o falta de ella— de la diplomacia colombiana.
El centro del debate debe ser, del lado colombiano, el resultado de la política exterior del gobierno de Juan Manuel Santos. Supuestamente un restablecimiento de las relaciones con los países vecinos, comenzando por Venezuela, iba a ser muy provechoso para el país.
[adrotate group=”7″]Años después, el comercio está deprimido, la interacción política de alto y medio nivel está detenida, no hay espacios de cooperación, la frontera está cerrada, los colombianos están siendo expulsados. Es decir, la política de tratar de no molestar al régimen dictatorial de Venezuela abrió la posibilidad para todo tipo de abusos por su parte y no generó ningún beneficio para Colombia.
Del lado internacional, el centro del debate tendría que ser el papel de las organizaciones internacionales. Fuera de su irrelevancia o de su incapacidad por resolver los problemas internacionales, es necesario que los que aún la tengan, abandonen la visión romántica sobre este tipo de organizaciones. Es falso que estas sean neutrales, expertas en los temas y/o que se preocupen de manera altruista por el sufrimiento de la humanidad.
Simplemente son espacios de encuentro para los Gobiernos del mundo. Es decir, son reflejo de sus intereses. Pero también estas organizaciones desarrollan sus propios intereses, que están basados en su naturaleza burocrática.
Como resultado de lo anterior, la estructura de incentivos al interior de estas organizaciones es clara. Es indiscutible la gravedad de la situación humanitaria de miles de personas que están siendo expulsadas, en clara violación no solo de sus derechos, sino también del Derecho Internacional Público.
El voto en la OEA es un nuevo éxito para el estatismo y su visión del mundo a través de los lentes de las fronteras
No obstante, los Estados no tienen interés por discutir ese problema. Así crearían antecedentes que les impedirían en el futuro manejar a su conveniencia la llegada de inmigrantes. Y los burócratas de la organización tampoco tienen interés en abordar la discusión sobre los excesos que se cometen contra los migrantes. ¿Cómo justifican su trabajo después?
El fondo del problema está en el hecho de que no solo para el dictador venezolano, sino para casi todos los mandatarios del mundo, el migrante es un problema. Sea el que se va —ahí se habla de una supuesta fuga de cerebros—, como el que llega.
El fracaso de Colombia no solo es resultado de su política exterior, sino de que algo natural del ser humano, como desplazarse como quiera por su mundo, ahora es visto como un delito, como algo indeseable. El voto en la OEA es un nuevo éxito para el estatismo y su visión del mundo a través de los lentes de las fronteras, la separación entre individuos y la ilimitación en la acción del Estado.