Ante las negativas perspectivas económicas para este año, incluida la caída en los precios del petróleo, del cual depende en gran parte el despilfarro –mal llamado gasto– del Gobierno colombiano, esta semana el presidente Juan Manuel Santos anunció un supuesto plan de austeridad que es más bien una demostración del descaro de estos dirigentes y del tipo de parásito en el que se ha convertido el aparato coercitivo estatal en Colombia.
El ahorro, se espera, será de un billón de pesos. En la página de rendición de cuentas del actual Gobierno, Urna de Cristal, se describe la reducción en el gasto de la siguiente forma:
1. Se va a reducir el gasto en publicidad en 40%.
2. Gastos de viajes y viáticos al exterior y al interior en 15% por ciento.
3. Gastos en celulares y papelería en 15%.
4. Gastos en vehículos, en gasolina, en esquemas de seguridad y en escoltas, un porcentaje adicional.
Igualmente se evaluará un listado de las entidades a suprimir, ya que hay entidades que hoy tienen un caparazón burocrático y que sin afectar los servicios que prestan, se pueden reducir.
¡Gracias al señor presidente y a sus ministros! ¡Tan desprendidos! ¡Tan generosos!
Van a ahorrar un billón de pesos. Uno. La cifra parece tímida pero resulta ridícula cuando se tiene en cuenta que el presupuesto general de la nación para 2016 se aprobó en COL$215,9 billones.
Y presentan el ahorro como un gran logro, como una gran contribución. ¿No es eso un descaro? Además, si uno se concentra en los rubros en los que van a hacer el supuesto esfuerzo de austeridad se encuentra con otras muestras de descaro.
Primero se hace referencia al gasto en publicidad. Claro está que este término es un eufemismo de propaganda, que es lo que hace el Gobierno. Publicidad la hacen las empresas privadas para promocionar sus productos que deben competir con los que están intentando vender otras empresas.
[adrotate group=”7″]Lo relevante está en observar que el Estado nos quita una tajada importante de los recursos que recibimos los ciudadanos como retribución de las actividades productivas que desarrollamos. Pero cómo será de inútil el habernos quitado esos recursos; cómo será de descarado el robo legalizado, que utilizan esos mismos recursos para convencernos que sí los están usando bien y que, por lo tanto, debemos aceptar que, para el siguiente año, nos quiten más. ¿No es eso un descaro?
Y, en el anuncio, el descaro es patente: si la situación es tan grave; si la austeridad fuera en serio, los gastos en propaganda no son definitivamente ni esenciales, ni forman parte de ninguna función del Estado. No obstante, no los eliminan: los reducen en un limitado 40%. ¡Gracias!
Los otros tres puntos muestran, además del descaro, el tipo de parásito que es el Gobierno colombiano. Los ciudadanos trabajamos para pagarles a los funcionarios, no solo el sueldo, que sería lo normal, sino también sus viajes, los viáticos, los celulares, la seguridad (que el Estado para el que trabajan es incapaz de garantizarles y garantizarnos) y hasta los vehículos que utilizan.
Ah, pero en esta situación de austeridad tan sentida la reducción en los gastos parasitarios solo se hará en un 15%. ¡Tan desprendidos!
En el párrafo que sigue parece anunciarse una buena noticia: la supresión de algunas entidades. A simple vista, la noticia permite creer en el compromiso de este Gobierno con la austeridad. Pero, de inmediato, aparecen las trampas.
Por un lado, no forma parte de las decisiones ya tomadas, sino que es una posibilidad… remota. Es decir, que no se va a realizar. Por el otro, se afirma que las entidades suprimidas serán aquéllas que no tengan una “caparazón burocrática” y que no se afecte el servicio que prestan. ¿No es un descaro? ¿No es un parásito el Gobierno colombiano?
¡Que no nos engañen! Lo que nos dicen es que van a suprimir las entidades que no existen, es decir que las que por definición ya están suprimidas. ¿Qué entidad existe sin burocracia? ¿Qué servicio no se afecta sin la existencia de la entidad?
En lugar de semejante manejo orwelliano del lenguaje, el Gobierno, si en realidad estuviera interesado en reducir el gasto, lo que tendría que hacer es, precisamente, reducir burocracia. Las entidades que deberían estar en la mira para ser suprimidas son las más burocráticas. Ahí está el gasto, innecesario, descarado, parasitario.
Además, el criterio no es si el servicio que presta la entidad se verá o no afectado. Más bien se debería estar considerando si el servicio lo debe prestar el gobierno o si es, como suele ser, una intromisión indebida que, por propaganda, nos han hecho creer a los ciudadanos que el Estado debe prestarlo. Así, nos pueden quitar más recursos.
La situación económica no pinta bien en 2016. Pero la solución no está, como siempre, en el descarado y parasitario Estado colombiano.