Las opciones estatistas no solo han sido victoriosas en las urnas. También lo han sido en el ámbito de las prácticas políticas. Tal vez por esto mismo es que han logrado controlar el poder en la mayoría de países del mundo.
Pero no porque sean “rentables” políticamente esas prácticas quiere decir que sean las adecuadas. De hecho, son irresponsables y peligrosas. Es más: tratan a los individuos como si no fueran capaces de pensar de manera racional, sino que manipulan sus pasiones y emociones.
En el libertarianismo tenemos todas las condiciones para romper con esas prácticas. Podemos hacerlo porque este conjunto de pensamientos tiene una coherencia y consistencia tales que podemos dar los debates en todos los niveles. En el más básico, podemos demostrar con facilidad (a la luz de la evidencia) que las soluciones basadas en la libertad son más efectivas que cualquier otra. En un nivel intermedio, podemos demostrar las implicaciones de una sociedad liberal a través del uso de la lógica, sin caer en falacias y a partir de un pensamiento estructurado. En el nivel más avanzado, está de nuestro lado la ética y la moral: nuestras soluciones son las únicas que no requieren de eliminar contrarios, ni de sacrificar ninguna vida humana por fines supuestamente superiores.
Precisamente de esos tres niveles carecen las opciones estatistas. El pensamiento de izquierda no puede sostenerse en ninguno de los niveles. La derecha lo hace en todos, menos en el tercero y más importante. Por esto es que el libertarianismo como opción política puede— y debe— alejarse de las malas prácticas que sus contrarios tanto han difundido.
Algunas de esas prácticas son las siguientes.
1. Las teorías de la conspiración
Algunos creen que grupos de superricos controlan el mundo. Otros que son civilizaciones de extraterrestres. Otros, que hay un sinnúmero de grupos que quieren presionar para avanzar sus agendas y acabar con la moral, las buenas costumbres y demás. Tanto la derecha como la izquierda logran llegar al poder porque infunden el miedo, vendiendo teorías de la conspiración que, por definición, no pueden ser comprobadas y que, por lo tanto, dejan de lado la discusión racional.
Los libertarios debemos enfrentar esas teorías de la conspiración, desnudarlas y mostrar su inconsistencia. No podemos convertirnos en creadores de nuevas leyendas de este tipo ni mucho menos basar nuestras ideas en ellas. Si la libertad en el mundo se encuentra amenazada no es ni por los extraterrestres ni por seres malignos ni por lobbies de ciertos grupos. Es porque las personas prefieren sacrificar libertad por otros fines. Eso es más grave— y más interesante,— que una teoría de la conspiración.
La izquierda y la derecha se benefician de crear enemigos. De personalizarlos. De darles rostro. Así, pueden dedicarse a atacar a la persona y no requieren de discutir ideas. Los libertarios no requerimos de ello porque no existe otra forma de pensar con mayor riqueza intelectual. No necesitamos de odiar a Juan Manuel Santos ni a Barack Obama ni a ningún otro personaje. Debemos enfrentarlos con ideas.
2. Concentrarse en lo importante
En política es necesario priorizar. Existen amenazas a la libertad en todos los ámbitos, pero se debe ser capaz de identificar las más delicadas y concentrarse en ellas. Las ideas de la libertad son contraintuitivas para la mayoría y, además, existe una creencia casi a ciegas en las ideas estatistas. Por ello, es necesario saber cómo llegarle al público y visibilizar los efectos de las amenazas más relevantes.
"#Libertarianism is the only ideology which really trusts people." @sfliberty @WolfvonLaer https://t.co/0cGVLG8zfq
— Free Thoughts (@FreeThoughtsPod) December 5, 2017
3. Maximalismo vs. gradualismo
La izquierda tiende a ser conservadora porque sus seguidores más dogmáticos tienden a rechazar cualquier tipo de gradualismo. Prefieren no hacer nada a dar pasos. En el libertarianismo, tendríamos que no caer en ese error. Está tan metido el Estado en todo que la mayoría de avances en la recuperación de libertades requerirá de pasos intermedios. No podemos considerar que es mejor no hacer nada y sacrificar los pocos avances que podemos lograr.
4. Posición constructiva
Tanto la derecha como la izquierda requieren de plantear que, siempre, las cosas están empeorando. No pueden aceptar que, a veces, eso no es cierto. En el libertarianismo no necesitamos de ese supuesto. Podemos aceptar que algunas cosas han mejorado, sin caer en ni en triunfalismos ni en catastrofismos: sabemos que todo depende de la acción individual en sociedad. Nada está predeterminado.
5. Capacidad de autocrítica
Ninguna posición estatista tolera la crítica. Menos si esta proviene de sus propias filas. Al contrario, el libertarianismo no puede existir sin debate, sin crítica, sin reflexión, sin disenso. Esto no puede ser diferente en el plano político. Es necesario ser mucho más críticos con nosotros mismos que con lo que somos frente a los contrarios.
Aunque es más importante apostarles a las ideas, es necesario que los libertarios participemos activamente en política y en elecciones. Pero, para ello, debemos diferenciarnos incluso en la forma como participamos. No podemos utilizar todas las estrategias tan negativas que son típicas de las opciones estatistas. Tenemos que ser mejores que los estatistas de izquierda y de derecha, así sea costoso en términos electorales y nos tardemos más en alcanzar posiciones de poder.