En los días previos a la segunda vuelta presidencial en Colombia, el gobierno de los Estados Unidos aceleró la imposición de medidas proteccionistas. Ante esto, algunos analistas colombianos, mostraron dos de las características no por ellos reconocidas ni aceptadas.
Primero, que sus ideas en contra del comercio los llevan a quedar del lado, incluso, de personajes a los que tanto critican, como Donald Trump. Si hay algo q
ue le critican a este mandatario es su supuesta falta de conocimiento, de interés por lo temas, de experiencia. Sin embargo, en los asuntos comerciales, sin explicarnos por qué resultan poniéndose de su lado. ¡Y lo ponen de ejemplo! Parece ni molestarles la contradicción.
Segundo, sacan lo mejor de su victimismo. En general, los analistas colombianos, de diversas vertientes, han dedicado la mayoría de sus esfuerzos en reforzar la idea de vernos como un país subordinado a los mandatos de potencias extranjeras (principalmente, Estados Unidos) y han tratado de vincular nuestros problemas, en parte, con esa supuesta condición.
En las discusiones de la semana pasada, por ejemplo, se decía que puede que Estados Unidos haya “perdido” en sus tratados de libre comercio con otros países, pero que el país que perdió en ese y demás procesos de (pseudo)apertura comercial fue Colombia.
El mensaje es claro: los tratados de libre comercio (TLC) le han hecho daño al país.
Para abordar semejante afirmación, deben hacerse, al menos, dos aclaraciones. La primera, que debemos compartir, es que Colombia no ha tenido un proceso de apertura comercial, sino de negociación de TLC.
Esto quiere decir que no podemos hablar de libre comercio de manera contundente, sino de instrumentos en los que algún tipo de liberalización se busca, pero en los que imperan las lógicas de apertura gradual, de mantener algunos sectores cerrados y, en particular, de darle al Estado el papel de rector de las decisiones comerciales de los individuos.
La segunda es que cuando los analistas hablan de pérdidas, en general, está haciendo referencia a que el país ha incrementado las importaciones más que las exportaciones, como resultado de los TLC.
Si se trata de cuestionar esta visión tan difundida, podrían tomarse dos caminos. De un lado, podría sostenerse que el análisis se debe hacer en términos comparativos. Es decir, qué tanto “gana” (esto es, exporta) Colombia frente a los demás países con los que estableció el instrumento comercial.
Si bien este tipo de ejercicio puede ser útil, parece que sufre del problema de pensar que, en términos comerciales, lo importante no es “ganar” sino ganar más que el otro. Y esto es falso.
Del otro, podría sostenerse que el hablar de TLC, como no se está ante lógicas de libre comercio, no se puede esperar nada bueno de ellas. No obstante, esta posición es falsa porque, a pesar de ser “más tratados que de libre comercio”, los TLC suponen algún tipo de apertura.
Además, primero tendría que reconocerse que una estrategia de apertura unilateral, como la que algunos consideraríamos debería existir, sería fuertemente resistida por diversos grupos sociales, comenzando por esos analistas que tanto critican a los TLC y apoyados por los gremios productivos, que representan los intereses proteccionistas de sus “empresarios” asociados.
Así las cosas, ¿qué tan cierto es el balance negativo de los TLC que Colombia tiene vigentes? Para responder esta pregunta, revisé el comportamiento de diversos indicadores desde principios de los años 1990. Esto implica que, por un lado, considero que “ganar” o “perder” con un instrumento comercial va más allá de si se importa más que lo que se exporta. Por el otro, esta decisión implica que se pueden hacer observaciones iniciales sobre el comportamiento de variables desde un punto de vista histórico.
Estas implicaciones se deben a que, así la mayoría de analistas considere y de ciudadanos considere que importar es algo negativo para el país, la verdad es que esto no se sostiene en tanto ningún país puede producirlo todo y, en general, si los ciudadanos de un país importan más bienes y servicios quiere decir que tienen mayores ingresos para hacerlo. Es decir, las importaciones son una medida del bienestar.
Una interpelación común en este tema es que, los críticos de los TLC no buscan la autarquía, sino que el país solo importe los bienes que no produce. Así, en teoría, no se afectan los productores nacionales. Sin embargo, esta visión también es equivocada: el objetivo de la apertura es el consumidor, vía menores precios, mayor competencia, mayor calidad, mayor diversidad, mayor ingreso real.
De igual manera, es equivocado pensar que los empresarios tienen éxito por el nivel de protección y no por su capacidad de proveer lo que los consumidores valoran.
Pues bien, mirando diversas fuentes (Ministerio de Comercio, DANE, Doing Business, OMC, Informe de Competitividad, Confecámaras), se pueden hacer las siguientes observaciones preliminares de los TLC vigentes en Colombia desde 2009:
- Los tratados han diversificado tanto el origen de las importaciones como el destino de las exportaciones. Ya no existe un peso tan importante de Estados Unidos, como antes de la entrada en vigor de varios TLC (Unión Europea, EFTA. Triángulo Norte, México, Chile, entre otros).
- Los TLC permitieron la creación de comercio: más del 70% de las exportaciones (84%, excluyendo el sector minero-energético) se destinan a países con los que Colombia tiene TLC.
- Algo similar puede decirse de las importaciones. No obstante, el total de importaciones es de cerca del 65% para todos los productos y de menos de ese número para los bienes excluyendo los minero-energéticos. Esto quiere decir que es falso lo que piensan los analistas: que los TLC solo han servido para importar más.
- El único país que aparece como uno de los principales socios comerciales del país, sin tener TLC con él, es China.
- Si bien con la mayoría de países tenemos déficit en balanza comercial (es decir, importamos más de lo que exportamos), algo que angustia tanto a los analistas, y la razón por la cual consideran ellos que el país ha perdido, ésta se ha venido reduciendo en los últimos tres años de manera acelerada. ¿Qué dirán si, al cabo de pocos años, la balanza se vuelve positiva? ¿Aceptarán, entonces, que los TLC sí funcionan o buscarán nuevas excusas?
En consecuencia, de manera general, los TLC han tenido diversos efectos positivos en el ámbito específico del comercio exterior que permiten matizar la noción según la cual el país es perdedor de estos instrumentos. No obstante, en un próximo comentario nos concentraremos en otros indicadores.