El pesimismo vende. Entre intelectuales, da un estatus, para el que así vive, de ser un sabio. Es mucho más fácil ser pesimista, el predictor de desastres, cuando los temas de los que se habla son de común conversación, pero de limitado conocimiento en sus complejidades.
Así, en el mundo del pesimismo, ha vivido un reputado economista, quién hasta decano de una facultad, ha sido. Lleva, en sus años de columnista, prediciendo el desastre económico en Colombia, América Latina y el mundo. De hecho, fue uno de los autores más entusiastas cuando la crisis de 2008.
El fondo de su insistencia sobre la inminencia del desastre es su antipatía por el modelo económico que él cree existe de manera pura, radical y absoluta en todas las economías del mundo: el modelo liberal (por él denominado, no podía faltar, de “libre comercio” o “neoliberal”, según el grado de dramatismo que le quiera dar a sus escritos).
Por lo menos desde 2007, año desde el que se encuentran disponibles sus columnas, no solo ha augurado la debacle económica, sino que responsabiliza a la globalización de su ocurrencia. En este marco, considera que todo lo malo se debe al modelo “neoliberal”, incluido el bajo crecimiento, la creciente desigualdad y la falta de autonomía de los países menos desarrollados, fenómenos todos que él considera como verdades reveladas (por él, claro ésta) y que, por ello mismo, nunca se molesta en demostrar.
Cuatro temas son recurrentes en sus escritos: la economía mundial en quiebra, la economía colombiana rumbo al abismo, los desastres de los TLC y los problemas económicos de América Latina. Sobre este último es su columna más reciente, no muy alejada de las que ha escrito, como plantillas, casi una en promedio, por los últimos 12 años. (Las mencionadas son ésta, ésta, ésta, ésta, ésta, ésta, ésta, ésta, ésta y ésta).
No obstante, a pesar de la pasión que le mete a escribir, este autor está profundamente equivocado en sus apreciaciones. En su más reciente columna, cae en los siguientes graves diez errores, por los que sus ideas deberían ser aceptadas con beneficio de inventario o abiertamente rechazadas por sus – seguramente existentes – seguidores y admiradores:
- Nos habla del crecimiento en toda América Latina; del promedio. Pero sabemos que no es lo mismo Venezuela, Argentina, Brasil o México. Es evidente que no entra en esos “pequeños detalles” porque su objetivo no es aclarar, sino generar confusión. Sabemos, además, que las peores tasas de crecimiento se encuentran en países, no abiertos ni “neoliberales”, sino socialistas, como Venezuela.
- Afirma que las teorías de desarrollo predicen que los países menos desarrollados crecerán más, pero esto depende de si tienen las condiciones de crecimiento. Esto no depende del grado de desarrollo, sino de los contextos. Pensar otra cosa es un problema de él como economista confundido: la teoría no crea la realidad, sino al contrario.
- Dice que el problema de falta de crecimiento es la imposición de la teoría de libre comercio. Es decir, ignora a la mitad de la región que, desde hace muchos años, eliminó cualquier medida cercana al liberalismo económico y a la otra mitad que no necesariamente la aplica del todo (e.g., Colombia y México se pueden denominar de cualquier manera, menos países completamente liberales o abiertos en lo económico).
- Asume que se les quitó a los Estados todos los instrumentos de intervención: que se “desmontó la regulación cambiaria, los aranceles y subsidios, las políticas industriales agrícolas y el manejo directo de la liquidez”. Todo esto es falso. No solo en América Latina. Ni en el mejor momento del ímpetu aperturista se llegó a semejante nivel de liberalismo. Este es un problema de creer en la retórica y hacer análisis a partir de los discursos, asumiendo que fueron implementados. Sorprende, sin embargo, que en la trampa caiga una persona con tanta trayectoria, conocimiento y audiencia.
- Confunde cosas: dice que los Estados no pueden reactivar la economía, ni redistribuir el ingreso, ni “contener la proliferación de sustancias tóxicas”. ¿Qué quiere decir con este último? ¿Es pertinente en este espacio? Por otro lado, lo de la redistribución del ingreso es un problema recurrente en estos escritos: el autor comienza hablando de crecimiento y, así como si nada, resulta hablando de redistribución o de desigualdad.
- Intenta suavizar la situación de países como Venezuela o Brasil insinuando que su situación actual es un mero trade-off entre objetivos; que todos los países enfrentan las mismas renuncias en sus decisiones. Por lo tanto, nos quiere hacer pensar que los problemas económicos en Venezuela son de la misma naturaleza y gravedad que los de Chile, por ejemplo. Lo muestra como que los socialistas mejoraron en igualdad, pero no en crecimiento. No obstante, lo de los logros no es tan cierto. Otros países, de hecho, todos, en la región han disminuido la desigualdad. Además, los problemas no son los mismos y en el socialismo son mucho más graves. Tercero, el autor ni se pregunta qué quiere decir que la evidencia muestre menor crecimiento cuando se aumente la redistribución.
- Llega, sin razón, a decir que la globalización es asimétrica porque los países desarrollados pueden imponer restricciones mientras que los no desarrollados no. Esto es falso: de un lado, nadie lo prohíbe. Del otro, son los menos desarrollados los que más imponen restricciones. Ahora, es falso que sea algo bueno para los desarrollados imponer esas restricciones. ¿Acaso no ha escuchado hablar de lo costosa que saldrá la guerra comercial generada por Estados Unidos, en caso de presentarse y mantenerse en el tiempo?
- Mete el Consenso de Washington…el demonio de siempre, pero que ya es como pereza de estudiar los temas y de avanzar en el conocimiento.
- Punto seguido, nos dice que en la ciencia económica se sabe que el número de instrumentos no puede ser mayor al de objetivos. Una frase críptica, sino fuera porque es producto de una profunda y vergonzosa (para un decano) confusión. El autor nos está hablando de la condición matemática para el hallazgo de una solución única en un modelo econométrico. Y, para él, eso es igual a la “ciencia económica”. Gravísima la confusión.
- Nos vende que se debe cambiar el modelo. No demostró por qué. En todo el escrito, lo máximo que intentó decir (a contrapelo de la evidencia que se puede encontrar en cualquier lado), que todos los modelos son malos. Pero eso no puede interpretarse como demostración sobre la necesidad de un cambio.
Así, el pesimista aprovecha que las mayorías no leen a profundidad o que no entienden del todo los temas, para confundir, engañar y generar un caldo de cultivo suficiente para apoyar la implementación de ideas fallidas que sí llevarían al cumplimiento de la debacle que tanto ha anunciado (¿añorado?) por décadas.