A días de la posesión del nuevo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), la revista más reconocida de coyuntura política en Colombia publicó un artículo que podría pasar como publirreportaje.
En éste se plantea la llegada al poder de este personaje como un punto de inflexión en la historia mexicana; se le describe casi como un salvador; y las críticas o temores que, entre otros, Enrique Krauze, han manifestado, o son completamente ignoradas (en todo el artículo no se le menciona a Krauze ni una sola vez) o son invalidadas como violentas o discriminatorias.
Más allá de la discusión sobre si AMLO es o no todo lo que dicen en ese artículo, este tipo de publicaciones nos hacen reconocer lo mucho que ha avanzado la izquierda, autoritaria y generadora de pobreza, en la forma como nos comunicamos y en las ideas en las que se cree.
Todo lo relacionado con la izquierda se ha convertido en sinónimo de paz, igualdad y virtuosidad. Han logrado, con el manejo del lenguaje, hacer que el mundo olvide las atrocidades que, en nombre de supuestos objetivos superiores, se han cometido. Se ha logrado hacer como verdadero, lo que no es sino el futuro utópico que siempre prometen las ideas de la izquierda, pero que han sido desmentidas hasta el cansancio.
Por el contrario, todo lo que se relacione con la derecha es automáticamente negativo, malvado. Esto se ve, incluso, en que los medios de comunicación y la gente del común usa con mucha facilidad el término de “extrema derecha”, cuya intención no es sino la de descalificar al que así se considera, mientras que el de “extrema izquierda” no solo no se usa, sino que aquél que lo haga es tildado de ignorante, exagerado, premoderno.
Ni hablar de la connotación de la palabra libertad. Mientras que cualquier tipo de control, típico de la izquierda, ya no es siquiera ocultado en la prensa, la palabra libertad se utiliza como algo negativo si esto no se relaciona con los mismos principios defendidos por la izquierda.
Los medios no tienen reparo en hablar sobre la supuesta necesidad de limitar el libre comercio, de que el Estado intervenga en el mercado, de quitarle a los que más tienen, de que el Estado se meta en todos los aspectos de nuestras vidas. Por su parte, cuando su intención es referirse a aquéllos que cuestionan estas visiones, se recurre al término “ultra-liberal”, con marcada connotación negativa, fanática, equivocada. Esto es, defender la limitación de las libertades económicas es lo moderno, lo correcto, lo moderado.
Pero, como mencionaba, el concepto de liberal, se les ha reservado a aquellos personajes de izquierda que disfrazan sus ideas totalitarias, con discursos políticamente correctos. Esto, de hecho, se ha convertido en otro de los éxitos de la izquierda: han logrado hacer olvidar que son las posturas de esta corriente las que persiguieron a todo tipo de minorías, y hoy se plantean como los únicos que las defienden. ¡Nada más lejano de la realidad, si tenemos en cuenta, además, que son los que buscan anularlas, reducir a los individuos a una solo faceta de su complejidad!