
El discurso de Pericles exhortando a los atenienses durante la Guerra del Peloponeso es quizás el discurso más celebrado en defensa de los valores democráticos. Pericles defiende el patriotismo ateniense, pero también los valores universales de tolerancia, diversidad, libre comercio y el imperio de la ley. Termina recordándole a sus compatriotas que:
…la felicidad depende de ser libres, y la libertad depende de ser valientes.
Siempre me ha motivado esa bella oración, y deseo explorar su sabiduría en el contexto más ordinario del gasto gubernamental. Mi primer punto pocas veces es apreciado: cualquier tarea que le encomendamos al Gobierno requiere que entreguemos algo de libertad. Cuando consentimos en ser gobernados, concedemos al Gobierno el uso monopólico del poder coercitivo en la sociedad. Damos al Gobierno el derecho exclusivo a forzarnos a comportarnos como exigen, o atenernos a las consecuencias.
[adrotate group=”7″]Cuando renunciamos a la libertad de manejar a 100 millas por hora para mejorar la seguridad del tráfico, hemos entregado la libertad de manejar como nos plazca. Escogiendo seguridad sobre libertad hemos cedido juiciosamente algún grado de libertad. Esta es la lógica de intercambiar libertad por algún valioso servicio del Gobierno, que sustenta nuestro concepto occidental de Gobierno legítimo.
Por definición, más Gobierno implica menos libertad. Sin embargo, malinterpretamos esta lógica y actuamos como si más servicios gubernamentales (es decir, mayor Gobierno) fueran siempre una mejoría en nuestras vidas. Eso equivale a declarar que nuestras vidas se enriquecen con menos libertad.
Una medida del tamaño del Gobierno es el gasto gubernamental. En 2005, el gasto gubernamental total por persona en Estados Unidos alcanzó US$14.847. En 2012 se había incrementado 31,2%, hasta $19.483: una significativa reducción de libertad.
He seleccionado esos años para que se correspondan con las medidas disponibles de felicidad presentadas más adelante. Por la lógica de que más servicios gubernamentales representan vidas más felices, ¿qué conseguimos con esta entrega de libertad?
El “Reporte de Felicidad Mundial” es una nueva medida sofisticada sobre cómo las personas alrededor del mundo evalúan su satisfacción general con la vida. El reporte es un abarcador instrumento que busca medir la felicidad incluyendo variables tales como PIB per cápita, expectativa de vida saludable, apoyo social, ausencia de corrupción, generosidad, y libertad de decidir sobre la vida.
Resulta que mayor Gobierno y felicidad pueden ser mutuamente excluyentes, porque la felicidad depende de ser libres
Cuando se publicó inicialmente el “Reporte de Felicidad Mundial”, con datos recogidos entre 2005-2007, Estados Unidos aparecía como el décimo primer país más feliz del mundo; el último reporte utiliza datos de 2012-2014 y muestra a EE.UU. cayendo al decimoquinto lugar.
Estados Unidos estaba entre los mayores perdedores de felicidad; mucho más allá de lo que se esperaría por pérdidas de ingreso debido a cambios macroeconómicos. Una de las razones para el declinar de la felicidad fue una pérdida percibida de “libertad de decidir sobre la vida”.
Evidentemente, esos datos no bastan para establecer una correlación, mucho menos causalidad, entre crecimiento del Gobierno y felicidad. Hay datos contrapuestos como son los de los países escandinavos, que reportan a la vez altos niveles de felicidad y de gastos gubernamentales.
Pero los datos muestran que, a pesar de ceder libertad, permitiendo incrementar gastos gubernamentales en 31,2% en este período, nuestra felicidad percibida no se incrementa, sino decrece. Quizás EE.UU. es solamente un caso de mala gestión administrativa. Pero el hecho es que no obtuvimos mucho a cambio de nuestra billetera y libertad.
Carlos Alberto Montaner ofrece una explicación:
Tomar decisiones es lo que nos define como humanos. Cuando un Gobierno decide por nosotros, e impone una manera de vivir, patrones de conducta, y valores, nos roba la felicidad.
La lección es que, en esta temporada política, debemos ser escépticos ante cualquier oferta de incrementar el gasto gubernamental bajo el disfraz de aumentar nuestro bienestar. En lugar de eso, debemos tener el coraje de buscar nuestra propia felicidad.
Es ciertamente justificable un Gobierno que protege nuestra vida, libertad y propiedades, como previeron los Padres Fundadores. Pero no tiene sentido renunciar a más libertades para comprar un Gobierno mayor.
Resulta que, mayor Gobierno y felicidad pueden ser mutuamente excluyentes, porque la felicidad depende de ser libres.