¿Llevan las reformas económicas a la democratización, o la democratización al progreso económico? Esta es la pregunta fundamental en el debate sobre la nueva política de EE.UU. hacia Cuba. El Presidente Obama y sus partidarios consideran que las reformas económicas fortalecerán a la población para demandar reformas políticas, mientras sus críticos destacan que el General Castro ha dejado perfectamente claro que en Cuba no habrá reformas políticas.
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Dejemos a un lado los problemas éticos de una política exterior americana que abraza déspotas y establece equivalencia moral entre opresores y oprimidos para concentrarnos aquí en: ¿Qué debe venir primero en el tema de las reformas? Las experiencias de la transición en países excomunistas aportan la respuesta. Fredo Arias King, un experto con conocimiento enciclopédico de la democratización post-soviética, clasifica los resultados de las experiencias en ocho grupos:
Derrocamiento.- Donde el comunismo terminó cuando los disidentes fueron capaces de derrocar un obstinado partido comunista y formar un nuevo gobierno compuesto fundamentalmente por opositores (Checoslovaquia 1989, Alemania Oriental, Yugoslavia, Kirguistán y Georgia).
Sustitución.- Donde los partidos comunistas fueron más flexibles y dispuestos a negociar una transición (Polonia, Lituania, Estonia y Eslovenia).
Transformación.- Donde los principales líderes comunistas tomaron la iniciativa del cambio de régimen sin influencia de grandes presiones sociales (Unión Soviética 1985, Hungría 1956, y Checoslovaquia 1968).
Reaparición.- Donde antiguos funcionarios de alto nivel, que habían sido separados del poder, utilizaron el naciente movimiento democrático para retornar (Rusia, Rumania y Croacia).
Reposición.- Donde funcionarios de nivel medio tomaron la bandera de reformas democráticas o nacionalistas para socavar al régimen que habían servido (Hungría 1989, Serbia 1989, y Bulgaria).
Reencarnación.- Donde los partidos sintieron gran presión social y fingieron una ruptura con el comunismo en aras de sobrevivir (Ucrania, Moldavia, Albania, Mongolia, Macedonia y Letonia).
Continuidad.- Donde los líderes comunistas se convirtieron sorpresivamente en líderes de naciones independientes, reteniendo las principales estructuras represivas y la economía de comando (Uzbekistán, Kazajstán, Turkmenistán, y Belarús).
Violencia.- Donde los líderes utilizaron violencia estatal para provocar guerras civiles y mantener el poder (Tayikistán, Serbia, Armenia y Azerbaiján).
El estudio de Arias King muestra que los países excomunistas que establecieron cambios políticos antes de, o simultáneamente con, cambios económicos, fueron los más exitosos, convirtiéndose en libres y prósperos (p.ej., República Checa, Estonia, Polonia, Hungría, Eslovenia, Alemania Oriental). Los que decidieron comenzar con reformas económicas y pospusieron los cambios políticos fueron los menos exitosos en ambas áreas (p.ej. Rusia, Ucrania, Belarús, Serbia, Uzbekistán, Tayikistán, Azerbaiján).
La evidencia histórica responde la pregunta: las reformas económicas no llevan necesariamente a la democratización, mientras la democratización es más probable que lleve al progreso económico. La democratización representa los bueyes que deben halar la carreta del progreso económico. Poner la carreta delante de los bueyes significa que ni las reformas económicas ni las políticas avanzarán mucho.
La historia de Cuba no es la de Europa Oriental, y su experiencia en la transición será distintivamente cubana. Dejo al lector descubrir el escenario más probable para Cuba, pero yo apuesto que será un proceso patrocinando continuidad disfrazada de cambio. Ese es el nudo Gordiano cubano. El continuismo disfrazado de cambio no elimina los impedimentos institucionales a las libertades individuales y al fortalecimiento ciudadano.
Lo que el presidente y sus seguidores no entienden es que los derechos políticos y las libertades civiles no son lujos superfluos para ser anexados al final de un programa de reformas económicas. Los derechos políticos son los que posibilitan a una ciudadanía a enmendar errores, expresar descontentos, e influir en cambios en el liderazgo.
La democracia requiere relaciones entre el Estado y sus ciudadanos fundamentalmente diferentes del modelo de relaciones en un Estado absolutista.
Reformas económicas no vinculadas a libertades políticas individuales condenan a la sociedad cubana a vivir una existencia provisional sin final definido. Vivir tal existencia provisional hiere el espíritu humano y no promueve el desarrollo de valores sociopolíticos democráticos. Personas que experimenten solamente una existencia sin futuro no pueden convertirse en ciudadanos que sustenten un Estado democrático.
La libertad no es una extravagancia que puede esperar hasta el arribo de la prosperidad.