Durante los años que estuve en México estudiando periodismo hubo una realidad que me impactó profundamente: la violencia impune en contra de los periodistas. En una de mis primeras clases universitarias la Dra. Elvira Hernández Carballido nos expuso el caso de la afamada reportera Lydia Cacho Ribeiro, quien denunció una red de pornografía infantil y pederastia por parte de empresarios y políticos de alto nivel.
Su trabajo, publicado en un libro titulado “Los demonios del Edén”, le valió una detención arbitraria, violencia sexual y una persecución judicial infame desde 2004 hasta este año (cuando el Estado mexicano tras la llegada al poder de Andrés López, le pidió una disculpa pública).
No obstante, el asedio por parte de los implicados en su investigación no ha hecho más que intensificarse.
Gracias a esas casualidades que solo la corrupción explica, el día en que ella notificó su regreso a México y a su casa en Cancún, el gobierno federal decidió retirar a los policías que custodiaban la propiedad.
Al dejarla desprotegida, unos sicarios allanaron la casa en su ausencia, envenenaron a sus perras y robaron el material relativo a una red de pederastia clerical, política y empresarial que Cacho está investigando.
Lydia Cacho es una de las personas más valientes que conozco. Una maestra generosa. Una mujer que vive por encima del miedo y es, ante todo, coherente.
Según Artículo 19, organización que trabaja en defensa del periodismo amenazado, 127 periodistas han sido asesinados desde el año 2000. El número de reporteros amenazados, desplazados, secuestrados y torturados sigue en aumento. La impunidad es del 99 % en estos casos.
Mientras las cifras de inseguridad aumentan en México gracias a la ineficaz implementación de la nueva Guardia Nacional (que ha permitido que el narcotráfico se apodere de plazas que ya habían sido recuperadas) el gobierno federal ha decidido relegar la protección a periodistas a un segundo plano.
En entrevista con Carmen Aristegui, Cacho denunció la decisión del gobierno de eliminar todas las formas de protección al periodismo perseguido.
Según dijo en esa misma entrevista Jesús Cantú, titular de Información de la Coordinación de Comunicación Social, el mecanismo de protección a periodistas (históricamente ineficaz) está siendo evaluado por la oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU.
Ante la creciente inseguridad que impera en México (a pesar de que los datos de AMLO digan lo contrario), el presidente de la república se permite reprochar a la revista Proceso por no haberse “portado bien con nosotros“.
Según el mandatario, “todos los buenos periodistas de la historia siempre han apostado a las transformaciones”, con lo cual, todo informador que se permita cuestionar el proceder del ejecutivo nacional es un mal periodista.
“Es muy cómodo decir ‘yo soy independiente, el periodismo no tiene por qué tomar partido o apostar a la transformación’. Es nada más analizar la realidad, criticar la realidad, pero no transformarla (…) es editorializar para afectar las transformaciones”, reclamó el presidente en su diaria conferencia mañanera.
No haré comparaciones odiosas con otras realidades latinoamericanas que han pasado por casos destacables de descalificativos a la prensa crítica, pero sí me permitiré disentir del presidente López Obrador con una frase que escribí hace unos días en una columna en este mismo medio.
“El periodismo real (no la propaganda) lo concebimos como un contralor ciudadano de la transparencia. El periodismo real (no la propaganda) busca el bien común y no piensa solo en dinero. El periodismo real (no la propaganda) nunca ha estado para alabar la gestión de un mandatario, sino para cuestionarla desde el primer día y hasta el último”.
Ya basta de estupideces, presidente. No se trata de ser complaciente o no ¡están matando seres humanos y el gobierno hace muy poco para impedirlo!
¿Se acuerda cómo era la dinámica hace menos de un año? En aquel momento perverso de corrupción y crimen gubernamental, todo periodista que criticaba a quien ocupaba el cargo que hoy usted ostenta, era un héroe ¿por qué ahora es distinto? ¿Tenemos que creer que usted es el redentor del Estado? ¿Qué solo por estar usted ahí las cosas se están haciendo bien?
¿Será acaso que la Cuarta Transformación defenderá solamente a aquellos que se muestren cariñosos? Porque ese juego, señor López, ya lo vimos en México y acabó muy mal.