Sé que son más quienes agradecen el enfoque crítico que presenta el PanAm Post de cara a este momento histórico que atraviesa Venezuela. Sé que somos más quienes creemos que la clase política solo ha sido un lastre en el camino durante estos 20 años. Sé que una aplastante mayoría considera que con diálogo no se saca a los mafiosos del poder.
No obstante, hoy quiero complacer a esos individuos que escriben regularmente diciendo: “Ustedes atacan solo a Guaidó, pero a Maduro no lo tocan”.
Cuéntame, amigo, ¿qué quieres que te diga de Maduro?
¿Que es un narcotraficante? ¡Lo es!
¿Que es un sádico, asesino, terrorista, dictador, psicópata y demente? ¡Lo es!
¿Que es un corrupto? ¡Lo es!
¿Que sumió a Venezuela en la peor crisis de su historia? ¡Lo hizo!
¿Que expulsó a más de cinco millones de venezolanos de su país? ¡Así fue! Y probablemente tú, que me lees, te encuentres entre ellos.
¿Que saqueó la riqueza del país y acabó con la industria petrolera? ¡Lo hizo!
¿Que convirtió a tu país en un templo para terroristas y narcotraficantes? ¡Lo convirtió!
¿Que ha asesinado la democracia y acabado con las instituciones? ¡Así es!
¿Que ha llenado sus bolsillos y los de su club de ladrones de dinero de la república? No me cabe duda.
¿Que ha adoctrinado a las Fuerzas Armadas para que le sirvan a cambio de migajas? ¡Lo ha hecho!
¿Que ha seguido al pie de la letra el proyecto macabro iniciado por Hugo Chávez? ¡Sin duda!
¿Que permitió una invasión de cubanos, rusos e iraníes? ¿Quién puede debatir eso?
¿Que depauperaron la economía y acabaron con la industria eléctrica? Sin duda.
¿Que ha asesinado inocentes con tal de seguir en Miraflores? Todos lo hemos visto.
¿Que ha usado el diálogo durante años para oxigenarse en momentos de crisis? Sin duda.
¿Qué más quieres que te diga de ese engendro? Estoy seguro de que muchos calificativos se me han quedado por fuera del listado.
No obstante, te pregunto: ¿te dije algo que no supieras? No creo.
He ahí la diferencia. Todos sabemos quién es Maduro. No nos cabe duda de lo nociva que ha resultado su existencia para la historia de la humanidad, sabemos que su cartel de mafias busca acabar con el continente y que toda esta crisis ha sido provocada de manera intencional.
Ante esta crisis, en enero llegó una esperanza que tiene nombre y apellido: Juan Guaidó.
En aquel momento este medio publicó un editorial estupendo en el que se unía a la ola de esperanza. En esas líneas se afirmaba: “Venezuela ya tiene su gran hombre, ese que siempre necesita la historia para torcerla y forjarla. Los Churchill, los De Gaulle, los Reagan y los Guaidó”.
Estuvimos en Cúcuta. Vivimos el concierto, nos emocionamos con la llegada del presidente, madrugamos el 23 de febrero y nos insolamos esperando el éxito de una operación titánica que prometía la victoria. Fracasó Guaidó y sentimos que con él habíamos fracasado todos.
Tristemente, lo que quedó en Cúcuta fue un hervidero de corrupción que hasta hoy no ha sido esclarecido.
El PanAm Post se casó, como casi toda Venezuela, con una ruta: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Una ruta que solo un valiente podía consolidar.
No obstante, después del 30 de abril nos dimos cuenta de que esa ruta había sufrido graves desvíos, hasta que el 15 de mayo el gobierno interino decidió volver a una mesa de negociación.
¿Qué esperaban? Me pregunto constantemente.
¿Querían que los periodistas permaneciéramos ocho meses ilusionados y callados, confiando en que ellos estaban resolviendo la crisis?
No, ese no es nuestro papel. Nosotros tenemos que hablar, opinar, investigar (como lo ha hecho extraordinariamente el editor en jefe de este portal, Orlando Avendaño) aunque el resultado de nuestro trabajo rompa nuestra esperanza poco a poco y nos haga caer en cuenta de que no estamos cerca de lograr el cese de la usurpación.
Lo dejé claro en una columna semanas atrás titulada “Ciérranos la boca, Guaidó“, en la que confesé mi secreto anhelo de que el presidente encargado haga que me trague mis palabras y me arrepienta por haber dudado de su ruta. Pero conforme pasan los meses tengo que confesar que tener razón no me llena de orgullo, sino de rabia.
Nosotros no estamos aquí para atacar a Guaidó, sino para exigirle que cumpla con lo que le prometió a Venezuela en enero. De Maduro nadie espera nada.