Sentado en una arepera de Miami acompañado por “agentes del G2” reflexiono sobre ese término que desde la cómoda ignorancia es esgrimido por quienes exigen de la oposición venezolana “unidad”.
Quienes ignoran los problemas de fondo, afirman que Maduro no ha caído porque la oposición esta fragmentada. Eso es mentira.
No obstante, antes de desmontar la farsa, tendríamos que explicarle a los ignorantes o ingenuos que no todo aquel que se hace llamar opositor efectivamente adversa al régimen de Maduro.
Vamos a hablar con nombres: Leopoldo López, Henrique Capriles, Julio Borges, Henry Ramos Allup, Edgar Zambrano, Manuel Rosales y Stalin González conforman el G4 (grupo de 4 partidos que han secuestrado las facultades otorgadas por la constitución a Juan Guaidó).
Sea por prebendas, sobornos, tratos por debajo de la mesa, afinidades ocultas o estupidez, este conglomerado partidista se ha encargado de enfriar cualquier iniciativa popular de rebelión.
Entre los hechos oprobiosos que se les imputan figuran: regalar triunfos electorales y desconvocar manifestaciones (Capriles Radonski), tener negocios ilícitos con un régimen al que dicen adversar (Ramos Allup), buscar estrategias de cohabitación con las mafias con tal de llegar al poder (López Mendoza), propiciar falsos diálogos para oxigenar al régimen y traicionar la esperanza puesta en ellos con todo descaro (todos los anteriores).
Si bien este grupo no es la verdadera oposición, tampoco lo es ese puño de descarados, que ni siquiera finge desprecio y pacta con el régimen en una mesa de diálogo con tal de enriquecerse a costa de la tragedia. A esos los llamaremos directamente “hijos de puta” (Zambrano, Falcón, Fermín, Bertucci, entre otros).
Por último hay una oposición minoritaria en términos partidistas y de Congreso, pero que dice entender con mayor tino la naturaleza de este conflicto y lo que se debe hacer para resolverlo (plomo). Esa oposición la encabeza María Corina Machado junto a Antonio Ledezma y Diego Arria.
Es justamente este último grupo al que Juan Guaidó utilizó a principio de año para hacerse de prestigio y finalmente despreció para poder seguir la ruta que le marcó el G4.
Entonces entra la duda: ¿por qué la oposición venezolana no se une? Bueno, permítame, querido lector, explicarle que la “oposición” venezolana está tan unida como puede y debe estarlo.
Los tiranos están unidos entre tiranos (en eso que llaman la MUD/FA), los descarados con los descarados (en la mesa de la Casa Amarilla) y los radicales están unidos en una estructura partidaria que apenas nace pero crece a paso firme.
Es justamente esa unidad la que obstaculiza el camino a la libertad. Ciertamente, la unión es necesaria. Pero el problema radica en el propósito por el cual existe esa comunión de ideas.
Para proteger sus intereses económicos y a sus amigos chavistas, la “unidad” ha servido a la perfección. Para monopolizar el apoyo internacional y evitar que una alternativa de mayor coherencia tenga respaldo extranjero, también han servido muy bien. Esos señores prefieren tener al país sumido en la crisis hasta lograr un pacto que les convenga en su afán de plata y poder.
Sentado en esta mesa de Miami entiendo que nosotros, los periodistas “radicales”, somos parte de la unidad buena. De esa que expone sus diferencias pero lucha en torno a un propósito definido: sacar del poder a Maduro y a sus cómplices (rojos, azules, blancos, naranjas, amarillos o verdes) para siempre.
Esa es la unidad que sirve. La unidad incómoda, pero coherente.