María Corina Machado reapareció en 2020 con un mensaje que da un diagnóstico atinado, pero propone una solución que aún es difusa y requiere una pronta definición.
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— María Corina Machado (@MariaCorinaYA) January 9, 2020
“Es difícil saber quién es corrupto y quién es decente”
Mi primera impresión al escuchar esta frase es de absoluta sorpresa, pues a mí no me resulta difícil entender que los nombres ligados a la corrupción dentro de la oposición son bastante evidentes. No obstante, recuerdo que hace tan solo un año mi manera de pensar era radicalmente distinta.
Pensaba que algunas figuras opositoras a las que hoy no quiero ver ni en pintura eran guerreros libertarios que aguardaban el momento de atacar. Hoy sé que eso no es así. Que algunos de esos “guerreros” han decidido que su lucha debe darse desde una cómoda cohabitación y que sus intereses económicos son prioridad a pesar del sufrimiento de quienes confiaron en ellos.
Si yo estaba equivocado hace un año, evidentemente hay sectores que siguen considerando a todo el que se pare en una tarima con una bandera y diga enfrentar al régimen como un dechado de virtudes o una suerte de mesías criollo que merece apoyo incondicional.
Me temo, estimados fanáticos, que el apoyo en este punto debe ser absolutamente condicionado. No se puede apoyar a Guaidó, a Leopoldo o a Capriles solo porque den muestras eventuales de valentía. No se les puede defender por las luchas del pasado si en el presente ellos encarnan la agonía de la lucha política mientras el régimen criminal que gobierna Venezuela se fortalece.
A quien le resulte difícil entender que la corrupción ató de pies y manos a quienes en otra fecha consideramos héroes, le invito a analizar fríamente el escenario actual y darse cuenta de que los cálculos fallidos (o convenientes) de estos señores son los verdaderos culpables de que la mafia siga instalada en Miraflores.
De nada sirve apoyar a Guaidó, si la ruta de Guaidó no pasa por el uso de la fuerza. La política no saca a criminales, pero los criminales sí han logrado instalarse en la política.
“Hoy la gente no quiere saber nada de política”.
Más allá de aquellos que militan en los partidos y están dispuestos a atender convocatorias de sus dirigentes, la ciudadanía ha decidido enfocarse en salir adelante en medio de las dificultades.
Ahora la propuesta de Guaidó incluye cabildos (sí, los mismos que se lanzaron hace un año) y una marcha hacia la Asamblea Nacional el próximo martes. No dudo que en las estrechas calles del centro de Caracas la militancia logre hacer ver una asistencia numerosa, pero más allá de eso, el pueblo se cansó de acompañar a la clase política.
“Por la plata no los hemos sacado del poder”
Si queremos un ejemplo concreto de cómo el dinero se ha encargado de mantener al régimen en el poder, basta con recordar las cartas de buena conducta emitidas desde la Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional, denunciadas por la directora de Factores de Poder, Patricia Poleo.
Diputados “opositores” puestos al servicio de los testaferros con el fin de verse librados de las sanciones estadounidenses mediante dictámenes que los exculpaban de los crímenes por los cuáles podrían ser imputados.
Dinero. Siempre dinero. Este ese el caso más reciente, pero el historial es amplio.
“Si producto de esta operación corrupta de asalto al parlamento se pierde la Asamblea Nacional se cerraría la vía institucional pero jamás se perdería la fuerza”.
Yo considero que la Asamblea Nacional ya se perdió. Guaidó la dejó perder al aceptar que los diputados chavistas que abandonaron sus curules regresaran al plenario. Él lo permitió.
La constitución venezolana prohibía su reincorporación, pero él decidió omitir la norma y aceptar que los diputados que militan en una organización criminal regresaran a socavar su presidencia.
Pese a las advertencias reiteradas de que permitir ese disparate era un suicidio, Guaidó cedió ante el régimen. Esa decisión, a la larga, fue la causante del caos institucional actual.
“La única institución republicana que quedaba siempre estuvo penetrada por infiltrados y por corrupción”.
Nada más qué agregar.
“Si se pierde la Asamblea Nacional no se pierde la legitimidad”
La Real Academia Española define como legítimo aquello “conforme a las leyes”. En Ese sentido, Machado hace bien en aclarar que “en Venezuela no hay ley”, por ende “la legitimidad de nuestra lucha está en el pueblo”.
Sería un gran acto de hipocresía por parte de la Comunidad Internacional decir que la lucha del pueblo no es legítima por no ser originada en el Parlamento. Aquel líder que esté dispuesto a unir la fuerza interna y externa con el fin de sacar a las mafias del poder y rescatar la ley y la institucionalidad perdidas, será legítimo si sigue una ruta contundente e inequívoca.
“Una dirección política no infiltrada”
Machado propone “una dirección política no infiltrada” como alternativa a la actual. Esto parece ser el paso previo a un deslinde total del Gobierno interino (o de sus ruinas).
María Corina ha apoyado a Guaidó a pesar de haber sido excluida de la estrategia y a despecho de quienes le hemos sugerido que le retirara el apoyo tras corroborar los numerosos desvíos en la ruta originalmente propuesta.
Si es ella quien debe asumir un rol de liderazgo en esta nueva etapa, deberá hacerlo en cuestión de semanas. Decirle al pueblo que la ruta de Guaidó se ha agotado y ella propone una distinta será un paso difícil.
Si Guaidó no se aleja de la Mesa de la Unidad Democrática de manera definitiva con el fin de rectificar los errores cometidos, Machado tendrá que pasar del campo de las palabras al de la acción.
De hacerlo, Machado tendría frente a sí las mismas cinco opciones que han tenido Capriles, Guaidó y Leopoldo: la victoria, la cárcel, la clandestinidad, el exilio o el escarnio público.
La victoria se obtendría con una estrategia que logre unir fuerza interna y externa para crear una amenaza real que logre desplazar a los mafiosos que usurpan el poder (Guaidó tuvo la mejor oportunidad de lograr esto, pero la dejó ir para negociar y oxigenar a la dictadura).
La cárcel, la clandestinidad o el exilio son las opciones que quedarían si la estrategia antes planteada no resulta suficientemente contundente.
El escarnio público llegaría si, una vez fracasada la movida, el régimen decide no arremeter contra el líder para que el tiempo se encargue de que la sociedad lo rechace por el fracaso obtenido (Henrique Capriles).
“No a las elecciones parlamentarias con el régimen en el poder”
Es importante decir las cosas de manera clara: el caos actual tiene como propósito presentar a la Comunidad Internacional una alternativa electoral con el régimen en el poder (elecciones parlamentarias).
Todo político “opositor” que se preste al circo electoral que el régimen prepara deberá ser reconocido como colaboracionista de la dictadura. No hay manera de combatir al régimen participando de sus dinámicas criminales.
No se puede participar en unas elecciones amañadas que darán una nueva máscara de legalidad a la tiranía.
“El régimen solo cede ante la fuerza”.
Con marchas no basta. Las protestas son insuficientes. Las Fuerzas Armadas no se van a fracturar.
Sin la fuerza de los aliados, esto no se va a ganar.
“Un corrupto jamás combatirá la corrupción, un infiltrado nos venderá al enemigo”.
Esa frase está dirigida a ti, Juan Guaidó.