
Mi padre llegó a despertarme absolutamente conmocionado.
– ¡Están dando el golpe! ¡Leopoldo López tomó un fuerte militar!
Puesto así, la verdad es que las probabilidades de fracaso parecían escasas.
“Se adelantaron”, pensé. Todos esperábamos la gran marcha para el 1 de mayo.
Me pareció una genialidad. Me paré y puse CNN en español. Empezaba así una jornada desafortunadamente inolvidable.
La primera mentira fue decir que estaban en La Carlota. Lo cierto es que estaban en un puente frente a dicha instalación militar.
Una vez comprobada esa mentira, todo cayó en picada.
La imagen era extraña: Leopoldo y Guaidó parados en mitad del puente, mirando hacia el vacío. Esperaban algo. A alguien. Y se quedarían esperando.
Estados Unidos confirmaría al poco tiempo su conocimiento del plan ejecutado y lanzaron el dato que desató el escándalo: personajes del régimen se echaron para atrás al último momento.
¿Quiénes fueron? ¿Por qué se quitaron?
En medio de la confusión, María Corina Machado apareció en la Plaza Altamira, para apoyar la insurrección.
Una vez perdidas las esperanzas de lograr el golpe con los personajes que habían sido parte del pacto, ordenaron a la multitud desplazarse hacia el oeste de la ciudad. Presumiblemente hacia Miraflores. No obstante, Leopoldo López desaparecería a las pocas cuadras para buscar protección en la embajada chilena y posteriormente en la española.
Una vez iniciada la nueva reclusión de López todos lo entendimos: el golpe había fracasado.
De todo lo que implicó el 30 de abril para la lucha democrática venezolana hay un aspecto que todavía hoy me resulta repulsivo. Escandaloso.
¿Cómo es posible que Estados Unidos auspiciara la negociación entre el Gobierno legítimo y los miembros de un cártel del narcotráfico? ¿En qué país del mundo resulta éticamente válida una negociación así?
El gobierno estadounidense no puede decirnos que Vladimir Padrino López era menos delincuente hace un año de lo que es hoy. Lo mismo aplica para Maikel Moreno.
Sabiendo que eran parte de una estructura criminal, ¿por qué los validaron como actores políticos?
Un año después, tanto Padrino como Moreno aparecen en la lista de los más buscados por pertenecer al Cártel de los Soles. Dicho esto, ¿cómo se habría justificado un gobierno de transición conformado por unos criminales de semejante calaña?
Estados Unidos no ha dejado de sorprenderme con su papel en este proceso.
Al hablar con distintos personajes cercanos al Gobierno interino, todos suelen justificar aquel esfuerzo de cohabitación diciendo: “Estados Unidos nos presionó para hacerlo”.
Yo pregunto: ¿es acaso Estados Unidos la consciencia de Guaidó? ¿Dónde queda la moral de ese gran país si es capaz de sentar en una mesa a secuestrado y secuestrador para que negocien el reparto de las cuotas de poder?
Si bien es lamentable que Estados Unidos apadrinara semejante ocurrencia, es aún más triste que dentro del Gobierno interino no hubiese alguien capaz de decir: “Señores, eso es inaceptable”.
Lo peor de esto es que la historia del 30 de abril no es cosa del pasado. La propuesta, apadrinada por el Departamento de Estado de conformar un gobierno de emergencia con figuras del chavismo que no estén acusadas por narcotráfico es solo una adaptación conceptual del mismo entuerto criminal que constituía el ahora llamado “Leopoldazo”.
Hoy, las acusaciones de corrupción parecen irrelevantes para quienes buscan conformar el gobierno de emergencia. Tal vez porque saben que el día en que alguien decida investigar a los corruptos, los que caerán después de los chavistas, serán los que hoy lucen con ínfulas de dioses la camiseta de Juan Guaidó, el presidente de interino que está dispuesto a salir del proceso de la transición con tal de postularse a la presidencia una vez acabe todo esto.
Qué decepción, Juan. De tu maestro aprendiste a amar la sensación de poder.
Qué decepción, Leopoldo. A tu alumno lo pusiste frente al proceso solo para corromperlo.
A un año del Leopoldazo, todo empeoró.