El 19 de junio, en su octavo y último debate, el Senado aprobó el acto legislativo que condenaría a violadores de menores de edad a cadena perpetua. Este acto reformó el artículo 34 de la Constitución Política que prohibía las penas de prisión perpetua en el país. Aún así, la cadena perpetua continuaría siendo considerada una sanción excepcional.
Al principio cuando este proyecto fue puesto en tránsito en el Congreso la pena sería aplicable a todo culpable de delitos sexuales en contra de menores de edad, pero, hubo un cambio durante el debate. Lo que se terminó aprobando fue que la cadena perpetua se aplique solo en casos en los que se reúnan diferentes conductas que agraven la agresión sexual contra un niño. La norma tuvo una aprobación unánime en el Senado, con una votación de 77 votos a favor y 0 en contra.
A pesar de la acogida de la medida, temo, será poca su eficacia. Gary Becker decía “Los delincuentes son tolerantes al riesgo” haciendo referencia al hecho de que la severidad de las leyes no implica disuasión del delito, más aún en países con baja probabilidad de ser capturados o condenados los delincuentes.
Sí la experiencia de otros sirve de algo, en la India, en el 2013 horrorizados por una serie de casos aterradores en los que se incluía la violación, y asesinato de una niña menor de 8 años, se aprobó la pena de muerte para los violadores. La nueva norma permitía a las cortes incluso condenar a muerte a quienes ya habían sido condenados por las violaciones a niños menores de 12 años.
La realidad es que, a pesar de la severidad de la norma, el número de casos reportados por violencia sexual en la India no disminuyó en lo absoluto, sino que creció. Para el año 2012 hubo 8 541 reportes de abuso a menores de edad, para el 2016 hubo 19 765 casos.
La intuición indica que más que un incremento en los casos de violencia sexual hubo un incremento en el registro, llevándonos a otra triste conclusión: la mayor parte de los casos de violencia y abuso sexual no son reportados, y el perpetrador continua impune, y la víctima en silencio.
La politóloga Jahnavi Sen reportó que en la India, el endurecimiento de la pena, puede poner en mayor riesgo a la víctima, llevando al perpetrador a incurrir en el asesinato para evitar ser delatado y eludir la condena.
Estas enseñanzas son importantes a tener en cuenta en un país como Colombia donde el 95 % de los casos de violencia sexual quedan en la impunidad. En la actualidad un 5 % de ellos ha pasado la etapa de denuncia y solo 1 % termina en condena.
Los políticos suelen legislar y establecer leyes condenatorias especiales a raíz de casos sórdidos e inhumanos. No obstante legislar sobre el caso más escandaloso, aunque popular, podría sesgar los esfuerzos de la ley e incluso beneficiar al perpetrador.
La típica confusión con el abuso infantil que se tiene es que quienes lo perpetran son en su mayoría pedófilos, es decir, adultos cuya principal atracción sexual es hacia niños pequeños. La realidad es que los monstruos como Luis Alfredo Garavito, o Rafael Uribe Noguera, son la minoría. La mayor parte de los abusadores pueden ser parientes de la víctima, compartir un espacio con ella, o conocerla personalmente, lo que hace menos probable que la víctima reporte.
Estos abusadores, a su vez, en la mayoría de los casos son gente perturbada que reporta en repetidas ocasiones traumas provenientes de la infancia, incapacidad de establecer relaciones duraderas con personas adultas, e incluso muchos fueron víctimas de abuso sexual en la niñez.
El Dr. James Cantor, de la Universidad de Toronto, escaneó el cerebro de cientos de pedófilos y abusadores sexuales, y encontró anormalidades en la materia blanca conectiva, lo que podría indicar un “cruce de cables” que provocaría una respuesta sexual en el sistema, en vez de una respuesta parental, al ver a un niño. Sus trabajos han mostrado que los pedófilos tienen más probabilidades que otros hombres de tener algún trastorno bipolar o de ansiedad, ser zurdos o tener un coeficiente intelectual particularmente bajo.
Debido al tabú y la repugnancia que genera la pedofilia este es un trastorno que es muy difícil de diagnosticar, y sus números pueden estar ampliamente subrepresentados. El Dr. Michael Seto, de la Universidad de Toronto, en su estudio titulado “Pedofilia”, estima que alrededor del 1 % de los hombres adultos pueden padecer de este síndrome.
El estudio del Dr. Seto, indica que la muestra de este trastorno puede comenzar a manifestarse incluso en la temprana adolescencia, haciendo cruciales campañas de concientización y prevención del abuso sexual en los colegios.
Poder perfilar estos casos tempranamente, incluso desde la adolescencia, podría ayudar a prevenir la perpetración de más delitos a futuro. Debido al estigma social, y con razón, una persona que pueda ser un potencial abusador se abstiene de contarle a alguien o adquirir ayuda profesional por miedo a una posible sanción social, denuncia o riesgos a su integridad física.
En Vermont, Estados Unidos, desde 1992 opera una línea especial para atender a estos potenciales victimarios, darles guía psicológica, y ayudarlos a obtener control sobre sus estímulos. La línea desde hace una década opera a nivel nacional; países como Inglaterra han seguido el ejemplo y establecido una línea especial para estos casos.
Por el lado de la víctima, uno de sus mayores problemas es que no se le creé, y como muestra la evidencia en Colombia, los casos de abuso sexual rara vez llegan ha ser denunciados. Aunque el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar ya tiene programas dedicados a la atención de la víctima de estos delitos, estos son meramente programas de acompañamiento psicológico.
Los esfuerzos del Congreso colombiano en vez de hacer populismo punitivo, estarían mejor dedicados en agilizar las líneas judiciales de atención a la víctima y enfatizar en brindarles protección una vez la denuncia se presente. Este problema no se resolverá con leyes más duras, sino con el establecimiento de programas que permitan darles voz a las víctimas, y por paradójico que resulte, programas de tratamiento psicológico que atiendan al potencial victimario antes de perpetrar el delito.