Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) sugiere que la pandemia podría aumentar la desnutrición o insuficiencias alimentarias para el 2020, afectando entre 83 y 132 millones de personas —dependiendo del escenario de crecimiento económico—. Las estimaciones van de 4,9 a 10 puntos porcentuales en la caída en el Producto Interno Bruto Mundial. La recuperación esperada en 2021 reduciría el número de personas desnutridas, pero la cifra seguiría por encima de lo proyectado en un escenario sin la pandemia.
690 million people suffer from chronic hunger. As more people go hungry & malnutrition persists around the🌎, achieving #ZeroHunger by 2030 is in doubt.
We must transform our #FoodSystems to make #HealthyDiets affordable.
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#SOFI2020 pic.twitter.com/Y0x1ZZHeJw— Food and Agriculture Organization (@FAO) July 13, 2020
Según la FAO hay varias formas en que la pandemia puede afectar los sistemas alimentarios. La contención de la COVID-19 ya está generando conmociones tanto en la oferta como en la demanda de los sistemas en todo el mundo.
Por el lado de la oferta, la COVID-19 en sí misma no necesariamente genera escasez de alimentos. Pese a la pandemia, la FAO espera que la producción de los principales cultivos alimentarios —trigo, arroz, maíz y soja— permanezca por encima del promedio histórico en 2020. Aun así, la restricciones impuestas por el coronavirus han creado interrupciones a lo largo de la cadena de suministro de alimentos. Las medidas de contención están limitando la movilidad laboral en áreas que dependen de la mano de obra estacional o migrante y dificultan el acceso a los mercados y el transporte de alimentos —dentro y a través— de los países. Otras interrupciones de la logística podrían detener las nuevas estaciones de siembra.
En lo que respecta a la demanda, se espera que las restricciones masivas a la movilidad en todo el mundo obstaculicen la capacidad de las personas para acceder a los alimentos, lo que deriva en graves recesiones económicas. Esto dificultará el pago de alimentos, especialmente para los grupos pobres y vulnerables. Los países de ingresos bajos y medianos probablemente serán los más afectados, ya que no cuentan con los mecanismos y fondos de contingencia para estimular sus economías y proteger a los más vulnerables. En consecuencia, es probable que una crisis económica mundial —inducida por la pandemia— genere nuevos focos de inseguridad alimentaria incluso en países que no requerían intervenciones previamente.
La estimación del efecto COVID-19 en la seguridad alimentaria conlleva un alto grado de incertidumbre debido a la falta de datos y claridad sobre el futuro de la economía mundial. Los escenarios potenciales pueden tomar diferentes formas, dependiendo del tipo de políticas que se implementarán y el tiempo que tomarán para comenzar a mostrar su impacto. De momento se espera una recuperación “en forma de U”, lo que significaría una profunda recesión seguida de una rápida recuperación a partir de 2021. Dicha recuperación está condicionada a que las segundas oleadas de infecciones no se materialicen o se contengan a tiempo.
Basada en el tiempo del suministro total de alimentos y el crecimiento del PIB durante 1995-2017, la FAO muestra que la reducción del crecimiento del PIB afecta significativamente el ‘suministro neto de alimentos’ en los países importadores, y especialmente en la distribución de alimentos en los países de bajos ingresos con déficit (PBID). La FAO estima que en promedio la reducción de un punto del crecimiento del PIB disminuye el suministro de alimentos en los países importadores netos de alimentos en un 0,06 % —en los países importadores netos de alimentos que no son de bajos ingresos—, y en un 0,306 % en los PBID.
Las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) estiman una contracción mundial del 4,9 % en el PIB para el 2020, seguida de una recuperación del 5,4 % para el 2021. Estas proyecciones se utilizan para construir el índice de prevalencia de desnutrición (PD) en tres escenarios.
El primer escenario, construido usando como referente el escenario base del FMI, que asume una caída del 4,9 % y una rápida recuperación del 5,4 %, estima que para el 2020 el número de personas con desnutrición incrementaría en 83 millones, pasando de 695 millones en 2019 a algo más de 778 millones para 2020.
Un segundo escenario, menos optimista, pronostica una recesión más profunda contrayéndose el PIB mundial un 7 % y una recuperación menos ambiciosa del 3,3 %. Bajo este escenario se espera que para el 2020 la cifra de personas con desnutrición incremente en 103 millones de personas.
El último escenario, el más pesimista, asume un colapso de la economía que llegue a tasas negativas de crecimiento del -10 %, y una recuperación prácticamente nula del 0,3 %. Estima que más 132 millones de personas podrían caer en estado de desnutrición, incrementando la cifra a 828 millones. Las expectativas de recuperación disminuirían el número de desnutridos a 766 millones, que seguirían siendo 62 millones de personas —más de las que ya padecen esta desgracia en el mundo—.
En varios países del África subsahariana y del Medio Oriente debido a los conflictos armados y la inestabilidad política se había dado un incremento en el número de personas que afrontan inseguridad alimentaria. Con la expansión de la COVID-19 —sin lugar a dudas— se ha empeorado esta tendencia, que según la FAO requerirá los esfuerzos conjuntos de los gobiernos y la comunidad internacional para llegar a una pronta recuperación.