EnglishAl final, un destello de introspección, incluso de duda. Es 1956; Ernesto “Che” Guevara está a bordo del Granma, junto con 81 combatientes revolucionarios, con destino a Cuba. Mira hacia el otro lado de la nave, donde Fidel y Raúl Castro están sumergidos en un debate. ¿Se habrá imaginado que, 60 años después, la pareja de hermanos aún estaría gobernando la isla que los ayudó a conquistar?
Pero antes de alcanzar estos pocos segundos de reflexión, primero tenemos que ver las dos partes de la película biográfica sobre el revolucionario argentino, estrenada en 2008 y dirigida por Steven Soderbergh. A pesar de las cuatro horas de duración, apenas revela aspectos de la vida interior del Che Guevara: su procesos de pensamiento, sus complejidades, su vida familiar, su tan bien documentado lado oscuro.
En Cambio, Che ofrece dos fuertes —aunque disparejas— películas que recrean con fidelidad los movimientos de la guerrilla en la niebla. La primera parte, El Argentino, muestra a Guevara, encarnado por un creíble Benicio del Toro, avanzando sobre la jungla cubana para derrocar el régimen de Fulgencio Batista. Establecen escuelas, reclutan como voluntarios a campesinos entusiasmados y ocasionalmente interrumpen sus abrazos viriles entre camaradas para descarrilar trenes e ingresar a ciudades coloniales para llenarlas de balas.
La segunda parte, Guerrilla, es marcadamente más oscura. Un asmático Che camina apesadumbradamente a través de descoloridos paisajes para llevar la revolución a Bolivia: un intento que termina con su vida. a manos de fuerzas dirigidas por la CIA.
Es cierto que el estilo visual de Soderbergh es atrapante, el enfoque del cinéma vérite hace que el espectador se sienta parte de la acción, particularmente en los desesperados días finales del Che, antes de su captura.
Solo otra película de guerra
El director ha defendido el estrecho alcance del filme. Son “películas de guerra”, dijo; los otros aspectos no le interesaron. “Estaba interesado en hacer una película procedimental sobre la guerra de guerrillas”, explicó. Sobre la acusación de que le restó importancia a las muertes producidas por el Che, Soderbergh mostró la misma impenitencia: “No hay cantidad de barbarismo que hubiese satisfecho a las personas que lo odian”.
Sin embargo, cualquier largometraje que se atribuya reflejar un retrato realista de los hechos debería ser juzgado tanto por lo que incluye como por lo que omite. Quizás la decisión de Soderbergh de no incluir los cinco meses durante los que Guevara dirigió la prisión de La Cabaña, donde supervisó decenas de ejecuciones, puede ser excusada al considerar que Soderbergh no buscaba mostrar al Che como “un burócrata”.
Igualmente notorias son las omisiones a las múltiples ejecuciones que el Che llevó a cabo personalmente en la Sierra Maestra —incluida la de Eutimio Guerrra, sospechoso de pasar información al enemigo. “Acabé con el problema con una pistola del calibre 32, en el lado derecho de su cerebro… Sus pertenencias ahora son mías”, escribió Guevara en su diario tras el episodio.
El guión, sin embargo, no tiene problema en dejar a un lado la historia sobre la guerra para mostrar al Che brindando entrevistas y hablando ante la Asamblea General de la ONU en 1964, con su diatriba contra el imperialismo estadounidense. Allí, Guevara obtiene el tratamiento de una estrella, a pesar de que el director afirma que uno “no puede hacer una película sobre un tipo que sostiene esa especie de igualitarismo duro y luego aislarlo con primeros planos”.
Otra omisión destacada son los 18 meses que pasó Guevara luchando en la actual República del Congo. Liderando un contingente de asesores cubanos, el Che dejó atrás sus responsabilidades y famila en Cuba para prolongar la sangrienta rebelión de Simba. Las luchas internas y las enfermedades ya se habían cobrado una gran cantidad de vidas, y Guevara fue persuadido de no permanecer allí y luchar hasta su muerte.
“No podemos liberar solos a un país que no quiere luchar”, escribió en ese momento, aunque su desafortunada expedición boliviana sugiere que el Che no aprendió la lección. ¿Por qué omitir los eventos en el Congo? Quizás porque sugiere aún mas que el dogmatismo, e incluso el egoísmo sanguinario, eran más prioritarios que las cuestiones pragmáticas de su objetivo declarado de exportar la revolución a todo el mundo.
El sobreviviente
Este es uno de los períodos más fascinantes y complejos en la vida de Guevara, que tanto detractors como defensores se beneficiarían si lo conocieran. Sin el, las películas, a pesar de sus puntos fuertes, dejan un sentimiento plano: tan bidimensional como la infame imagen de Alberto Korda.
En mi opinión, la película, y la continua polémica en torno al Che, se enfoca en el hombre equivocado. Un estudio mucho más interesante podría hacerse del hombre que derrocó a una dictadura para reemplazarla por un sistema unipartidista.
Un hombre que amenazó con apuntar misiles soviéticos al enemigo yanqui solo para comenzar conversaciones décadas más tarde, que encarceló a excamaradas como Huber Matos y supervisó la masacre del Remolcador 13 de marzo que llevaba a refugiados cubanos con destino a Florida.
¿Qué llevó a Fidel Castro a tomar, o autorizar, cada una de estas decisiones? ¿Sintió alguna vez algún remordimiento, o conflicto, entre sus nobles ideales del Movimiento 26 de Julio y la dura realidad de un cargo no electo? Mientras las empresas estadounidenses preparan su retorno a la isla caribeña, ¿qué cree Castro, de 88 años, que su revolución ha logrado?
Estos son los tipos de preguntas que deben ser respondidas en una película: ni una hagiografía ni una película difamadora, mostrando lo bueno y lo malo. Es algo bueno para Hollywood que ahora puedan importar cigarros cubanos: necesitarán muchos de ellos.