Durante su discurso en la inauguración de la vía Pifo-El Colibrí, en Ecuador, el Presidente de la República dijo como crítica a los empresarios:
Se creen ejemplo. ‘Producimos el 90% del empleo nacional’. ¿Y se han empobrecido con aquello o fue por negocio? ¡Sí, fue por negocio; no hicieron ningún favor a nadie! ¡Tan solo lucraron! Así que se los agradecemos pero no son ejemplo de nada. ¡Ya basta de tanta prepotencia, de tanta arrogancia!”
Aunque escuchar eso de un Presidente parezca un chiste de mal gusto, es algo real y triste que se está viviendo en el Ecuador de hoy en día. Rafael Correa habla de que lucrarse es malo; de que generar riqueza es malo y que los empresarios deberían empobrecerse dando empleo. Eso es comunismo puro y duro.
En Ecuador, para eliminar la pobreza necesitamos generar cada vez más incentivos para que se cree más riqueza; no disminuirlos. La riqueza es que todos nosotros seamos capaces de satisfacer nuestras necesidades y eso se logra creando dichos incentivos para atraer inversión y ahorro en un ambiente de libre mercado.
Diría que el prepotente y arrogante es Correa, creyendo que él y otros burócratas encerrados en una oficina pueden manejar, controlar y direccionar las acciones y decisiones de 16 millones de ecuatorianos y, de paso, creen que eso es lo mejor para todos.
Una persona que busca luchar día a día para ganar dinero (lucrarse) por la razón que sea, tal como mantener a su familia, asegurarle un futuro a sus hijos o asegurarse un mejor futuro para sí mismo, no está mal. De hecho, necesitamos más de esta clase de personas que no le temen al dinero, sino que al contrario, siempre quieren tener más para seguir saliendo adelante. Eso es alguien con mentalidad de rico.
Debemos rechazar a esos políticos mercantilistas y socialistas que hablan de proteger y darles privilegios a ciertas empresas a costa de todos nosotros.
Sin embargo,también se puede ser rico con mentalidad de pobre. El mejor ejemplo es el presidente Correa, quien a pesar de haberse comprado dos aviones; y celebrar reuniones y fiestas cada semana en el Palacio de Carondelet, aún parece que siente repulsión por el dinero. Es como la típica historia de unos hijos cuyo padre tenía mucho dinero, que sintieron que no tenían necesidad de producir más dinero y, por lo tanto, no se esfuerzan y usualmente terminan quebrando los negocios de su padre.
Así, el actual presidente de Ecuador, después de tener más fondos que ningún otro en la historia del país, demuestra una especie de repulsión por el dinero y el progreso, que ha provocado un país en crisis, sin reservas y con una deuda que quién sabe cuándo terminaremos de pagar.
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Hay grandes diferencias entre ser pobre y tener mentalidad de pobre. Lo primero es un asunto de recursos; lo segundo es una ideología.
Tener mentalidad de pobre tampoco es pensar o sentir como las personas de escasos recursos. Mentalidad de pobre es esa gente que le tiene miedo, asco o repulsión al dinero; y eso sí que le hace mucho daño al país.
Que un Presidente tenga mentalidad de pobre, es decir, que trate de mostrar como algo malo que las personas quieran lucrarse de su trabajo y/o de su inversión, explica por qué con su “impuestomanía” ha buscado quitarnos de nuestros bolsillos tanto dinero como pueda para así mantenernos pobres.
Es una falacia decir que todos los empresarios crean trabajo solo para lucrarse. Es uno de sus incentivos, claro está, así como uno de nuestros incentivos para trabajar es ganar dinero también. Todos queremos lucrarnos. Todos queremos ganar dinero por la razón que sea, pero a un empresario muchas veces no es esto lo único que lo mueve.
[adrotate group=”7″]El placer también lo encuentran en crear plazas de trabajo; en saber que su negocio sirve para que un padre, una madre o un joven tengan un sueldo y con eso puedan tener algo más de progreso en su vida; en sentir que sus productos satisfacen alguna necesidad de sus clientes —ya que por algo se los compran. Probablemente el Presidente del Ecuador pasó mucho tiempo encerrado en las universidades leyendo a Marx y no le alcanzaba el tiempo para conversar con las personas y enterarse de estas cosas tan sencillas y cotidianas.
Es por esto que a la Presidencia de ningún país deberían llegar aquellos políticos que —en teoría— odien el dinero o que les resulte repulsivo que la gente quiera ganar dinero. Tampoco deberían llegar quienes dicen apoyar el progreso, pero que no hablan de oportunidades para todos sino que solo terminan ayudando a sus amigos. Debemos rechazar a esos políticos mercantilistas y socialistas que hablan de proteger y darles privilegios a ciertas empresas a costa de todos nosotros.
En Ecuador necesitamos un cambio. Un cambio que hable de oportunidades y trabajo; que hable de mayor libertad y de menos trabas, para que haya mayores incentivos de invertir y crear dinero en nuestro país.