Deseo comenzar esta nota con una pregunta del último párrafo de la anterior, cuando me preguntaba para qué regresaría Guaidó sin tener una respuesta a nuestra crisis. Y tal vez la pregunta estuvo mal formulada. Ya Donald Trump le dijo al mundo en el State of the Union que se ocuparía inmediatamente de nuestro problema. Más oficial que eso, imposible. Obviamente no dijo cómo lo haría pero seguramente le facilitó información a Guaidó y a su equipo en la Casa Blanca fuera de cámaras. Aquí me voy a permitir un ejercicio de inferencia lógica, ya que no estuve allí ni tengo informantes al lado de Guaidó que me puedan indicar qué va a pasar después de que Guaidó regrese a Venezuela.
Pienso que, lógicamente, en la Casa Blanca se tuvo que haber abordado el fracaso total hasta la fecha en lo que a sacar al régimen de Miraflores refiere, y eso debido a las equivocaciones opositoras. Ellas, a su vez, se deben en gran parte a los problemas que confronta el gobierno interino de Guaidó, ya que es sujeto al arbitrio de cuatro partidos que, cual saco de gatos, operan contradictoriamente y dificultan tener una estrategia coherente frente a este régimen de malandros. Todos ellos tienen los más variados intereses, como querer mandar antes de haber salido del régimen. Es de hacer notar que Venezuela es el único fracaso no resuelto de la política exterior de Trump, luego de los éxitos fulgurantes de China, Corea del Norte y Siria. Y a ese gringo no le gusta perder. ¿Recuerdan el “you’re fired!” (“¡estás despedido!”) del programa televisivo de Trump? Creo que algo de eso le pasaría por la cabeza.
Sin ser injerencista, Trump debe haberle “sugerido” a Guaidó y a su gobierno interino una estrategia completamente alineada con lo que el gobierno norteamericano ya ha anunciado: cero elecciones de ningún tipo con Maduro en el poder y cero cohabitación con el régimen. Eso se parece mucho a lo que nosotros, desde lo que se ha llamado “oposición radical”, hemos gritado hasta el cansancio y es una línea que coincide con lo que han insistido María Corina Machado en Venezuela, y Antonio Ledezma y Diego Arria en el exterior. En otras palabras, un cambio de 180 grados en lo han venido haciendo y que ha fracasado.
De haber sido esta la “sugerencia” de Trump, no debe haberle agradado a Guaidó, más propenso a la línea de la doctrina de los “enclaves autoritarios” de Henry Ramos Allup, y comprometido hasta los tuétanos con ese partido. ¿Sería esa la razón por la cual AD y UNT no dijeron nada del apoteósico recibimiento de Guaidó en el discurso de Trump en el Congreso de Estados Unidos? La visita de Guaidó podría estar marcando el comienzo a un reordenamiento de la oposición en Venezuela.
Me preguntaba también que Guaidó no podría regresar para seguir haciendo lo mismo que en 2019. Si esa situación continuase sin mayores desarrollos, el resultado sería el mismo que el año pasado: pérdida total de credibilidad y convocatoria. Y eso ya no puede pasar más. Trump no estaría haciendo este esfuerzo de respaldo como el desplegado esta semana sin que haya una contraprestación en resultados concretos en la dirección de la caída del régimen. En consecuencia, la estrategia de Guaidó a su regreso a Venezuela tiene que ser distinta so pena de ser abandonado por nuestro principal aliado. De alguna manera, el gobierno norteamericano –inferencia mía– debe haberle hecho saber a Juan Guaidó en su visita oficial que de seguir por la vía que lleva, lo abandonaría. Entonces la lógica indica que las cosas tienen que cambiar, y cambiar radicalmente.
Llevando el ejercicio un poco más allá, Guaidó tendría entonces que acercarse en los hechos a la línea de aquellos que pensamos que no pueden haber más negociaciones ni elecciones con los delincuentes y enfilar hacia estrategias y acciones que complementen el camino estadounidense de “secar” el régimen, porque si algo quedó claro en esa visita es el compromiso de los Estados Unidos con el pueblo venezolano de quebrar y aplastar al régimen de Maduro en el corto plazo.
¿Cómo se haría eso en la práctica? Separando al gobierno interino del G4, haciendo valer la independencia del presidente encargado de sus ataduras partidistas (que no es solo de su partido sino del resto de la coalición) y creando espacios para la presencia seria y oficial de las individualidades políticas que dentro y fuera de Venezuela han tenido la misma línea de Trump (así se disgusten quienes aún creen que yendo a unas elecciones Maduro los dejará “conservar los espacios”). Lo que sucede ahora mismo en la Asamblea Nacional es un claro ejemplo de eso. A su regreso, Guaidó deberá encabezar una “nueva oposición” que excluya los factores cohabitantes y negociadores de elecciones abiertamente, dando espacio seriamente a la línea de oposición radical cuyo único objetivo es expulsar al régimen y apartándose de la gente que le ha hecho mucho daño. Eso depurará la oposición generando credibilidad y confianza a los Estados Unidos.
Lo anterior definirá quien está y quien no está seriamente con el desalojo de Maduro del poder, enviándole un claro mensaje a la administración de Trump de que sí se puede garantizar la creación de condiciones objetivas inmediatas en Venezuela para la caída de Maduro. En este punto someteríamos a la consideración de quienes conduzcan esa nueva realidad política opositora, la propuesta de ANCO a favor de una consulta popular plebiscitaria, ya no como una fórmula para lograr el compromiso de la comunidad internacional para intervenir, sino como el detonante político fundamental y de máxima fuerza para que el pueblo venezolano exprese constitucionalmente su respaldo unificado a favor de quienes conducen el proceso para la recuperación de la libertad y su rechazo más categórico a quienes han destruido nuestro país. Ese sería el “you’re fired!” definitivo a Maduro, ya no por decisión de Donald Trump sino por la voluntad de todos los venezolanos.