![La caída del Muro de Berlín representa el milagro de que un nuevo comienzo siempre es posible. ()](https://es.panampost.com/wp-content/uploads/ft-muro-berlin.jpg)
EnglishYa varias veces he tocado el tema de los muros y su creciente omnipresencia, pero en una semana —el 9 de noviembre— se cumplen los 25 años de la caída del Muro de Berlín, “el emblema icónico del miedo y división” en palabras de Sonia Hirt.
Como lo recuerda El Mercurio del 2 de noviembre, miles de alemanes orientales fueron hasta los cruces fronterizos y demandaron el paso; los guardias se abstuvieron de intervenir mientras secciones del muro fueron derribadas por la gente que empezó de celebrar.
¡Qué momento más emocionante y trascendente! La determinación humana, la realización de la necesidad más primaria y la complicidad repentina de los guardias selló lo que en aquel momento era el triunfo de la libertad: una posibilidad de un nuevo comienzo en la historia, sin muros, y por lo tanto sin mundos divididos y exclusiones.
Según Hannah Arendt, una de las pensadoras más celebres del último siglo, la libertad, más que el fin de la política, es “un sentido”. Referirse a la libertad como sentido implica que la libertad es y debe ser un hilo conductor, una condición necesaria de un ejercicio político y el punto de partida para la realización de otros objetivos políticamente saludables.
Se trata sobre todo de la libertad en su dimensión evidente a los ojos del mundo —la libertad que Isaiah Berlin denomina negativa. Es la libertad de expresarse, de moverse, de actuar sin ser impedido ni restringido por fuerzas exteriores, de estar en el mundo. Por esa razón, los muros en sí, que escinden los espacios de aparición y por lo tanto hacen a los que están por el otro lado invisibles e inexistentes, son en su esencia violentos.
Para Arendt, cada nuevo comienzo, cada actuar desde la libertad, en el reconocimiento de la igual libertad del otro (incluida la manifestación de las diferencias, incluso ciertas desigualdades bajo el signo de la pluralidad), implica la posibilidad de un milagro.
Nosotros podemos ser autores de milagros humanos cuando emprendemos un actuar juntos, cuando abrazamos la libertad y el estar en el mundo del otro.
Lo central en esta concepción del milagro es su humana y terrena precedencia. Es por ello que los ángeles de una obra maestra de Wim Wenders, Las alas del deseo, sobrevuelan la Berlín dividida por el “muro de la vergüenza” compasivos pero impotentes, desesperados por no poder cambiar el curso de la historia. Estos seres celestiales, que solo los niños en su inocencia logran ver, comprenden que la llave a la gran historia —y la historia de cada una de las personas— se encuentra en la fuerza humana, imperfecta y frágil.
Sí, nosotros podemos ser autores de milagros humanos cuando emprendemos un actuar juntos, cuando abrazamos la libertad y el estar en el mundo del otro.
Entonces, en el aniversario del milagro de hace 25 años escojo no hablar de los muros materiales, sino de los que invisible y metafóricamente crecen y nos dividen en planos políticos, sociales, económicos, culturales y personales.
A pesar de que esta fecha coincide con el triste anuncio del Ministerio de Interior británico de poner fin a la participación de este país en las operaciones de búsqueda y rescate de migrantes en el mar Mediterráneo, yo decido dejar constancia, no de una queja, sino de una eterna posibilidad y oportunidad de comenzar de nuevo, de ser nosotros gestores de milagros humanos, aún cuando frente a los acontecimientos mundiales es tan fácil dudar de ellos.
Esa es mi voz en contra del nihilismo, la pasividad y el cinismo en que parece irresistible naufragar. Propongo que este 25.° aniversario sea un recuerdo de algo no solo históricamente solemne, sino también de algo que todavía puede inspirar a actuar en pos de la libertad, de la pluralidad, de un espacio por compartir, que son conquistas en un proceso interminable de realización.
La libertad se cultiva, se renueva y se reafirma en un compromiso, ya que es solo a través de ella que nos elevamos y alcanzamos otras metas que la propia libertad nos pone en el horizonte.