En este tiempo, el término “fascista” y sus derivados -particularmente la abreviación “facho”- se usan tan a la ligera, que exponen el desconocimiento histórico de quienes lo dicen, más cuando se distancian a sí mismos del concepto y lo dicen de manera insultante. Desconocen cómo encarnan el discurso del padre del fascismo moderno, Mussolini. Con cada vez mayor frecuencia, grupos auto-proclamados “anti-fascistas” boicotean tanto eventos como cátedras universitarias de quienes proclaman fascistas, por el mero hecho de discrepar con sus posturas. Comenzó con la persecución política, luego ideológica, racial y ahora -por último- la científica.
Tal fue el caso de dos profesores de biología de la universidad estatal Evergreen en EE.UU. cuya renuncia fue exigida tanto por parte de estudiantes como por varios compañeros de trabajo. Bret Weinstein y su esposa Heather Heying fueron perseguidos por no adscribir a las normas supuestamente “igualitaristas”.
En el mes de mayo grupos de estudiantes convocaron “un día de ausencia”, donde nadie de grupo racial blanco podía estar presente. Es decir, una campaña abiertamente racista. Si hubiese aplicado a cualquier otro grupo étnico, racial, cultural o nacional, clausurarían la universidad entera. Pero sucedió lo contrario, quienes no adhirieron fueron despedidos por presión de los estudiantes.
Pero la protesta no se limitó al campus, se extendió a las inmediaciones. De acuerdo a un reporte policial, grupos de estudiantes paralizaron el tránsito para interrogar quién estaba en el interior de los automóviles. O sea que perfilaban a las personas por su composición genética y eso les garantizaba acceso o no al lugar.
Heying relata lo sucedido en un reciente artículo de Wall Street Journal. Se titula: “Primero vinieron por los biólogos”. Hace un paralelo y adapta el primer verso de un poema surgido durante el Nazismo, donde la persecución política, ideológica y racial fue paulatina. La bióloga resalta cómo la presión de ciertos grupos de estudiantes cuestionaba el vocabulario utilizado en las cátedras, como genética y fenotipo, alegando que promueven el racismo.
No obstante, los estudiantes no ven racismo ni contradicción alguna en impedir el acceso a estudiantes y profesores en base a los mismos términos que rechazan: genética y fenotipo. Es decir, de acuerdo a estos activistas, mencionar la existencia de rasgos en una clase de biología -sin adjudicar propiedades morales ni adjetivos- promueve el racismo, pero negar el acceso a las aulas basándose en dichas características, no.
Por ello en la plataforma digital Intellectual Takeout publicaron un artículo esta semana donde revelan los parecidos entre el discurso de Benito Mussolini, padre del fascismo moderno, aliado del Nazismo en la Segunda Guerra Mundial, y el proceder de las agrupaciones que se proclaman anti-fascistas.
Mussolini dijo: “Todo lo que he dicho y hecho en estos últimos años es el relativismo por intuición. Si el relativismo significa desprecio por las categorías fijas y los que afirman ser los portadores de la verdad objetiva inmortal… entonces no hay nada más relativista que las actitudes y la actividad fascista… Del hecho de que todas las ideologías tienen el mismo valor, que todas las ideologías son meras ficciones, el relativista moderno deduce que todo el mundo tiene derecho a crear para sí su propia ideología y a tratar de imponerla con toda la energía de la que es capaz”.
A través de la relativización de las ideologías, de su equiparación –tal como dicta el padre del fascismo- quienes se autoproclaman antifascistas pueden relativizar y – al estilo posmoderno y estructuralista- “resignificar” conceptos y apodar fascista a quien se oponga a ellos y llamarse a sí mismos opositores del fascismo, aunque encarnen su mismo proceder, política y discurso.
Entonces la escritora pregunta: “¿La lucha moderna de Antifa contra el fascismo está realmente luchando por el fascismo sin darse cuenta?”
Si tomamos en cuenta la lucha de las agrupaciones Antifa tanto hacia la libertad de expresión como el libre comercio, la siguiente frase de Mussolini se alínea: “El fascismo rechaza frontalmente las doctrinas del liberalismo, tanto en el campo político como económico”.
Asimismo, en La doctrina del fascismo, escrita por el dictador fascista en conjunto con Gentile –considerado como el filósofo del fascismo- dice: “Siendo anti-individualista, la concepción fascista se pronuncia por el Estado; y se pronuncia por el individuo en cuanto éste coincide con el Estado, que es conciencia y voluntad del hombre en su existencia histórica. El liberalismo negaba al Estado en interés del individuo particular; el fascismo reconfirma al Estado como verdadera realidad del individuo. Se pronuncia por la única realidad que puede ser una cosa seria, a saber, la libertad del Estado y del individuo en el Estado. Ello, en razón de que, para el fascista, todo reside en el Estado, y nada que sea humano o espiritual existe fuera del Estado.”
Al igual que los jóvenes militantes que se llaman a sí mismos “anti-fascistas”, el fascismo de Mussolini y Gentile repudiaba el legado del liberalismo y consigo la capacidad del individuo a considerarse como tal. Estos jóvenes agrupan y prejuzgan a las personas de manera colectiva. Por ser de x o y raza, les adjudican determinados comportamientos. Por distar de su filosofía política, les llaman fascistas; aun cuando pregonan ideas contrarias al fascismo (como quienes abogan por el libre mercado sin intromisión del Estado).
Por ello resulta necesaria la crítica de estos grupos a la ciencia, pues todo marco objetivo afecta el análisis subjetivo y por ende interpretativo de los hechos, al que los significados e incluso las acciones. Basta con decirle fascista a alguien para que se le considere como tal y por ende sea válido que pierda su trabajo e incluso agredirle. No importa lo que haya pregonado históricamente el fascismo, importa el discurso imperante. Tampoco importa la coherencia, pues en una misma marcha pueden protestar contra el racismo mientras expulsan a las personas por su raza; asimismo ondean a la par la bandera del comunismo y el símbolo de la anarquía.
En contraposición, la defensa de la libertad de expresión, y consigo los espacios de debate que brindan evidencia y un contraste a estos estilos argumentativos, se vuelven cada día no solo relevantes sino necesarios para que los horrores del pasado no solo no se repitan sino que no se puedan “resignificar” sin un cuestionamiento adecuado.