En medio de una reunión pequeña situada en un aula de la biblioteca de la Universidad de California, sede Santa Cruz, activistas irrumpieron con consignas de rechazo hacia los integrantes. Los reunidos eran Republicanos Universitarios. Para los manifestantes, ser republicano implica no solo ser racista sino supremacista e incluso fascista y nazi. Como tal, exigieron —tanto en redes sociales como en persona— que al grupo se le niegue el derecho a expresarse y a reunirse.
El líder de la convocatoria contra el grupo de estudiantes republicanos fue Haik Adamian. Convocó en redes sociales a sus compañeros para irrumpir la reunión personalmente.
Escribió: “Supremacistas blancos, simpatizantes fascistas de los republicanos universitarios se están reuniendo en la biblioteca McHenry, salón 0332. ¡Todos sepan de esta violenta actividad racista que ocurre todos los días en este campus!”.
Agregó:”Necesitamos un movimiento de personas en este campus querechaza el “derecho de asamblea” y el “derecho a la libertad de expresión” de los supremacistas blancos y fascistas”.
Uno de los estudiantes presentes ni siquiera era republicano. Se puso de pie y lo aclaró. Está inscrito como votante del partido demócrata. Dijo que estaba intercambiando ideas, que es “lo que se supone que debes hacer en una universidad“. Es decir, el joven, a pesar de no compartir las mismas ideas que el resto del grupo, apeló a la libertad de expresión —que sus coidearios niegan— para rebatir a sus oponentes.
El líder de los manifestantes intervino gritando: “porque los comunistas no son unos malditos racistas”.
Pero esto dista de la realidad, el excomunista Nathaniel Weyl tiene un libro sobre el tema titulado: Kark Marx: racista. Ahí se pueden encontrar múltiples citas del padre del socialismo científico; donde el Estado se apropia de los medios de producción desarrollados bajo el capitalismo para luego poner en marcha la dictadura del proletariado, dando lugar al comunismo.
Por ejemplo, sobre los mexicanos dijo lo siguiente: “¿Es una desgracia que la magnífica California fue confiscada de los perezosos mexicanos que no sabían qué hacer con ella?”
Irónicamente, una de las principales críticas de los manifestantes justamente era el respaldo de varios estudiantes republicanos al muro fronterizo entre EE. UU. y México.
Marx, en una carta a —su coideario e hijo del empresario que financió a ambos— Engels dijo lo siguiente sobre su contendiente ideológico Ferdinand Lassalle: “Ahora me queda completamente claro que él, como lo prueban su formación craneana y su cabello, desciende de los negros que se habían unido al éxodo de Moisés de Egipto, suponiendo que su madre o su abuela paterna no se habían cruzado con un n… Ahora bien, esta unión del judaísmo y el germanismo con una sustancia negra básica debe producir un producto peculiar”.
Quien compiló las citas mencionadas de Marx en un artículo fue el profesor de economía Walter Williams. La censura en la última cita de Marx es porque en EE. UU. ni se dice ni se escribe la forma despectiva para referirse a los negros. Políticamente Williams, que es negro, se identifica como libertario conservador, como tal es abiertamente crítico al socialismo y toda forma de intervencionismo.
Mientras que, quienes aducen ser defensores de los pueblos indígenas y —dicho en las palabras del líder de los manifestantes que buscan censurar a sus compañeros de estudios— “personas marginadas”, pretenden que haya más control estatal; incluso sobre lo que se dice, cómo y cuándo se dice.
No obstante, desconocen lo que sucedió con los aborígenes de Rusia en el tiempo de los soviéticos. El pueblo nómada de los samoyedos que por siglos se ha dedicado a cuidar del venado blanco arriba del círculo ártico; por ende en la parte más fría del país, fue negado a seguir con su forma de vida ancestral durante el periodo de colectivización socialista de la década de 1930. Es decir, a cambio de que todos sean iguales, nadie podía ser distinto. El régimen les obligó a dejar sus formas nómadas. A los niños les separaron de sus padres y fueron enviados a internados. Hasta ahora mueren niños cada invierno, pues se escapan en medio de tormentas de nieve para volver a sus hogares.
Los estragos de la colectivización llegaron a todos los sectores. Así como —en sus inicios— gran parte de la cúpula bolchevique fue compuesta por judíos y consigo la revolución rusa, dentro los múltiples procesos de reorganización de la Unión Soviética, hubo varias olas de persecución a judíos, desde la prohibición de su lengua —tanto del hebreo como del iddish— hasta el internamiento en pogromo y por consiguiente ejecuciones sumarias. Pues en el socialismo —tanto el internacionalista como el nacionalista— no se juzga individualmente sino en masa.
Es esta colectivización, de índole socialista, las que ahora cometen estos jóvenes. Prejuzgan y castigan colectivamente, en masa. Estos manifestantes —que no son un caso aislado sino uno cada vez más frecuente— , crean por medio de la dialéctica las condiciones necesarias para que el otro pierda sus derechos.
Exigen por escrito y verbalmente que a sus compañeros de estudios les nieguen sus derechos constitucionales, la primera enmienda que garantiza la libertad de expresión y la libertad de asociación, porque están en desacuerdo con sus ideas. Por ello, pese a que había un demócrata presente, para los manifestantes al defender la libertad de expresión de los republicanos, él pasaba a ser uno de ellos y por tanto debía ser silenciado.
Es decir, le niegan al individuo su cualidad de libre pensador y también a ser un puente de diálogo. Pasa a ser del bando enemigo y por tanto debe ser censurado. Llegaron incluso a increpar al personal bibliotecario por permitir la reunión de los jóvenes. O sea, buscan la censura no solo de parte de los estudiantes sino de la institución educativa. Siendo una universidad, un centro de estudios e investigación, negar el debate resulta una contradicción.
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