Las promesas del populismo seducen al ciudadano como el canto de las sirenas al marinero, que embelezados por lo que escuchan, sueltan el timón y se estrellan después contra las rocas.
En ambos casos, se basa en un mito pero el impacto es real.
El fracaso del socialismo no consiste de sus ejecutores ni sus condiciones geográficas. Es decir, no falla -solamente- en la práctica sino desde la teoría. México no es ni será la excepción. Pero resulta fácil creer en un candidato que ofrece todas las soluciones, como un encantamiento.
Hasta el momento, López Obrador, mejor conocido como AMLO, el eterno candidato de la ultra-izquierda mexicana, lleva amplia ventaja sobre los demás partidos.
Pese a las múltiples advertencias sobre su cercanía no solo teórica sino práctica con regímenes empobrecedores y represores como el venezolano, la mayoría de los votantes mexicanos le eligieron.
Pues todo gobierno que promete una economía centralizada, exige que el ciudadano suelte las riendas de su vida y se las entregue al piloto: el Estado.
Y esa es una postura cómoda para quienes buscan tercerizar no solo sus capacidades sino sus responsabilidades, que el Estado se encargue.
Por eso se ha advertido una vez tras otra el vínculo entre AMLO y Venezuela, no por cuestiones especulativas sino por sus propias declaraciones.
Ya desde enero de este año, se ha visto en las calles de Venezuela publicidad a favor del candidato bajo la consigna “¡Alerta que camina! López Obrador es revolución mexicana” y al final, con letras rojas, el color que caracertiza el legado sanguinario del socialismo, el sello del PSUV: el partido de gobierno venezolano.
Pero cabe destacar que el caso venezolano simplemente es el más actual. La trayectoria roja es más larga en el continente y AMLO también se vincula a ella.
Durante una visita en Chile, AMLO declaró “el ejemplo de Salvador Allende marcó mi vida”.
Su romanticismo pasó por alto un dato que muchos de esta generación desconocen: en la Chile de Allende, había inflación, generada por la emisión sin respaldo y una escasez tal que se formaban filas en las calles a la espera de la llegada de lo más básico de la canasta familiar, como las que vemos hoy en Venezuela. Tanto que tenía grupos armados fieles al régimen que resguardaban los centros de suministro.
Pues como promesa de campaña Allende ofreció subir los salarios un 150%. Cumplió. Sin embargo, el dinero no alcanzaba, entonces imprimió más y más, restando valor al peso chileno.
Esto produjo las primeras manifestaciones masivas de amas de casa con cacerolas, pues pese a tener mayores ingresos, no podían comprar ni los alimentos básicos.
Eso en las ciudades, en las zonas rurales las manifestaciones dejaron un saldo de alrededor de 1.200 muertos. Entonces, el presidente Allende decretó una expropiación sin indemnización de más de 3 millones de hectáreas (una cuarta parte del terreno cultivable) para avanzar con la redistribución de la riqueza, como dicta el socialismo.
No conformes con la cantidad incautada, hubo enfrentamientos armados entre militantes de los partidos que formaban parte de Unidad Popular, además de afiliados al sindicato comunista Central Única de Trabajadores (CUT).
Estos grupos armados ocuparon fincas con violencia. Asesinaban tanto a propietarios como a empleados que se oponían a la entrada por la fuerza de los comunistas. Una vez expropiadas, las dividían entre los militantes de Unidad Popular o formaban cooperativas.
Así, Chile pasó de ser una potencia agrícola exportadora a producir menos del 50% de lo necesario para el consumo interno.
Es que para lograr lo que ofrecen los líderes populistas, es necesario negar a los individuos su autonomía. Lo suyo deja de serlo y pasa a redistribuirse.
Algunos gozan de ventajas temporales que a la larga les terminan por perjudicar, pues la escasez que ocurre cuando la producción pasa a manos de los sindicatos, como pasó en Chile y de los militares como sucede en Venezuela, es lo que logra que el país con las mayores reservas de petróleo haya tenido que importar gasolina nada menos que de su peor enemigo: EE.UU.
Pues cuando hay miseria, algunos hasta pierden la dignidad. Vociferan desde el podio, pero por la espalda hasta tienen gasolineras en el país que anuncian odiar.
Ahora queda contabilizar los votos en México. Por el momento, AMLO lleva amplia ventaja sobre sus rivales. Tanto Meade como Anaya anunciaron su derrota.
Como luce el panorama actual, veremos si la necesidad misma le lleva a AMLO a replantear no solo sus promesas sino sus posturas, aprendiendo de lo que la misma ideología que pregona ha hecho y quienes anuncia como ejemplo ha causado, por el bien de México, los mexicanos y la región.