En medio de la emergencia nacional que declaró el Ecuador, luego que más de medio millón de venezolanos cruzaron la frontera, historias como la de Nelly se repiten. A un mes de dar a luz, enviudó. Tras perder el sostén de su hogar, fue de terminal en terminal pidiendo monedas para llegar a su destino final.
“Al morir mi papá, nosotras nos quedamos sin nada; ya que él era el que trabajaba y nos vinimos para que mi hermanito naciera en mejores condiciones. Porque en Venezuela no hay futuro”, explicó para PanAm Post su hija Yelimar de 18 años.
Durante el viaje de 2.136,6 kilómetros, que comenzó en Maracaibo, estado Zulia, cuando no conseguían dinero, se pararon en la carretera para pedir a los camioneros que les acerquen lo que más puedan hasta la capital de Ecuador.
Luego de varios días, lo lograron. Se acerca la fecha de su primer mes en el país y eso significa que ya deben pagar la cuota de arriendo: $160 dólares, un monto inalcanzable para quien debe transportarse para pedir y además alimentar a una madre que come por dos y a su hija.
Tomando en cuenta que el salario mínimo en Venezuela oscila los dos dólares, cualquier ahorro que hayan traído supera casi 100 veces sus capacidades.
Pese a las circunstancias, el dinero no es la mayor de sus preocupaciones. El hijo que espera Nelly ya está listo para nacer, pero no está en la posición adecuada, por lo cual deberá hacerse una cesárea.
Aunque en los centros de salud de la ciudad hay asistencia gratuita para las pacientes, pagada por los contribuyentes quiteños, el tiempo de recuperación es mayor y requiere más cuidados y por tanto costos que un parto natural.
Como ella, son incontables las madres que cruzan la frontera para alumbrar a sus hijos en condiciones superiores al sistema de salud venezolano.
Pues en Venezuela hay constancia de partos en corredores y sillas de hospitales por falta de infraestructura. También hay quienes han tenido que parir afuera del hospital, en vista que no hay lugar. Por eso, incontables madres, como Nelly migran para dar a luz.
“Vinimos porque mi mamá está por dar a luz y en Venezuela no hay recursos en los hospitales. Decidimos venirnos, ya que no teníamos nada allá y el embarazo de mi mama es de alto riesgo”, explica Yelimar, hija de Nelly.
Es que la crisis de salud es el reflejo del malestar generalizado que ya trasciende la frontera. Por ejemplo, Venezuela ha sufrido varios brotes de sarampión, que había sido erradicada de América Latina en 2016, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), y el virus se manifestó en Ecuador (que no había registrado un caso desde 1996, según la ministra de salud, Verónica Espinosa) con la llegada de un niño venezolano de 5 años el 27 de marzo de 2018.
Si bien el sistema de salud del Ecuador funciona mejor que el venezolano y se les ayuda en primera instancia, no hay garantía de estabilidad para quienes llegan.
De acuerdo al Instituto Nacional de Empleo, de los 12 millones de ecuatorianos en edad de trabajar, 4 millones están económicamente inactivos. Esto suma empleo no clasificado, empleo no pleno, subempleo, inadecuado, no remunerado y desempleo (275.783 ecuatorianos).
Esto equivale al 33% de la población en edad de trabajar. Lo cual repercute sobre los venezolanos que vienen en búsqueda de mejores condiciones de vida.
Sin embargo, pese a la dificultad de las circunstancias laborales, en el 2018 más de medio millón de venezolanos ha decidido dejar todo atrás.
Como Nelly, Yelimar y el varón que lllegará a este mundo el 14 de octubre, aproximadamente, tantos venezolanos nos muestran el rostro del socialismo, del cual los cubanos llevan medio siglo huyendo en balsa y ahora los venezolanos a pie, a dedo, como sea, buscando mejores condiciones de vida, de salud y bienestar.