El 15 de marzo, las calles de España, fueron el escenario de una huelga de estudiantes a favor del planeta, exigiendo que las soluciones ambientales vengan por parte de mayor intervención estatal. Sin saberlo, se volvieron cómplices de la reducción de sus libertades.
La mayoría de los presentes nació luego de la caída del muro de Berlín, cuando el socialismo internacional derrotado volcó su revolución de la salvación del proletariado hacia la salvación del planeta y consigo mayor planificación central para profundizar el control sobre la sociedad.
“Las fábricas y almacenes y las granjas y tiendas de una formación socioeconómica socialista deben coordinarse … y esta coordinación debe conllevar la obediencia a un plan central”, planteó Robert Heilbroner, economista marxista.
Hoy l@s estudiantes llenan las calles para luchar por un sistema económico compatible con la vida y que cuide nuestro planeta, porque no hay otro de repuesto.
Este #FridaysForFuture es el grito de una generación que queremos un futuro verde y morado.
¡Adelante!💜💚 pic.twitter.com/rt0mwZvs1f
— Irene Montero (@IreneMontero) March 15, 2019
En 1990 The New Yorker publicó un artículo en donde anunció “Mises tenía razón”. Ahí confiesa -pese a haber vendido 4 millones de libros de economía marxista- que el socialismo es inviable, citando al referente de la escuela de economía austriaca Ludwig Von Mises.
Tras la caída del Muro de Berlín y consigo la desintegración del telón de acero que mantenía dividido al bloque socialista del mundo libre, los promotores del socialismo se vieron ante la necesidad de reorganizarse con una nueva propuesta.
Sandías: socialistas disfrazados de ambientalistas
Sin titubeos, Heilbroner explicitó que el poder sobre las personas, el dominio, era la razón de ser del socialismo y el ambientalismo sería la forma de lograrlo.
Así nacieron lo que se llaman hoy sandías, como la fruta, son verdes por fuera y rojos por dentro. O sea, ambientalistas por fuera y socialistas por dentro.
El internacionalismo era la aspiración del proyecto socialista, el fin del Estado-nación soberano, a favor de una coalición internacional.
Hoy, a través de diversos organismos, como la ONU, el internacionalismo ya es una realidad.
A través del Acuerdo de París, enfocado al cambio climático, se vive paulatinamente un aumento de intromisión estatal “a favor del planeta”, exigiendo una “redistribución de la riqueza” donde los países más ricos pagaban a los países más pobres para que contaminen menos.
En vista que Donald Trump retiró a los EEUU del acuerdo, fue denominado enemigo del planeta. Al punto que hoy en España es representado como un demonio, lo mismo el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
El Cambio Climático es una industria financiada con fondos estatales
Quedó al descubierto el negocio detrás del Acuerdo cuando Turquía, uno de los miembros del G20, exigió ser considerado como país pobre para recibir los subsidios de los países ricos y así evitar pagar como los demás; de lo contrario, se desvinculaba del acuerdo.
Esto fue a raíz de que EEUU, bajo la presidencia de Trump, anunció el retiro del acuerdo que le costaría a los contribuyentes estadounidenses 2 mil millones de dólares, evitando así que el Acuerdo llegue a su objetivo económico y por tanto exigiría mayores contribuciones de los países industrializados, y aquellos que habían ofrecido exenciones -como Turquía- ahora tendrían que pagar en lugar de recibir dinero.
En cuanto al desempleo, la Casa Blanca anunció que abandonar el tratado evitará la pérdida de 2,7 millones de empleos y frenará un descenso del PIB equivalente a 3 billones de dólares; dadas las reformas y controles que exige.
El enorme gasto, sumado a la pérdida laboral, no valdría la pena plantean, cuando apenas reducirá la temperatura global en 0,05 grados durante el próximo siglo.
Bajo una carga moralista, se silencia a quien se oponga al control estatal
Citando a John Stuart Mill, el ya mencionado Heilbroner planteaba que “los derechos de los individuos a sus libertades al estilo de Mill [se] oponen directamente al compromiso social básico de alcanzar un objetivo moral colectivo y deliberadamente aceptado”.
“Bajo el socialismo, cada voz disidente plantea una amenaza similar a la planteada en una democracia por quienes predican la antidemocracia”, agregó.
Es decir, si el “objetivo moral colectivo” es promover políticas ambientales que requieran restringir la producción e imponer políticas intervencionistas, financiadas por los contribuyentes, deben ser silenciados quienes se opongan.
Ya en la década de 1980, cuando la Unión Soviética estaba por colapsar, la muerte anunciada dio lugar a la obra “Hegemonía y estrategia socialista” (1985) y “Estrategia socialista, ¿dónde sigue?” (1981), publicaciones de los posmarxistas franceses Jacques Laclau y Chantal Mouffe que enrumbaron la gesta socialista de la clase obrera hacia los nuevos sujetos políticos: mujeres, minorías nacionales, raciales y sexuales, movimientos antinucleares y anti-institucionales, etc.”.
Ahí caben los estudiantes que tomaron las plazas españolas.
Cabe resaltar que estas obras son consideradas manuales por parte de Pablo Iglesias a Iñaki Errejón, referentes de Podemos, embajadores en España del socialismo del siglo XXI al estilo bolivariano.
Mañana los estudiantes van a dar un ejemplo al mundo para decir que este sistema económico es incompatible con la vida.
Necesitamos un Horizonte Verde, una gran transformación social y económica que ponga freno al cambio climático.
Por un presente morado y verde. #15MClimático pic.twitter.com/lLGVj9ALJ9
— Irene Montero (@IreneMontero) March 14, 2019
Pues dichas obras encarnan lo que sería y ahora es el socialismo que afrontó la inviabilidad de lograr sus objetivos por medio de la causa obrera. Ahora la lucha por los trabajadores es secundaria.
No importa si millones pierden el trabajo, si es para “salvar el planeta”. Así quedó en evidencia cuando ser parte del Acuerdo de París implicaba desempleo masivo y una campaña financiada con la tributación de la clase productiva, administrada por la improductiva, “por su bien”.
Por ello, no es sorpresa que hoy sea Podemos quien convoca a la marcha. Pues siguen el manual al pie de la letra. Para ellos no existe el individuo, el emprendedor, capaz de generar soluciones, sino colectivos de oprimidos y opresores que necesitan de la planificación central, los unos para ser defendidos y los otros para ser controlados.
Ya que consideran que solo así salvaremos el planeta.
A un mes de las elecciones legislativas (28 de abril), jugar al héroe del mundo frente a quienes no saben que son cómplices de políticas de control, es una estrategia para captar votos.