Murió después de 10 días sin comer ni beber, por orden de un juez, el ciudadano francés Vincent Lambert. Su caso despierta la inquietud respecto al rol del Estado sobre la vida y cuán lejos están los países de la zona para dar pie a acciones similares, donde un juez es capaz de condenar a muerte a un inocente.
El caso ha causado conmoción en el mundo, al ver cómo este hombre que no podía hablar ni caminar por su condición de tetrapléjico, producto de un accidente, lloró en cuanto le retiraron el alimento.
Aunque en Francia la eutanasia no es legal, la esposa de Vincent alegaba que él quería morir y por tanto el Estado debía facilitarlo; mientras tanto, los padres de él apelaron a todas las instancias e instituciones nacionales e internacionales para salvar la vida de su hijo, que no necesitaba de máquinas para respirar ni mantenerse con vida. Es decir, no tenía un cuadro fatal.
Pero aunque Vincent no corría peligro de muerte, un juez ordenó que debía morir; nada menos que omitiendo darle agua y comida.
PanAm Post consultó con Marcos Aníbal Rougès, autor con una visión liberal clásica del Derecho, abogado, profesor universitario, ex juez civil y comercial, sobre el aspecto jurídico de la situación y cómo deja un precedente en materia legal, no solo para la legalización de la eutanasia, sino para la intromisión del Estado en la muerte -y por tanto la vida- de los individuos.
¿Dejar morir de sed y hambre a un paciente cómo califica jurídicamente? ¿Puede seguir juicio la familia?
Dejar morir a alguien de sed y hambre es un homicidio. Hasta tiene un nombre propio de “comisión por omisión”.
Entiendo que la familia puede y debe seguir cuestionando. No existe ninguna legislación que diga que un homicidio deje de ser tal si un juez lo autorizó. Un homicidio autorizado por un juez, salvo aplicando la pena de muerte en los casos previstos, no deja de ser un homicidio. Creo que debe cuestionarse a los jueces que tomaron tal decisión en todas las instancias, y que no hacerlo sería sentar un precedente muy grave.
¿Es válido especular que este caso sirva para normalizar la eutanasia como alternativa a una muerte dolorosa?
Por supuesto. Fue un “Experimento de Milgram” para determinar hasta qué punto los jueces pueden violar los preceptos morales más elementales sin recibir castigo alguno. Y desgraciadamente está teniendo éxito, si los cuestionamientos se acallan ante el hecho consumado del fallecimiento de Vincent Lambert. Más aún, sospecho que el motivo por el cual se sucedieron estos fallos insólitos, fue porque se quiso usar el caso para sentar un precedente.
¿Qué pasa con el sistema jurídico cuando la vida no es un bien supremo y por tanto deja de ser un castigo la privación de la misma?
Francia tiene una muy mala reputación en filosofía jurídica, desde que Rousseau postuló en su famoso “Contrato Social” que los hombres entregaban sus derechos naturales al Estado, quien los devolvía transformados en Derechos Civiles. Fue una manera astuta de negar a los hombres sus derechos naturales inherentes a su propia condición. Y esta visión ha tenido éxito. Prácticamente todos los sistemas jurídicos del siglo XX (Kelsen, Cossio, Olivecrona, Hart, Ross, etc.), desconocen los derechos naturales del hombre. Aún los “Derechos Humanos” proclamados en los Tratados internacionales, se consideran tales por concesión estatal y no por propia gravitación. Muy diferente al reconocimiento que contiene la Declaración de la Independencia americana en el sentido de que son anteriores y superiores al Estado. La consecuencia está a la vista. Todos se consideran habilitados a matar cuando existe una legislación o un juez que lo permite.
¿Qué nos dice la muerte de Vincent Lambert sobre el rol del Estado en la vida de los individuos?
Es un precedente terrible. El Estado se ha arrogado la potestad de decidir si una persona debe vivir o no, y de evitar que otras personas lo mantengan con vida. Ni siquiera se podía suponer que ésa era la voluntad presunta de Lambert, cuyas lágrimas constituyen un idioma universal que todos entendimos.
¿Desde Hispanoamérica, sí vemos a Francia como un futuro inminente, qué nos depara?
Yo lo veo como un mensaje terrible. Como la concreción del “Mundo Feliz” de Aldous Huxley, en donde los débiles y los viejos son vaporizados. Un precedente funesto y una verdadera distopía en ciernes. No olvidemos que todos estamos condenados por la biología a ser futuros Vincent Lamberts.
¿Qué mensaje le daría al lector sobre el valor de la vida en el plano jurídico y el riesgo de dejarlo en manos del Estado?
La visión de que los seres humanos carecen de por sí de derechos individuales por el solo hecho de serlo, sino en la medida en que el Estado los reconozca; implica introducir el Relativismo en el Derecho, y es paradójicamente la otra cara de la moneda del abolicionismo: no existe nada objetivamente justo o injusto, y el Estado es quien define qué conductas (o inclusive qué situaciones) pueden ocasionar la muerte de las personas.
El Estado, y no cada uno, se convierte en el árbitro final de nuestro destino. Sin embargo, el Derecho es lo que nosotros aceptamos como tal. La repulsa generalizada a estos experimentos totalitarios es la única forma de evitar que se conviertan en profecías autorrealizadas. Así como todo el marxismo se funda en el error de la teoría del valor-trabajo, la gran mayoría de la filosofía jurídica moderna se funda en el error del positivismo. Una de las grandes misiones del liberalismo actual es volver a las fuentes de Locke, en el sentido de que el ser humano tiene derechos inalienables a la vida, a la libertad y a la propiedad.