EnglishEl pasado 8 de noviembre, el Presidente Maduro ordenó que las fuerzas militares venezolanas ocuparan Daka, una famosa cadena de artículos electrónicos, y obligó a sus propietarios a vender sus productos a “precios justos”. Los gerentes fueron arrestados acusados de usura, y cientos de venezolanos corrieron hacia las tiendas, haciendo largas filas para comprar productos “en liquidación”. En varias zonas de Venezuela, se perdió el control de la situación y las personas interpretaron estos anuncios como licencias para saquear las tiendas.
Desde su asunción en abril de 2013, Maduro se enfrenta a lo que él llama una “guerra económica”, respondiendo reaccionariamente – hasta ahora. Actualmente, decidió tomar una postura más agresiva, precisamente en vísperas de Navidad y las próximas elecciones municipales.
Venezuela sufre de una seria crisis económica, marcada por una importante inflación y políticas económicas restrictivas, como el control de la compra y venta de divisas extranjeras que sofoca al sector privado. Pero a pesar de este contexto, Maduro todavía cree que las tiendas no tienen justificación para subir sus precios, y decidió enviar a las fuerzas militares a determinar si los comercios están “especulando” o no.
Debido a estas medidas restrictivas y controles, muchas tiendas bajaron sus precios, incluso si ello significa no obtener ganancias. Hace tres semanas, las personas compran lo que quieren en estas tiendas, tanto para su uso personal como para revender los productos posteriormente con una ganancia.
El problema comenzó cuando comercios como Daka recibieron dólares a la tasa de cambio oficial, Bfs 6,3 por dólar, y vendieron sus productos a precios que reflejan el tipo de cambio del mercado negro o “libre” – aproximadamente, diez veces el oficial. De acuerdo con Maduro, estos productos poseían sobreprecios, entonces decidió intervenir y detener a los “ladrones”. Más allá del show mediático, el caso de Daka es parte de un gran abanico de problemas.
La verdad es que el país es cada vez más dependiente de las importaciones, y los comerciantes luchan para superar los enormes controles a los que se enfrentan para importar los bienes necesarios y satisfacer la demanda. Aunque algunos tienen éxito, otros no, entonces terminan acudiendo al mercado negro para obtener dólares para las importaciones. Y, por más que las compañías obtengan sus dólares a la tasa oficial, venden sus productos a precios que son inevitablemente determinados por el tipo de cambio del mercado negro.
Considerando que la brecha entre ambos cambios es cada vez mayor, muchos individuos y comerciantes han tomado ventaja de las oportunidades de arbitraje. Aquellos con acceso a la tasa oficial, artificial, han hecho negocios importando a un precio muy bajo y vendiendo a una tasa muy alta.
Algunos dirían que esto es moralmente incorrecto; otros, que es económicamente correcto, y los negocios siempre se inclinan por obtener el mayor beneficio. De todas formas, en un escenario donde la libre competencia no existe y las regulaciones del gobierno aumentan, son pocos los que alcanzan a tener el poder de decidir qué precios serán considerados “justos”.
Desde la perspectiva del consumidor, el problema llega cuando no hay elección, es decir que debe aceptar el precio artificial ofrecido, especialmente si los bienes escasean. Lo que el gobierno no ve, o no quiere ver, es que a medida que aumenten los controles, y menos libertad haya para la competencia, más poder tendrán estos pocos poderosos en la economía.
Esta dinámica del desbalance no es una novedad en el país. El gobierno lo sabe, pero las elecciones están cerca. El nivel de aprobación del gobierno de Maduro está cayendo, a pesar del uso de las milagrosas apariciones de Chávez. No debería sorprendernos que solo tres semanas antes de las elecciones, Maduro lleve a cabo medidas de venganza económica, al estilo “Robin Hood”, donde él defiende a las pobres víctimas del “capitalismo” de sus altos precios.
Por muchos años, el gobierno ha usado chivos expiatorios como Daka para buscar culpables de su crisis económica, pero esto no es algo nuevo. Lo que llama la atención es el hecho de que los venezolanos parecen haberse acostumbrado a la economía depreciada, sin importar su condición social o afiliación política. Aceptaron la escasez en las tiendas, las largas filas y peleas fuera de los comercios cuando llegan los productos más básicos, los límites a la cantidad de productos que pueden comprar, etcétera.
¿Cómo llegaron los venezolanos a este punto?
Hay muchas respuestas a esta pregunta, pero todas llegan a la misma conclusión: los venezolanos son ahora sumisos, porque se acostumbraron a depender del gobierno. Es una relación con un Estado paternalista donde el buen comportamiento – votos – es recompensado, mientras el mal comportamiento – la oposición reclamando por sus derechos – es castigado.
Es irónico pensar que Maduro, que tiene un punto de vista marxista-comunista extremo, haya decidido combatir el poco capitalismo que queda en Venezuela a través de uno de sus puntos principales: el consumismo. Ahora, los venezolanos tienen nuevos electrodomésticos en sus casas; la Navidad está llegando y se sienten felices al respecto, tal vez lo suficientemente felices como para olvidar el resto de sus problemas económicos y votar en diciembre.
Quizás no se den cuenta de las consecuencias después de esta guerra económica: escasez, negocios clausurados y desempleo. Ahora que nuestro Robin Hood tiene su Ley Habilitante, solo nos queda esperar que tenga un Plan B para lo que llegará después.
Traducido por Sofía Ramirez Fionda.