Los grandes medios argentinos reflejaron el éxito de la visita de Mauricio Macri, presidente de Argentina, a los Estados Unidos, donde el líder de Cambiemos consiguió el apoyo del presidente Donald Trump ante las “reformas políticas y económicas” que encara la Argentina en este nuevo proceso poskirchnerista.
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Si hay algo que macristas y kirchneristas comparten es la existencia de estas reformas. Para los nuevos oficialistas se ha encontrado el rumbo para el desarrollo y el crecimiento, y para los ahora opositores, Argentina nuevamente ha caído en las garras del neoliberalismo yanqui cipayo, vende patria y entreguista.
Pero antes de manifestarse a favor o en contra de las reformas en cuestión habría que preguntarse si realmente existen. La respuesta desilusionaría, tanto a macristas como kirchneristas, es “No”. No hay una reforma ni económica ni política en la República Argentina.
Entonces ¿no cambió nada en Argentina?
Sí. De la mano de “Cambiemos” cambiaron muchas cosas:
Se terminó con la violencia y prepotencia del gobierno. Se acabó el hostigamiento y la persecución a periodistas y medios críticos. Ya no existe la complicidad ante las violaciones de los Derechos Humanos de los socios del kirchnerismo. Nadie sospecha que Macri podría mandar a matar a un fiscal que lo denuncie. Se levantó el absurdo control de cambios y el equipo económico al menos comprende medianamente las leyes de la oferta y la demanda que el último gobierno ignoraba.
Para el lector de otro país no muy familiarizado con Argentina que piense que el último comentario es meramente retórico, le aclaro que una senadora kirchnerista (Teresita Quintela) a la hora de presentar un proyecto de regulación de precios de alquileres argumentó que en Argentina “la Ley de oferta y demanda está corrupta”, por lo que había que dejarla sin efecto. Como si esto fuese poco, también hemos tenido una banquera central (Mercedes Marcó del Pont) que dijo que la relación de la inflación con la emisión monetaria era un “mito neoliberal” mientras imprimía papelitos de 100 como imprenta de best seller. ¿Tengo que comentar los resultados de su gestión? Por si alguien lo necesita… inflación y control de cambios. ¿Tengo que contar si funcionó el control de cambios? No… es mucho…. Bueno, en realidad ya era mucho al momento que se implementó, debido a que fracasó por 4000 años en la historia de la humanidad. Pero bueno… no, no funcionó. Se disparó el mercado negro y lógicamente se responsabilizó a los especuladores en lugar de analizar los delirios económicos a los que nos sometieron.
Entonces… ¿cambiamos?
Más o menos…
Se mantiene el modelo fracasado de “sustitución de importaciones” en todas las áreas de la economía. La inflación no cede porque el déficit persiste y se recurren a paliativos peligrosos como jugar con la tasa de interés y el endeudamiento externo. La presión impositiva es altísima y las regulaciones imposibles limitan el emprendimiento y la inversión. El esquema fiscal sigue siendo centralista y la falta de competencia entre provincias continúa generando distritos dependientes de los fondos públicos mientras que otros son expoliados. El tamaño del Estado no solo no se redujo, sino que se incrementó.
Lo cierto es que cuando uno habla con los funcionarios del gobierno se da cuenta (a diferencia del kirchnerismo por sus problemas ideológicos y conceptuales) que saben lo que pasa, comprenden la problemática y reconocen lo que habría que hacer… pero no lo hacen. Argumentan, con posible razón, que si generan las reformas necesarias en la actualidad, el gobierno no lograría ni siquiera terminar con su mandato.
Por lo tanto, solicitan incrementar las espaldas legislativas (Cambiemos es minoría en ambas Cámaras) y fortalecer al gobierno. Lo cierto es que no hay muchas opciones, porque en la oposición están los defensores de Nicolás Maduro y todo lo que eso significa, política, económica y culturalmente.
Pero esto no quita que no se asuma la realidad. En Argentina no hay reforma, porque no se hizo la pregunta que requiere la salida del kirchnerismo: “¿cuál es el rol del Estado?”
Hasta que no se vuelva al concepto de nuestra Constitución que garantiza el libre comercio, las libertades individuales y delega en el Estado la protección de los derechos individuales, no podremos hablar de una verdadera reforma, ya que continuamos sumergidos en el mismo estatismo agobiante, corrupto e improductivo de siempre.
Claro que el kirchnerismo iba rumbo a la hecatombe y Cambiemos frenó la marcha, pero todavía no cambia el rumbo. Si el gobierno no logra desarmar los cimientos del Estado corporativista y no puede librar la batalla cultural que Argentina necesita, permanecerán las bases intactas para que un próximo gobierno de signo autoritario termine la tarea de Cristina Fernández de Kirchner. ¿Hace falta un desastre total como en Venezuela para que se dé un verdadero cambio? Esperemos que no.