El diputado de la provincia de Buenos Aires Guillermo Castello (Cambiemos) dice lo que piensa. No le importa si está en minoría, inclusive dentro de su propio espacio político. Su voto negativo (único en todo el recinto con una votación que terminó 90 a 1) ante el proyecto de ley que obliga a imponer la cifra de 30.000 desaparecidos en documentos oficiales, lejos de perjudicarlo, lo impulsó a la escena nacional, donde recibió varios reconocimientos en momentos donde prima lo políticamente correcto.
Por su perspectiva liberal, Castello es uno de los más fuertes críticos del chavismo en la política argentina, incluso viajó a Caracas para encontrarse con dirigentes opositores y familiares de los presos políticos.
En una entrevista exclusiva con PanAm Post el diputado argentino destacó la importancia de que la comunidad internacional tome cartas en el asunto: “Si no se involucran ahora se deberán involucrar más en la transición”.
¿Cómo terminó Venezuela sumergida en el desastre chavista?
Sin ser un analista especializado se me ocurre que confluyeron varios factores. Pueden haber sido el hartazgo popular con la clase política en general, el hastío hacia la corrupción de los dirigentes tradicionales, el surgimiento de un líder especialmente carismático y populista, una inusual bonanza económica debida a los altísimos precios que alcanzó el petróleo y que permitió solventar ese populismo. También existió un contexto regional en el que florecieron gobiernos similares, lo que incrementó la legitimidad del chavismo.
¿Argentina pudo haber corrido la misma suerte si el kirchnerismo se mantenía en el poder?
Si se hubiera mantenido el tiempo suficiente no tengo dudas de que sí, aunque creo que se hubiera tardado más porque en Argentina la economía sigue siendo sustancialmente privada y ningún sector es tan determinante por sí mismo como lo es el petróleo estatal venezolano. Además de que aquí tenemos todavía cierta independencia en algunos jueces y medios de comunicación más resistentes a los embates gubernamentales.
De todos modos, años más o años menos, la permanencia sostenida de un régimen estatista y personalista termina fatalmente en dictaduras como las que vemos hoy en Venezuela. Como lo advirtió Hayek hace mucho tiempo en “Camino de Servidumbre”, el cercenamiento progresivo de libertades económicas, que al principio puede pasar desapercibido o incluso ser elogiado por parte de la población, lleva inexorablemente a la supresión de las libertades civiles y políticas.
Dentro de las limitaciones que imponen el lenguaje diplomático y el protocolo, no hay dudas de que la comunidad internacional, y muy especialmente la regional, debe tomar acciones que tengan como objetivo la renuncia de Maduro y el llamamiento a elecciones libres. Para ello se debe subir el tono de condena en las declaraciones oficiales, retirar embajadores, como ya lo ha hecho Perú, y suspender todo tipo de colaboración con el régimen venezolano, sea financiera, militar, etcétera, con la única excepción de la humanitaria. La comunidad internacional debe comprender que cuanto menos se involucre ahora, más se deberá involucrar en la transición que sobrevendrá a la inevitable caída de Maduro.
Evidentemente hay una falencia notable en la explicación y difusión de las ideas de la libertad, a lo que quizás haya que agregar cierta desatención y falta de estudio de los intelectuales y las academias, que hasta hace poco tiempo parecían centradas en la dicotomía democracia versus dictadura y ahora debieran enfocarse hacia la antinomia estatismo versus libertad. Seguramente también influyó el hecho de que el socialismo es mucho más seductor para las clases gobernantes porque les permite legitimar doctrinariamente sus ansias de poder, mientras que el liberalismo, por el contrario, se ocupa de limitárselas.