Cuando el kirchnerismo dejó el poder a finales de 2015, el panorama político no parecía otorgarle larga vida a la expresidente Cristina Fernández.
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La inflación descontrolada, el cepo al dólar, el desabastecimiento energético y la recesión generaban el contexto político ideal para “jubilar” a la exmandataria. Por su parte, los escandalosos casos de corrupción que se destapaban a diario daban a creer que la cárcel estaba más cerca de Cristina que cualquier regreso a la escena política nacional.
Iniciada la gestión de Cambiemos las palabras del flamante ministro de Justicia, a poco de asumir, sobre la idea de que “no es bueno tener a expresidentes presos”, instalaron la sospecha de que el gobierno no estaba interesado en tener a Cristina tras las rejas.
Con el correr de los meses la idea se hizo cada vez más fuerte, y si bien las causas de las que se le acusaban comenzaron a transitar el lento camino de la justicia, con el pasar de los días la idea de Kirchner detenida fue desapareciendo de la tapa de los diarios y del inconsciente colectivo.
Varios analistas políticos coinciden en que pudo haber una orden implícita o explícita del poder político actual para que la expresidente se mantenga en libertad y, por lo tanto, políticamente activa. Su vigencia, sin dudas, le garantiza a Macri la continuidad de un peronismo dividido.
La analogía con Frankestein, el clásico personaje de la literatura de horror que, luego de ser creado se vuelve incontrolable para su amo, establece un supuesto paralelismo con la situación de la exmandataria en libertad y el actual presidente, Mauricio Macri.
La candidatura de Cristina Fernández de Kirchner al senado por la provincia de Buenos Aires le brindó al gobierno una oposición peronista fragmentada en tres espacios: El Frente Unidad Ciudadana, donde se postula la expresidente, el Partido Justicialista, estructura formal partidaria con la candidatura de Florencio Randazzo y el espacio Un País, de Sergio Massa.
Claro que este es el mejor escenario para el gobierno en la elección conocida como “la madre de todas las batallas”, pero esto no le garantiza la victoria.
Si bien la gobernadora, María Eugenia Vidal, es la dirigente política con mejor imagen en Argentina, ella no se postula y en varias oportunidades se comprobó que los votos no se mueven por carácter transitivo. Aunque busque pegar su imagen a la del candidato por el oficialismo, el ministro de Educación Esteban Bullrich, lo cierto es que el gobierno no la tendrá fácil contra la expresidente.
A un mes de las primarias, donde ninguna de las fuerzas mayoritarias debatirá candidaturas internas, las encuestas muestran que los frentes de Cambiemos, Kirchner y Massa podrían estar en números similares, por lo que todavía no hay un claro ganador.
Lo que nadie se anima a descartar, hoy por hoy, es una hipotética victoria de la exmandataria en el distrito donde es más fuerte. Si bien desde el oficialismo destacan que para la mayoría de la ciudadanía, Kirchner representa al pasado, lo cierto es que están preocupados por la actuación electoral de Cristina, en un difícil contexto económico.
En las elecciones para el senado la fuerza mayoritaria consigue dos bancas, mientras que la primera minoría alcanza una. Seguramente el mejor resultado para Macri es el de Cambiemos en el primer lugar y el de Cristina relegada al segundo, ya que de esta manera la expresidente se mantiene “viva” y continúa dividiendo a la oposición. Este resultado dejaría a Sergio Massa como el gran perdedor, disminuyendo sus posibilidades de una exitosa candidatura presidencial en 2019.
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Pero ante la paridad de las primeras encuestas, y las dificultades económicas que enfrenta el gobierno, un escenario donde el primer puesto vaya para la exmandataria no sería descabellado.
De darse este resultado el “Frankestein” del gobierno podría resurgir como la líder de un peronismo reunificado bajo su figura.
Si bien la exmandataria cuenta con el repudio de gran parte de la sociedad, y al día de hoy es difícil imaginar que pueda imponerse en un hipotético ballotage (segunda vuelta) presidencial ante Macri o Vidal, lo cierto es que un peronismo unificado bajo su liderazgo hostil presentaría serias dificultades al gobierno en sus dos últimos años de mandato.