
La década de los 90 bajo la presidencia de Carlos Menem dejó claroscuros para la historia Argentina. Probablemente haya sido el presidente “menos malo” de los últimos 70 años, pero sus reformas, que fueron de necesidad absoluta y brindaron mejoras, no vinieron de la mano de una receta liberal. Se cambiaron monopolios estatales por monopolios privados, mientras la deuda creció en un contexto de aumento de impuestos y déficit fiscal.
En 2001 explotó la crisis, producto del endeudamiento y el déficit, y desde todos los sectores se denunció al “neoliberalismo” como el responsable de todos los males. Sin embargo, las cosas que realmente habían salido mal, nada tenían que ver con las ideas liberales. Todo lo contrario.
Luego de una década de populismo kirchnerista, Mauricio Macri busca (algunos dicen “como quiere”, otros “como puede”) generar algún tipo de reformas para salir del oscurantismo económico que quedó sumergido Argentina. Pero nuevamente vuelven a aparecer las políticas ambiguas, que desde la izquierda se señalan como liberales y que en realidad no lo son.
El ingreso de las denominadas aerolíneas low cost para competir con Aerolíneas Argentinas en el servicio de vuelos aerocomerciales no podrá tener tarifas menores a las que ofrezca la empresa estatal. Es decir, se implementa un “precio mínimo”. Luego de la locura kirchnerista de los precios máximos que generaron faltantes en las góndolas de los supermercados, ahora se escribe un nuevo delirio en la historia económica Argentina.
Las empresas que ingresan al mercado buscarán alguna ventaja comparativa como ofrecer vuelos en 24 cuotas para abrir el esquema de los vuelos comerciales para un nuevo público, hasta el momento impedido de volar por los altos costos de la denominada “aerolínea de bandera”.
Al igual que con las reformas menemistas se perciben algunas mejoras en relación a lo que había antes. En este caso, los nuevos vuelos complementarios podrían ayudar a reducir el déficit de la empresa estatal y seguramente el esquema de cuotas permitirá que nuevos usuarios comiencen a volar.
Pero hay que dejar en claro, como no se hizo en los noventa, que esto no se trata de una reforma liberal ni de mercado. Esto sería liberar los precios y las tarifas sin precios máximos ni mínimos, y que los contribuyentes, sobre todo los más humildes, dejen de pagar con sus impuestos una empresa que les es completamente ajena.