
En la Ciudad de Buenos Aires 30 escuelas secundarias se encuentran tomadas por los alumnos que protestan por una modificación en su currículo, en donde se plantea la posibilidad de que pasen tiempo en alguna empresa haciendo algunas prácticas durante el último año de estudio.
Con la complicidad del kirchnerismo, la izquierda y los sindicatos, grupos de estudiantes, creyéndose amos y señores de los establecimientos, interrumpieron las clases, tomaron los colegios y decretaron que allí no se vuelve a la normalidad hasta que la ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires no los reciba para el acatamiento incondicional de sus demandas.
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Como si este escenario no fuera lo suficientemente delirante, las escuelas en las que no fue implementada la reforma por ser del ámbito nacional, también se encuentran tomadas “en solidaridad” con los compañeros de las instituciones “afectadas”. El cuadro decadente está completo cuando se advierte por televisión que varios comunicadores hacen énfasis en la empatía de el resto de los estudiantes que se someten a un “plan de lucha” para colaborar con los demás chicos.
Cada vez que un periodista pone un micrófono en la boca de un estudiante “en lucha” o en alguno de los padres impresentables que apoyan la causa, las consignas de izquierda y anticapitalistas fluyen como el agua en el río. “Quieren que vayamos a trabajar a empresas”, reconoció una estudiante, como si esto fuese una atrocidad para alguien en el último año de sus estudios secundarios.
Desde los sectores más reaccionarios de la izquierda, este tema se trata como si se tomaran a los chicos de 6 años a la fuerza para ir a trabajar en minas, aprovechando lo diminuto de su tamaño, para que puedan escabullirse en peligrosos agujeros.
Lejos de ser una medida que atente contra la dignidad de los estudiantes, la posibilidad de prepararlos para el mundo que van a enfrentar meses después puede ser una oportunidad de desarrollo. Bajo ningún punto de vista es “trabajo infantil” o cualquier otra estupidez argumentada desde la izquierda.
Más allá del espacio que lógicamente defenderán los socialistas y kirchneristas, lo grave de la situación es que no hay nadie en la política con la dignidad necesaria como para argumentar que lo que hay que hacer es sacarlos a patadas en el culo, retomar las clases, y los padres de los chicos que estén dispuestos a mantenerlos alejados del sistema que “obliga a trabajar”, que los mantengan ellos y les den la educación que consideren pertinente, sin afectar al resto de los estudiantes.