Argentina, a días de las elecciones legislativas, quedó detenida en el instante en que se encontró el cuerpo que seguramente pertenece a Santiago Maldonado. Desde ese momento que no hay otro tema en agenda, al punto que todos los partidos suspendieron la campaña antes del inicio oficial de la veda electoral.
A pesar de que el cadáver encontrado todavía no tiene identificación oficial, quedan pocas dudas sobre su identidad, ya que, además de tratarse de un masculino de contextura como la de Maldonado, tenía puesta la campera celeste que describió el último testigo que lo vio con vida. Igualmente, el dato más concluyente de esta etapa, donde todavía formalmente, no hay confirmación, es el documento de identidad en la ropa perteneciente al desaparecido más buscado de la Argentina.
Pese a que ún no han iniciado las pericias oficiales para determinar la circunstancia de la muerte y lo que pudo haber pasado con el cuerpo desde entonces, el cadáver que seguramente sea el de Maldonado ya hizo una revelación concluyente: Argentina está seriamente enferma y su clase política, en algunos casos, es cuestionable, mientras que en otros, directamente impresentable.
La utilización política que se le dio al caso Maldonado, hasta el momento de la aparición del cadáver, parecía insuperable. Los niveles que alcanzó la politización luego del hallazgo pasaron al punto de lo repugnante.
Ningún actor o espacio político ha mostrado respeto y madurez por la situación. La sobreactuación y la especulación fueron los denominadores comunes que abarcaron a todo el espectro, para un lado o para el otro.
Probablemente la actuación “menos mala” fue la que adoptó el oficialismo. Pero en realidad distó mucho de ser aceptable y con lo único que cuenta en su activo el espacio de Gobierno es que la oposición es mucho más impresentable.
Cuando tuvo lugar la desaparición, el oficialismo, que había demostrado en varias oportunidades un complejo de poder, se fue para el otro extremo (quizás porque la intervención aquí le correspondía a la ministra Patricia Bullrich, seguramente una de las dirigentes de mayor personalidad dentro de Cambiemos) y la historia comenzó con una defensa prepotente y precipitada de la Gendarmería en su conjunto. Cuando las palabras adecuadas hubiesen sido: “estamos investigando todas las hipótesis y posibilidades”, el camino fue la defensa corporativa y conjunta de los gendarmes. Al ver que la investigación se tornó más incierta de lo que el Gobierno pensaba en un primer momento, se tuvo que recalcular, y en una desprololija actitud, el presidente corrió a Bullrich como vocera del tema para poner en la escena al ministro de Justicia y Derechos Humanos, Germán Garavano, que llegó con otro discurso para lidiar con la situación.
La aparición del cuerpo, en la semana de las elecciónes, paralizó por completo al Gobierno. Luego de una serie de declaraciones desafortunadas de Elisa “Lilita” Carrió, que la semana pasada sugirió que Maldonado podría estar vivo en Chile y que tras la aparición del cadáver hizo una insólita analogía entre el cuerpo en el río de baja temperatura y Walt Disney, Macri ordenó el silencio total a todos sus funcionarios.
En las últimas horas es sabido que el presidente ya posee un informe donde se le confirmó la identidad de Maldonado, y es lógico que no digan nada hasta los resultados de ADN, pero el silencio total y la actitud oficial dejó en evidencia una situación de pánico. La aparición del cuerpo manifestó la peligrosa realidad de que el Poder Ejecutivo argentino tiene como prioridad, ante una situación compleja, no cometer errores que lo perjudiquen políticamente, o como se dice en el país “no meter la pata”. Más allá de que la salida del kirchnerismo haya representado una mejora institucional importantísima, el país necesita otras actitudes ante las situaciones difíciles y dejar la especulación política de lado.
Por el lado de la oposición, la utilización política de la desaparición y del encuentro del cuerpo sin vida fue tan deplorable que la actitud infantil y temerosa del Gobierno pasó a ser casi un detalle menor.
Santiago Maldonado, desde el día de su desaparición el primero de agosto, se convirtió en el principal protagonista del kirchnerismo y la izquierda en estas elecciones. El Frente de Izquierda directamente puso la cara de Maldonado en sus banners y afiches callejeros. La consigna de la “aparición con vida” parecía la propuesta de campaña que este espacio pensaba llevar al parlamento. Incluso luego de los buzos encontraron el cuerpo en el río, la izquierda estaba convocando a una nueva marcha antes de las elecciones. La misma familia de Maldonado tuvo que salir a aclarar que no participaría de esta convocatoria, lo cual dejó sin efecto la insólita y desubicada manifestación de los partidos socialistas.
La sobreactuación del kirchnerismo en estos dos meses irritó al electorado independiente, que interpretó que existió una descarada utilización política por parte del sector de la expresidente, que mostró más interés en responsabilizar al Gobierno de la situación que en averiguar lo que sucedió.
Los voceros más extremos del kirchnerismo, como Hebe de Bonafini, llegaron a manifestar insólitamente que la desaparición de Maldonado fue producto de una orden del mismo Mauricio Macri para atemorizar a la población y que no reclamen su plan económico “neoliberal”. En las últimas horas trascendió una imagen en redes sociales con la foto del artesano y la leyenda “vengalo con tu voto” y el logo de Unidad Ciudadana. Si bien no se trató de un afiche oficial, sin dudas salió del sector de los partidarios de la expresidente. Repugnante.
En definitiva, aunque todavía la autopsia no reveló que fue lo que pasó con el cuerpo, la desaparición y el descubrimiento del cadáver sí reveló otras cuestiones importantes: todas las miserias y debilidades de la política Argentina.
Más allá de lo que pase con este caso en particular, el país necesita un serio replanteamiento como proyecto a el largo plazo. La gravedad de una situación así merece un debate más digno del que se da hoy en Argentina. Tristemente el día de hoy lo único que se discute es a quién beneficia y a quién perjudica electoralmente la aparición del cuerpo sin vida de una persona, que hasta el momento de su muerte jamás sospechó que se convertiría en el argentino, tristemente, más célebre de los últimos años.