
Este domingo en Argentina se realizan las primeras elecciones legislativas desde el inicio del Gobierno de Mauricio Macri y su coalición Cambiemos. El presidente cuenta con la ventaja de un peronismo dividido y sin dudas incrementará su número de legisladores en ambas cámaras.
Diciembre de 2015 – octubre 2017: los dos primeros años de Cambiemos
La decisión de la expresidente Cristina Fernández de Kirchner (que no podía competir por un nuevo mandato por motivos de índole constitucional) de armar las listas de candidatos con hombres de su confianza, sin atender al rechazo que generaban en la mayoría de la opinión pública, le hizo perder la elección al peronismo. Las postulaciones de Aníbal Fernández para gobernador de Buenos Aires y de Carlos Zannini como vicepresidente para Daniel Scioli hicieron que el kirchnerismo sólo consiguiera los “votos duros” y Mauricio Macri se convirtió en presidente y María Eugenia Vidal en gobernadora.
En la primera mitad del período presidencial de Macri, la coalición gobernante tuvo que conseguir acuerdos constantemente y postergar varias reformas por la situación minoritaria en el Parlamento. De esta manera, el gobierno tuvo que mantener un constante diálogo legislativo con el sector de Sergio Massa y con el peronismo no kirchnerista. De esta manera se pudo avanzar en cuestiones de importancia, como la salida del default y el acuerdo con los hold out, pero las reformas de fondo siguen postergadas.
Por lo que se vio del resultado de las primarias en agosto, si bien el gobierno puede seguir sin mayoría propia, sin dudas incrementará el número de bancas y el apoyo del electorado, por lo que la oposición “más dialoguista” seguramente decidirá no confrontar con un oficialismo respaldado.
El kirchnerismo en la oposición y el peronismo dividido
A partir de que la expresidente cruzó la puerta de la Casa de Gobierno su capital político se redujo considerablemente. Su círculo de influencia quedó limitado a un sector testimonial de la izquierda, sin caudal electoral propio, y un espacio del peronismo de la mano de algunos intendentes de la provincia de Buenos Aires. En el interior del país la fortaleza de Kirchner quedó en evidente retroceso. Esto se vio en las provincias donde el peronismo tradicional fue en un frente distinto al kirchnerismo, que terminó sacando muy pocos votos.
Un sector del peronismo, que cuenta con exkirchneristas de primera línea como los senadores Miguel Ángel Pichetto o Juan Manuel Abal Medina, ya dejó en evidencia que está interesado en que la expresidente sea parte de la historia y no del futuro. Inclusive, por algunas de sus declaraciones, parecen hasta comprender que probablemente el peronismo no tenga chances presidenciales hasta después de un posible segundo mandato macrista. Para este espacio Cristina representa un problema y no una oportunidad.
La elección en la provincia de Buenos Aires
Más allá de que la primera fuerza consiga dos senadores y la segunda una sola banca, esta elección se gana con un voto y el resultado es más trascendente que un senador más o menos. De resultar primero Cambiemos la lectura política es que Kirchner no pudo ante el delfín de Macri (Esteban Bullrich) en su distrito más fuerte. Si la exmandataria queda relegada al segundo lugar, como hoy indican las encuestas, probablemente el peronismo tradicional se deshaga de ella rápidamente con la válida excusa que si no puede imponerse en la provincia más afín, no debe continuar conduciendo el espacio.
En el caso que Kirchner se imponga ante Bullrich (algunos encuestadores advirtieron que la aparición del cuerpo que podría ser de Santiago Maldonado perjudicó a los candidatos de Cambiemos en la provincia), la exmandataria quedará ungida como la líder de la oposición en los últimos dos años de mandato macrista. Lo paradójico es que esta situación complica más al peronismo que al mismo Macri, ya que el rechazo que genera en la mayoría del país, evitaría cualquier posibilidad presidencial en 2019.
El futuro (2018-2019)
Aunque no lo reconozcan públicamente, los funcionarios del Poder Ejecutivo saben que el país necesita un serio recorte del gasto público y el déficit, una reforma laboral y fiscal e ir hacia un modelo de apertura con el mundo. Según ellos fue necesario este proceso de “transición” o “gradualismo” como para fortalecer las bases y poder encarar las reformas de fondo.
Seguramente el lunes el gobierno cuente con un manifiesto apoyo y con un número más amplio de legisladores. La pregunta que queda por hacer es si se decidirán a hacer el trabajo antipático que requiere el país para insertarlo en la senda del crecimiento, o si el buen resultado los “endulzará” como para continuar postergando estas reformas, con la excusa de que en 2019 podrían conseguir mayoría propia en el Congreso y un segundo mandato.