El diputado argentino de Cambiemos Fernando Iglesias publicó una polémica (y desafortunada) columna en el diario La Nación titulada La propaganda antipolítica de los liberalotes donde critica duramente a los economistas liberales que no le firman un cheque en blanco al macrismo, profundizando el nivel de discusión entre el Gobierno y el espacio liberal.
La tesis del artículo es que las críticas liberales surgen de un espacio que no se interesa por la realidad política y que opina, prácticamente, porque hablar es gratis. Con un tono soberbio disculpa a los “liberalotes” (término despectivo inventado por él que propone reemplazar al tristemente célebre “neoliberal”) de proponer soluciones imposibles para el Gobierno.
A diferencia de la izquierda, que denomina a los “neoliberales” como malvados empleados del imperialismo norteamericano, la figura del “liberalote” creada por Iglesias propone describir a un técnico que tiene algo de razón en sospechar del Estado luego del kirchnerismo, pero que debe considerar las limitaciones reales de sus propuestas.
Por ejemplo, en el artículo Iglesias le pone voz a su liberalote quejándose:
“¡La reforma fiscal es insuficiente! Proclama. ¡Esto puede explotar! Ni se le ocurre que el paquete de reformas tiene que pasar por un Congreso en el que Cambiemos dispone de un tercio de los diputados y un quinto de los senadores; y en el que el peronismo es la oposición”.
Claro que los liberalotes tenemos bien en claro que el oficialismo todavía tiene complicaciones legislativas (por eso la gran mayoría de nosotros les hemos dado el voto, cosa que él reconoce) pero… si ya se sabe que la reforma tiene que ir a ser negociada con el peronismo, ¿por qué no se buscó un plan más ambicioso? Si las contemplaciones se hacen antes de negociar, el resultado será todavía más negativo.
Los liberalotes comprendemos muy bien las limitaciones políticas. Lo que no aceptamos es que desde el Gobierno se avalen las tesis estatistas que nos llevaron al fracaso.
Iglesias debería preocuparse, más allá de las críticas provenientes del liberalismo, que no buscan destruir sino corregir el rumbo, en los mensajes populistas, como el del jefe de gabinete, Marcos Peña, que la semana pasada dijo que la crisis se solucionará con un “rol dinámico del Estado” porque no es posible “esperar” a la reactivación económica.
Palabras como las de Peña no fueron el resultado de una votación perdida en el Congreso, sino una manifestación de una estrategia que busca respaldarse en la creencia populista de la mayoría. Y si Iglesias considera que esa mayoría estatista no permite la base de sostenibilidad política para generar un cambio, ¿para qué existe Cambiemos?
¿Qué pretende cambiar entonces el oficialismo? Porque para estatistas, dirigistas y populistas, el peronismo, al que Iglesias critica, ya se ha mostrado muy eficiente como para querer cambiarlo.