A pesar que las creencias populistas insistan con la dicotomía entre el capital y las necesidades del trabajador, lo cierto es que estamos ante dos aliados inseparables. Paradójicamente, los trabajadores que necesitan más desesperadamente la presencia y el incremento de capital son los menos calificados y los más necesitados. Todo lo contrario a lo que intentan hacer creer la izquierda y el peronismo.
El credo del pseudo “socialismo científico” fue una mala interpretación de Marx en un momento donde, realmente, el trabajador no pasaba por sus años dorados. La Revolución Industrial logró terminar con el mundo donde, para la mayoría de las personas, la vida era el hambre y la miseria. Pero también comenzó con un proceso de duro trabajo, pero como bien leyó el autor del Manifiesto Comunista y del Capital, de condiciones en sus inicios insalubres e indeseables a cualquier ojo de la actualidad.
Lo que Marx no sospechó es que, a pesar del mundo que previó de capitalismo continuado por socialismo, lo que terminó sucediendo fue algo distinto. Pocas décadas después de su muerte, los trabajadores de los países “más capitalistas” comenzaron a tener un mejor nivel de vida que el de los dueños de las minas insalubres que él conoció en vida. Para el momento de la caída del Muro de Berlín, ningún “proletario” de la Alemania Occidental hubiese aceptado vivir en las condiciones que los capitalistas lo hacían en 1867, cuando se editó “El Capital”. La excusa del tiempo transcurrido como para justificar el bienestar no es válida, ya que el mundo precapitalista vivió exactamente igual durante miles de años. Las diferencias abismales radican en la capitalización de la economía y en la propiedad privada que surge con la caída de los poderes autoritarios omnipotentes.
Trabajo y capital
Las etapas precapitalistas se limitaban a la economía de la autosubsistencia y al “trabajo” que se podía conseguir de la mano de los favorecidos por razones de sangre o políticas. Ambos escenarios son extremadamente menos favorables que el de cualquier trabajador de hoy en una economía libre y capitalizada. Las protestas de la izquierda en estos países, en lugar de comparar la situación de los trabajadores con lo que sería su situación sin capital disponible, lo hacen comparando un ideal que vive solo en sus cabezas. En cada manifestación real de supresión del capitalismo el resultado fue tragedia, hambruna y dictadura.
Una economía fuertemente capitalizada hace que una persona sin recursos pueda “subirse” al stock de capital disponible y ser más productivo para sí mismo, para el capitalista y para el prójimo. Un trabajador, que no posea más que su mano de obra, arriba de un tractor (capital) genera una rentabilidad mayor para sí mismo, su empleador y la sociedad, que un propietario que ara con la mano o una pala.
¿Combatiendo el capital?
El día de hoy, en coincidencia con el Día del Trabajador, Argentina celebra el Día de la Constitución, en un aniversario de la sanción de 1853 del texto de Juan Bautista Alberdi. Las cuestiones del capital y de esta constitución en particular se encuentran muy relacionadas. La propuesta alberdiana demostró, en dos oportunidades, las virtudes de un sistema que abraza al capital y a uno que lo combate. La primera muestra fue en su implementación, cuando Argentina dejó de ser un desierto fraticida para convertirse en un foco de desarrollo y atracción para inmigrantes de todo el mundo. Pero como si esto fuera poco, el modelo de éxito de este proyecto político volvió a quedar en evidencia con el cambio de modelo, cuando la Constitución de Alberdi fue reemplazada. El primer peronismo impuso un texto constitucional inspirado en la marchita que invitaba a “combatir” al capital. Los resultados están a la vista.
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Los trabajadores pensantes hoy, agradecemos al capital
Mientras persista la creencia infantil que los trabajadores vamos a incrementar nuestro nivel de vida “combatiendo al capital”, no vamos a hacer otra cosa que seguir disparándonos en los pies. Una economía capitalizada no solo brinda mejores salarios y condiciones laborales superadoras, sino que incrementa las posibilidades de que los trabajadores puedan desarrollar sus propios emprendimientos. Esto lo pueden hacer con capital propio o prestado, cuya disponibilidad también está relacionada a la capitalización de la economía. Ante una economía libre con capital disponible, un trabajador puede necesitar solo de una buena idea para emprender un proyecto que, en poco tiempo, le permita a él incluso contratar trabajadores.
La evidencia está a la vista, depende de nosotros si deseamos mirarla con sentido común o si preferimos seguir creyendo en los espejitos de colores de una ideología resentida y fracasada como el socialismo. Aunque la docritna de Marx y Engels proponía liberarlos del yugo del capitalismo, a los que más dañó en cada implementación, fue a los mismos trabajadores.