Argentina tiene dos serios inconvenientes en la clase política: uno está en el oficialismo y el otro en la oposición. Por un lado, a cargo de los destinos del país, tenemos a un Gobierno timorato. El macrismo ha elegido el camino que denominó como “gradualista” para buscar salir de la pesadilla heredada del kirchnerismo. Un esquema conservador, temeroso de recortes del gasto (y sus consecuencias políticas), que propuso una reducción lenta del déficit. El proceso sería financiado con endeudamiento externo y requería una importante dosis de fe en las inversiones que llegarían por la confianza en el presidente Macri.
Pero para el tercer año de mandato de Cambiemos, como ya había ocurrido previamente en la historia, el gradualismo ha sido un fracaso: la inflación no cedió, el endeudamiento se disparó, las inversiones no cubrieron las expectativas y fue muy difícil la administración de malas noticias. Mientras que la gente vio como se incrementaron los precios de las tarifas exponencialmente, no percibió la contracara de una mejora en la situación económica.
Aunque en cualquier país del mundo el fracaso de un oficialismo se traduce en una oportunidad para la oposición, en Argentina no nos podemos dar ese lujo: la oposición es peor. Sí, aunque la coalición de Gobierno no se anime a hacer lo que debe, y nos haga pagar el precio de esa cara actitud, la oposición directamente no sabe lo que tiene que hacer.
Los problemas del sector de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner son conceptuales. De ahí que no se puede esperar nada positivo. Aunque la mayoría del electorado asocie al último Gobierno solo con la corrupción, lo cierto es que esto, más que un problema en particular, fue la manifestación y el resultado del estatismo que pregonan como ideología.
En el macrismo hay ideas más claras (al menos en el presidente) y cobardía para llevarlas a cabo. Decidirá el lector, al fin de cuentas, si conviene que el kirchnerismo retorne y vuele todo por los aires para ver si finalmente aprendemos o si seguimos apostando a un Gobierno con mas miedo que rumbo.
Mientras pasan los meses y se incrementan los problemas de Cambiemos, más parece que hubiera sido mejor vivir una gran crisis bajo el mandato de Cristina, para que las nuevas autoridades no tengan opción de cambiar el modelo.
Cabe destacar que este comentario no subestima la gravedad de una crisis. En la última, la mitad de los argentinos quedaron bajo la línea de pobreza. Pero cuando la realidad parece mostrarla como único destino, hay que reconocer que es preferible que sea lo antes de tiempo y lo más leve posible.
FMI y los reclamos infantiles
Desde una perspectiva liberal se puede criticar el pedido de ayuda al organismo internacional. Una visión que reclame reformas de fondo es coherente con la negación del endeudamiento, porque propone achicar el déficit por algún lado.
Lo que es insólito, infantil y trágico (ya que hablamos de la oposición de un Gobierno que pierde respaldo día a día), es que la crítica de ir al Fondo no vaya acompañada de ninguna otra propuesta. Es más, que se pida subsidiar las tarifas, mantener a todos los empleados públicos, terminar con la inflación y no hacer nada para reducir el déficit fiscal.
La irresponsabilidad del discurso de la oposición deja en evidencia que no tiene absolutamente nada que ofrecer, más que la propuesta de continuar golpeando a un Gobierno que, para decir la verdad, pareciera tener tendencias suicidas. Habría que preguntarles a los legisladores opositores si no quieren achicar el gasto, pero tampoco imprimir billetes ni tomar deuda ¿de dónde piensan sacar los recursos? Es claro que esta pregunta no tiene respuesta. Pero el hecho de que puedan seguir con este discurso revela cierto comportamiento irresponsable de la opinión pública, que suele ser seducida por espejitos de colores.
Entonces, ¿qué queda?
Hasta hace unas semanas, entre las opciones que se barajaban estaba la de esperar que el gradualismo funcione. La corrida cambiaria de los últimos días y el pedido de auxilio al FMI van descartando este ítem del menú.
Al Gobierno le queda buscar una transición para encarar las reformas que no hizo en diciembre de 2015, cuando dijeron que no tenían “espalda política”. En la oposición dividida, en caso que Macri no cumpla los objetivos, hay dos opciones. Un peronismo que busca diferenciarse del kirchnerismo, que podría ofrecer un programa alternativo, o el sector de la expresidente, que llevaría al país a un desastre de dimensiones venezolanas.
Habrá que esperar cómo se acomodan las fichas de cara a unas elecciones del próximo año que hasta hace un mes tenían un candidato firme para la reelección; pero ya todo es incierto.