Esta semana en Israel se celebró un polémico certamen que tuvo repercusión en toda la prensa internacional. Se celebró el concurso de belleza “Miss Holocausto” del que participaron mujeres sobrevivientes al horror nazi de entre 74 y 93 años. Tras el debate que generó la iniciativa, los organizadores dijeron que lejos de buscar faltarles el respeto a las “concursantes” lo que buscaron es una forma original de homenajearlas. Pero cuando la noticia dejaba de aparecer en los medios del mundo, en Argentina recién empezaba el debate.
Haciéndose eco de la información, un conductor de un programa emitido en un canal estatal de la Ciudad de Buenos Aires, decidió hacer una broma de pésimo gusto que generó una catarata de críticas y repudios. Diego Sucalesca, en el programa “Cuatro Caras Bonitas” del Canal de la Ciudad, se refirió al polémico concurso israelí y a su ganadora de la siguiente manera:
“Tova, de 93 años, es polaca, tiene bisnietos, vive en Haifa, Israel, perdió a su familia de origen en Auschwitz, y participó de este controvertido concurso, no sabemos con qué número”. La reacción en el estudio fue de incomodidad total. Al instante se comprendieron las dos cosas: que el conductor hacía referencia al número tatuado por los nazis a sus víctimas y que la broma no tenía ninguna gracia.
Como era de esperar, el comentario generó un nuevo debate y un pedido de disculpas, pero el tema se abordó de una manera incompleta.
https://www.youtube.com/watch?v=CXJqakKPJ4w
“He firmado una carta hoy en la mañana de repudio a las expresiones. La hemos dirigido al director del Canal de la Ciudad. Vamos a esperar la respuesta y en función de eso y de lo que él manifieste, vamos a evaluar si avanzamos sobre el tema. Nosotros a la banalización de la Shoá la tomamos muy en serio. Consideramos que siendo tan grave la época histórica y los acontecimientos, la muerte de seis millones de judíos no es un tema para hacer chistes”, dijo hoy el titular de la Delegación de Asociaciones Israelitas en Argentina.
Como ocurre usualmente en Argentina, el debate político alrededor de la cuestión fue una oportunidad perdida para tratar un tema que se relaciona de forma directa con uno de los principales problemas: el tamaño del Estado, el descomunal déficit fiscal y por ende los problemas de inflación y deuda.
Mientras que los periodistas, las asociaciones judías y la opinión pública discutía sobre si se “pueden” decir esas cosas en televisión o si le cabe alguna medida ejemplificadora al conductor del programa, la cuestión de que el hecho fue en un canal estatal pasó desapercibida.
El Estado Argentino no sabe como enfrentar su déficit descomunal en todos los niveles de Gobierno. La versión oficial es que un bruto “ajuste” o “recorte” impactará sobre los que menos tienen, por lo que resulta inviable. A la hora de analizar que dependencias públicas podrían ser erradicadas, los burócratas argumentan que cada espacio cumple un rol primordial para los intereses nacionales. Si mañana desaparece el “Canal de la Ciudad” ¿cuál sería el impacto descomunal en los niveles de pobreza? ¿cuál es el rol fundamental que cumple un “canal público” que se emite por cable, donde existen cientos de otras opciones que no financia el Estado (los contribuyentes)?
Mientras que los opinólogos debaten sobre lo que debe decirse o no y las penas que deberían caber, a lo que al fin de cuentas es el uso a la libertad de expresión, nadie pareció reparar en el hecho que todos le estamos pagando el sueldo a los directivos del canal y al conductor en cuestión.
Si el incidente hubiera tenido lugar en un canal privado, la cuestión es simple. Es asunto de los sponsors, de los inversores y del público, que con su libre elección genera los ingresos del canal. Nada mejor que un correctivo de mercado para señalar que algo le ha generado rechazo a la opinión pública. Lo que debió ser parte de este debate es si este canal debe seguir existiendo (sobre todo en medio de una crisis total de déficit, deuda e inflación) y si los contribuyentes debemos seguirle pagando el sueldo a este personaje.