Hasta el mes pasado los sindicatos de taxis gozaban de un triunfo que resultó demasiado efímero. El grupo de presión, luego de perder la primera batalla en la justicia al no conseguir el bloqueo a la aplicación de Uber, había conseguido una ley municipal hecha a medida. Los legisladores de la Ciudad de Buenos Aires (en un proyecto emitido por el macrismo) aprobaron una normativa que sancionaba a los choferes que trabajan con Uber a la pérdida de la licencia de conducir y al pago de multas económicas importantes.
La nueva regulación causó mucho rechazo en los usuarios, que se manifestaron en contra de la norma y respaldaron la utilización de la aplicación. Incluso se generó la costumbre de viajar en el asiento delantero, para que en casos de ser abordados por las fuerzas policiales, chofer y pasajeros manifiesten ser amigos o parientes.
Como era de esperarse, la última palabra la iba a tener la justicia, cuando le toque comparecer al primer chofer castigado por la estadística. La última semana, el Tribunal del Juzgado 7 en lo Penal, Contravencional y de Faltas de la Ciudad, absolvió a un conductor al que se le habría iniciado un proceso por “explotar un servicio sin autorización”. Para el magistrado Javier Buján no existían razones para castigar al conductor que trabaja con la aplicación.
Para Buján, “la conducta es atípica en el marco de la misma, dado que la actividad se constituye en un contrato de transporte privado innominado regulado en el Código Civil y Comercial de la Nación con contratos conexos”. En un grave golpe para los grupos de presión de los taxis, el fallo incluso tomó como ejemplo a la provincia de Mendoza, primera en autorizar las plataformas digitales como método de contratar algún servicio de transporte.
Pero como si este revés no fuera suficiente, hoy los detractores de Uber sufrieron un nuevo pelotazo en contra. La legislatura de Buenos Aires, que aprobó hace poco su normativa soñada, hoy eliminada de facto por un fallo judicial superior que la vacía de contenido, avanzó en una regulación gubernamental que se mete dentro de la potestad de cada taxi. Ahora los taxistas deberán por obligación trabajar con alguna plataforma digital y también tendrán que aceptar, sin posibilidades de rechazo, pagos con tarjetas de débito y crédito.
De esta manera, en una historia que todavía no tiene final a la vista, los taxistas que festejaban hace unas semanas el triunfo de una batalla, terminan el año de capa caída. Por el lado de Uber la situación es la opuesta. La aplicación se convirtió en sponsor de la selección de fútbol y los canales de televisión abierta ya transmiten los spots del servicio. Todo esto gracias a la puerta que abrió la legalización del servicio en Mendoza.