“Algo pasó” dijo el presidente argentino, Mauricio Macri, a la hora de reconocer que las cosas no fueron como “el mejor equipo de los últimos 50 años” deseaba. El flojo desempeño económico de Cambiemos ha generado poca autocrítica honesta y constructiva y varias excusas que tienen un poco de razón, pero mucho de “relato”.
El kirchnerismo, durante 12 años, basó su gobierno en base a su propio relato. Una historia ficticia que explicaba de dónde veníamos, hacia dónde íbamos, cuáles eran las amenazas, los amigos y los enemigos. Una historia de buenos y malos que empezó con nuestra independencia y siguió con el nacionalismo primitivo rosista. El cuento continuó ya en el siglo XX con el radical Hipólito Yrigoyen (lo que servía a la hora de vender “pluralismo”), la historia sesgada con Perón y las medias verdades de los setenta. El fracaso estatista de los ochenta no tenía mención y la demonización del menemismo olvidaba el detalle de que era del mismo partido que ellos y que lo acompañaron en todas las elecciones.
El cuento histórico servía para justificar todas las tropelías en materia de políticas públicas: la inflación era una lucha contra los “poderes concentrados”, los medios no informaban sino que hacían política desinformativa, el gasto público era siempre inversión, y la necesidad de controlar el déficit fiscal no era otra cosa que una postura ideológica “neoliberal”.
Pero con la salida del kirchnerismo, y con el arribo de Cambiemos, no se han terminado los “relatos” a la hora de justificar las problemáticas del estatismo argentino. Es usual escuchar una excusa reiterada en boca de los voceros oficiales a la hora de responder las preguntas incómodas del periodismo. Resulta que la “lluvia de inversiones” que necesitaba Argentina (y que el gobierno esperaba para no hacer el ajuste en el gasto que debía hacer) no llegó por responsabilidad de la expresidente, Cristina Fernández de Kirchner. Es decir, como Argentina no pudo desterrarla del mapa político, el miedo y la incertidumbre al “cuco K” espanta las inversiones.
Pero esta teoría reviste varios inconvenientes. Producto del injustificado optimismo oficial, durante los primeros dos años no se responsabilizó a la exmandataria sobre la pesada herencia, que la tiene como única responsable. Cuando las papas empezaron a quemar, la crisis heredada empezó a formar parte del discurso oficial, lo que hizo que el argumento no sea del todo creíble. El hecho de acordarse del kirchnerismo a la mitad del mandato, con una situación económica peor que la de diciembre de 2015, y la excusa de que los capitales no llegan por temor a un retorno kirchnerista, forma parte de un nuevo relato que no tiene nada que envidiarle al previo, que sufrió Argentina desde 2003.
Entre las dos responsabilidades que tiene el macrismo, que refutarían la tesis del “relato M”, hay que resaltar que:
- Las inversiones no han llegado producto de la falta de reformas estructurales en materia fiscal y de legislación laboral.
- El primer responsable de mantener con vida políticamente a la exmandataria fue el mismo gobierno, que utilizó la polarización como para competir con algo peor y así desviar el foco de las fallas propias.
Si bien es cierto que el temor a la expresidente puede ahuyentar alguna inversión de largo plazo (y que las chances de que regrese se incrementan con la decadencia económica actual), Cambiemos debe una autocrítica más profunda para explicar los motivos que nos llevaron hasta acá. Y después de tres años de mandato, lo primero que se debería hacer es comenzar a mirar los errores propios, que ya hay demasiados.