Cuando el kirchnerismo impulsó las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) en el marco de la última reforma electoral aseguró que se trataba de un salto de calidad republicana. Pero no hay que ser demasiado desconfiado para percibir que algo raro había en una promesa kirchnerista de republicanismo. La herramienta que en teoría venía a democratizar a los partidos no ha cumplido con las expectativas. El fracaso de la iniciativa lo demostró el mismo sector de Néstor y Cristina Kirchner, que no compitió nunca internamente.
Las PASO implementaron una instancia obligatoria previa a las elecciones donde las fuerzas políticas podrían presentar la competencia intrapartidaria. Los ganadores disputarían la elección luego en la “general”. En cierta manera, se podría decir que fue la “estatización” de las internas partidarias. Lamentablemente poco ha cambiado con la iniciativa. Los partidos argentinos han avalado exclusivamente las internas cuando las mismas favorecían a las autoridades, o directamente a los “dueños” de los partidos.
Al ser las autoridades de los partidos o los frentes los que inscriben las candidaturas, no existe un mecanismo directo para que los afiliados o los dirigentes opositores tengan la posibilidad de presentar una alternativa. Por lo tanto, con PASO o sin PASO, si no hay intención de competir, no hay nada que hacer.
El macrismo dice que “hay un líder” y es el presidente
Un sector de la Unión Cívica Radical insiste en que Cambiemos (conformado por el PRO, la UCR y la Coalición Cívica) tenga elecciones internas. Confían que el economista Martín Lousteau puede hacer una buena elección y derrotarlo, o en todo caso, emparejar las fuerzas dentro del proyecto de Macri 2019-2023. El mismo postulante aprovechó un viaje oficial junto al presidente a la India para pedir la interna, cosa que cayó pésimo en el macrismo.
Pero desde el núcleo del Ejecutivo, más precisamente desde el ministerio del Interior, el mismo Rogelio Frigerio desestimó que se esté discutiendo esa posibilidad: “El líder del espacio político es el presidente, que ya anunció que va por la reelección. Hasta el momento no hubo requerimientos para debatir alternativas”, señaló el ministro en conferencia de prensa.
Aunque Frigerio hace referencia a la ausencia de solicitud “en la mesa nacional de Cambiemos”, este dato es capcioso. El radicalismo se encuentra dividido entre los que no quieren complicarle la vida a Macri (más vinculados al Poder Ejecutivo) y los que quieren la interna (radicalismo de la Ciudad de Buenos Aires). Al ser “macristas” los radicales que representan al partido en la mesa nacional, la “solicitud” no se materializa.
El sector que busca la PASO “Macri-Lousteau” sabe que no la tiene fácil. Aunque consiga que el partido orgánicamente pida la primaria (cosa que no se ve del todo clara hoy), el otro socio, la Coalición Cívica, no tiene interés en discutirle la candidatura al actual presidente.
A 6 meses de las primarias, el gobierno buscará fortalecer la imagen de Macri y sortear las complicaciones económicas (sobre todo inflacionarias y cambiarias) para llegar sin grandes complicaciones y discutir un mano a mano con Cristina Kirchner, la enemiga perfecta. Por el lado de la “UCR díscola”, por ahora no hay otra cosa que hacer más que incrementar la presión en el debate público. Macri sabe que necesita del centenario partido para el armado nacional, ya que el radicalismo tiene una estructura en todo el país que el PRO no tiene ni por casualidad. Jamás le interesó el armado político al macrismo, ya que lo considera la “vieja política”. Las prioridades en el día a día pasan por el “marketing de la gestión” y las redes sociales. Pero claro, cada dos años hay elecciones y ahí hay que ver la forma de suplir la falencia.
Las candidaturas locales y legislativas de la UCR son la garantía de la presencia territorial y fiscalización el día de las elecciones. Y si todo se define por un escueto margen, tener a un fiscal por mesa puede hacer la diferencia a la hora del conteo de los votos. El presidente lo sabe y comprende que no puede prescindir del aliado, que en más de una oportunidad le da dolores de cabeza.