El actor argentino Gerardo Romano se cruzó con un grupo de inmigrantes venezolanos en un programa televisivo, donde se vivió un acalorado debate. Como otros referentes kirchneristas, Romano ya no se anima a defender abiertamente la dictadura de Nicolás Maduro, por lo que adoptó el discurso de la “no intervención” como para mantener la complicidad con el régimen.
De más está decir que esta postura no es honesta, ya que lo que hoy hay en Venezuela no es un gobierno al que puede ser removido democráticamente mediante elecciones libres. El chavismo se ha convertido en un autoritarismo insoportable y asesino, y Nicolás Maduro en un dictador tan improvisado como salvaje. Además que el régimen está sostenido por otros países como Cuba, China, Rusia y Turquía, por lo que la posición de la “no intervención” es una falacia total.
Romano expuso un supuesto caso de “gatillo fácil” por parte de la policía argentina contra un miembro del Partido Comunista que se manifestaba en favor del chavismo, pero los venezolanos que estuvieron en los disturbios en la Embajada durante esta semana contradijeron la versión del actor. Nervioso, discutiendo con el grupo de exiliados, Romano mostró la hilacha del doble discurso del “progresismo” nacional: “Lo único que falta es que ustedes opinen de la Argentina siendo inmigrantes”, resaltó exaltado.
La indignación de los venezolanos era mayor y todos coincidían en una cuestión: que Romano debía viajar a Caracas para presenciar por él mismo las atrocidades del régimen y las miserias de un pueblo oprimido.
“Yo no defiendo a Nicolás Maduro, no lo conozco”, repitió el actor kirchnerista para fundamentar su cuestionable postura. Sin embargo, no hay que ir mucho al archivo como para encontrar las contradicciones de Romano. Este año, el actor participó de un acto kirchnerista en la ciudad de Avellaneda en respaldo del régimen de Maduro, donde interpretó a Juan Domingo Perón.
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“Váyanse de acá, bolivianos de mierda”: El antecedente de Hebe de Bonafini
El “progresismo” hipócrita tiene varios antecedentes dentro del kirchnerismo. El doble discurso de Romano no es novedad dentro del espacio que se quiere abogar la representación de la diversidad y la tolerancia, pero que en el fondo representa todo lo contrario. En 2009, con Cristina Kirchner como presidente, un grupo de inmigrantes bolivianos arribó a la Plaza de Mayo con el ataúd de un joven fallecido a manos de la policía bonaerense. Las Madres de Plaza de Mayo se encontraban allí, como todas las semanas, y la líder del grupo no dejó que esas personas permanezcan allí con el cuerpo sin vida de Juvelio Pérez. Sin dudarlo, Hebe de Bonafini se acercó con sus seguidores para, literalmente, correr a las personas que estaban dando luz sobre un tabú para el kirchnerismo: los abusos policiales. “Váyanse de acá, bolivianos de mierda. La Plaza es nuestra”, gritó Bonafini delante de varios testigos. La actitud le costó por entonces una denuncia por “discriminación”.