La expresidente Cristina Fernández de Kirchner (CFK) ha dado un vuelco importante en su comunicación estratégica. El discurso combativo de los inicios de su nuevo frente, Unidad Ciudadana, parece haber llegado al final. Luego de declaraciones extremas sobre reformas constitucionales, la exmandataria parece haber elegido un nuevo rumbo para las últimas semanas, antes de la oficialización de los frentes electorales para las primarias.
Ya en la presentación de su libro Sinceramente, Kirchner hizo referencia a su exjefe de Gabinete, Alberto Fernández, que se mostraba entre los asistentes, una vez más, cerca de CFK. Fernández había presentado su renuncia cuando Cristina decidió redoblar la apuesta en su enfrentamiento con el grupo de medios Clarín. Desde entonces, acompañó a Sergio Massa, al que asesoró desde el rol de jefe de campaña. Su retorno a las filas de la expresidente se dio por la puerta grande. Cristina lo nombró en La Rural en más de una oportunidad y el exfuncionario se robó los aplausos de la misma platea que lo había insultado y tratado de traidor cuando abandonó al kirchnerismo, todavía en el poder.
El resurgimiento de Fernández, ahora como vocero “oficial informal”, coincide con el alejamiento de Leopoldo Moreau, que supo ocupar ese rol durante los dos primeros años de Kirchner como referente opositora. Aunque estuvo presente en el acto de la presentación del libro, es claro que el exradical ya no es el “elegido” por la jefe para representarla públicamente.
En los últimos días, Alberto Fernández se presentó en varias entrevistas televisivas con una nueva estrategia. En lugar de hacer referencia a una líder iluminada, en sintonía con la tradición kirchnerista de siempre, el exfuncionario encara la situación de una manera completamente diferente: la critica duramente, luego la humaniza y finalmente la vende como la “candidata arrepentida”.
“Cristina mató el debate”, “Cristina se equivocó”, “Cristina se llenó de aplaudidores”, “Cristina duda”, “Cristina es humana”, son algunas de las frases que Fernández saca de la galera ante la sorpresa de sus entrevistadores, a los que va llevando hacia su clímax comunicacional posterior. Cuando estos muerden el anzuelo, el exministro remata: “Cristina cambió, aprendió”. La justificación que utiliza para argumentar en este sentido es su presencia a cargo de la vocería: “Si Cristina no hubiese cambiado, “¿para qué me habría llamado a mí que soy muy crítico con ella y no le digo lo que ella quiere escuchar?”, les pregunta a los comunicadores en el marco de la nueva estrategia.
Alberto Fernández no la tiene fácil. Intentará venderle al electorado a una autoritaria redimida y, a su vez, buscará hacerle espacio dentro del peronismo para forzar una gran interna, con la exmandataria adentro. Ayer, por primera vez en 15 años, Cristina pisó la sede central del Partido Justicialista y sus referentes ya salieron a marcar la cancha en los medios: piden que el peronismo federal, alejado de la figura de CFK, se presente a competir en las primarias de agosto.
Por ahora, los gobernadores y el senador Miguel Ángel Pichetto no quieren saber nada. El jefe de la bancada en la Cámara Alta peronista dijo incluso esta mañana que si vuelve Cristina, “las listas de legisladores las va a armar el Partido Comunista y La Cámpora”. Por ahora, la gran primaria para elegir candidato dentro del peronismo con todos adentro está muy lejos. Pero si la “estrategia Alberto Fernández” y el discurso moderado se profundiza, el espacio de los gobernadores va a tener inconvenientes a la hora de justificar los motivos para separar a Kirchner de la primaria.