Ganó el peronismo. No hace falta esperar al resultado de las elecciones para saber eso.
Sea la fórmula de Cristina y Alberto Fernández o el neomacrismo de la mano de Miguel Ángel Pichetto, lo cierto es que el peronismo (sea lo que sea en este 2019) será un factor fundamental de poder y garantía de gobernabilidad.
Otra cosa segura es que varios dirigentes autodenominados “peronistas” que hoy acompañan a Pichetto o a Fernández, pasarán de bando sin problemas luego del 27 de octubre o del 24 de noviembre, en caso de balotaje. La única diferencia de los que acierten al ganador, será la de conseguir la cuotita de poder primero. Pero ganen los Fernández o Macri, tarde o temprano habrá lugar para todos los peronistas.
En esta elección el peronismo estará en todos lados. Incluso en el partido que llevará la candidatura del economista liberal José Luis Espert. Históricamente el “sello” de Unir acompañó a candidatos justicialistas en todas las elecciones. Su referente, Alberto Asseff, estuvo con Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Sergio Massa. El antiperonista de paladar negro que quiera sufragar este año por una opción 100 % libre de peronismo tiene una sola posibilidad: el Frente de Izquierda y de los Trabajadores de orientación trotskista ortodoxa, que llevará la candidatura de Nicolás del Caño.
La última vez que el peronismo fue uno y estaba todo del mismo lado fue en la presidencia de Menem durante la década del noventa. Aunque Eduardo Duhalde fue el único candidato justicialista en 1999, las aguas ya estaban divididas y hay quienes aseguran que el mismo Menem operó a favor del radical Fernando de la Rúa, que llegó a la presidencia, pero no pudo terminar su mandato.
Desde las elecciones de 2003 fue todo desencuentro interno. En esa oportunidad hubo tres frentes peronistas: el de Néstor Kirchner, el de Menem y el de Adolfo Rodríguez Saa. Durante el kirchnerismo, un sector del peronismo se mantuvo alejado de la Casa Rosada y durante la radicalización de Cristina, otros tantos abandonaron al oficialismo de entonces. Lejos de recuperar la unidad, en esta elección el peronismo estará diseminado por todos lados.
Esto lleva a una pregunta obligada: ¿el peronismo no existe más o se convirtió en el partido único de Argentina?
La variedad del menú hace que todo sea peronismo, por lo tanto, también se puede interpretar que finalmente nada es peronismo. Puede que el movimiento justicialista ya no exista como lo que se conoció, pero sin dudas se llevó a la tumba también al antiperonismo (los “gorilas”, como se describió despectivamente durante el primer peronismo). Ya no hay opciones totalmente peronistas, pero tampoco quedó ninguna abiertamente antiperonista. Si esto es positivo o negativo dependerá de cada opinión particular.
Lo que sí es claro es el hecho de que los agentes económicos recibieron bien las dos fórmulas “parcialmente peronistas”. Cuando Cristina Kirchner dijo que sería vice de Alberto Fernández bajó hasta el dólar en Argentina. El mercado fue claro y dijo que ya no esperan locuras de la mano de la exmandataria y su “compañero moderado” de fórmula. Ayer pasó lo mismo: la moneda norteamericana volvió a retroceder y subieron las acciones argentinas en Wall Street entre 8 y 18 puntos. Incluso el riesgo país, que no podía caer por debajo de los 900 puntos, quedó en 849.
Sin dudas que el peronismo ha sido un gran responsable de los problemas de Argentina. Dado que resultó una enfermedad crónica que no se irá, al menos parece que en el mediano plazo tendrá la oportunidad de solucionar algunos de los problemas que el mismo justicialismo generó.