La alta dosis de peronismo no es el único denominador común entre las fórmulas de Juntos por el Cambio, de Mauricio Macri y Miguel Ángel Pichetto, y el Frente de Todos, de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Los dos espacios tienen la misma estrategia de cara a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) de agosto: mostrar que ya está todo cocinado y que tienen la elección en el bolsillo. Sin embargo, detrás de la campaña del optimismo hay otra cuestión común: la desesperación por evitar el escenario adverso.
El golpe en la PASO para posicionarse en octubre
En sus entrevistas con la prensa, Alberto Fernández ya habla de su “eventual gobierno” y aclara que será un trabajo complicado lidiar con la herencia que “dejará Mauricio Macri”. Cuando se le escucha hablar parece que el compañero de fórmula de Kirchner ya se probó la banda presidencial. Pero Alberto sabe que nada está dicho. No obstante, la estrategia es sacar una amplia ventaja en las PASO como para generar la sensación de partido liquidado.
Por el lado del Gobierno, el macrismo tiene casi asumido que en agosto no será la fuerza más votada. Igualmente, el optimismo retórico es total. Ayer el candidato a vicepresidente, Miguel Ángel Pichetto, aseguró que “Macri gana en primera vuelta”. Pero aunque el oficialismo esté hablando de que todo se terminará en octubre, en Juntos para el Cambio tienen un objetivo diferente: perder por poquito en agosto, dejar abierto el escenario para octubre y ganar recién en el balotaje del 24 de noviembre.
Ahí Macri sabe que es fuerte y sus rivales que tienen todas las de perder. Si el Gobierno no pierde por paliza las primarias y llega entero a octubre, considera que en la pecera de los votos no macristas ni kirchneristas saca la diferencia. Para la Casa Rosada lo que puedan llegar a sacar los economistas Roberto Lavagna, José Luis Espert y el exmilitar Juan José Gómez Centurión representa un voto más “antikirchnerista” que “antimacrista”. Pero para obtenerlos hace falta llegar a esa instancia.
Ese es el escenario que el kirchnerismo intenta evitar a toda costa, por lo que tiene la necesidad de terminar la cuestión en octubre. Para eso necesitan el 45 % de los votos o una diferencia de 10 puntos si consiguen cruzar la barrera de los 40. Si no lo logra, deberá irse a segunda vuelta en noviembre.
Lo que realmente está en juego detrás del optimismo desmedido es otra cuestión: la brecha entre el primero y el segundo en las PASO (que serían Fernández y Macri, respectivamente) para el escenario de todo o nada de octubre.